Un miembro del exilio “duro” ha dado el pie forzado con sus declaraciones para un nuevo debate con nuevos matices sobre la posibilidad de que los empresarios de origen cubano que no viven en Cuba puedan participar en el rescate de la economía de la isla.

Las palabras del empresario Carlos Saladrigas recogidas por Palabra Nueva, boletín mensual del Arzobispado de La Habana, en mayo, estimularon el intercambio entre los participantes que viven en Estados Unidos y los que residen en la isla en el cual han estado ausentes, hasta ahora, los consabidos insultos, recriminaciones y descalificaciones frecuentes entre los del norte y el sur del estrecho de La Florida.

En el centro del intercambio sitúan el volumen que pudieran alcanzar las inversiones de los cubanos residentes en el extranjero y en qué sectores deberían participar, así como el perfil futuro de la economía cubana.

Las opiniones de una y otra parte, que no incluyen a los miembros de la ultraderecha en el exterior ni los de la “línea dura” oficial interna, han sido recogidas en varias publicaciones y han tenido eco en la prensa internacional, si bien no tengo noticias de que la prensa oficial cubana en el país haya hecho mención alguna al debate.

Saladrigas pide que todos los cubanos, al margen del país de residencia, sean considerados “nacionales” para que puedan invertir y asociarse a los residentes en Cuba con el propósito de formar un capital local que supere la presencia del capital extranjero.

Destacó la necesidad de que Cuba se reinserte en la economía mundial actual, aprovechando tanto la experiencia en los mercados como el capital de los residentes en el exterior. También resaltó la necesidad de reconciliación con la diáspora para que esta influya en que Cuba resulte favorecida en la solución de las diferencias que persisten con Estados Unidos.

Saladrigas pide que todos los cubanos, al margen del país de residencia, sean considerados “nacionales” para que puedan invertir y asociarse a los residentes en Cuba con el propósito de formar un capital local que supere la presencia del capital extranjero

El ex diplomático Jesús Arboleya, residente en Cuba, dijo aceptar la inversión en pequeños negocios, pero no a gran escala, y teme que se fomente una nueva burguesía nativa “alimentada y por lo tanto dependiente del capital extranjero"; apuntó que el desfase principal del empresario (Saladrigas) radica en que "restablecer el capitalismo no es lo que actualmente se discute en Cuba”. Se pregunta si los emigrados están dispuestos a "convivir con el socialismo cubano" y dijo que quizás en esto radique “la posibilidad de éxito del diálogo".

El periodista católico Lenier González, vice-editor de Espacio Laical expresó que hay muchas cosas que aclarar sobre el modelo socialista nacional cubano y que el gobierno del presidente Raúl Castro Ruz tiene ahora “la responsabilidad de convertirse en facilitador de un proceso ampliado de diálogo, donde participen el mayor número de cubanos (de adentro y de afuera de la isla), para arribar a consensos aceptables para la mayoría".

Otro participante, el ex diputado y ex fiscal general Ramón de la Cruz pidió que no se descarte la propuesta de Saladrigas y subrayó la existencia de un consenso nacional en cuanto a la necesidad de "actualizar el modelo económico", que no excluye el mercado. Es necesario ahora, dijo, “propiciar el crecimiento económico, manteniendo las grandes conquistas de la revolución en salud, educación y justicia social", pero sin que el Estado abandone el control económico y de los principales medios de producción, y sin que se lesionen la independencia y la soberanía, resumió De la Cruz.

El politólogo Arturo López-Levy, adscrito a la Universidad de Denver y de quien se dice es un producto intelectual de la Inteligencia cubana, expresó que "el tamiz legítimo para la inversión de un cubano en su patria debe ser la conveniencia para el desarrollo del país de la actividad que propone, su respeto a la soberanía nacional y las leyes del país, no una afinidad socialista" y que “sin abandonar la pluralidad ideológica emigrada (…) es necesario desterrar la apuesta perversa por el desplome del sistema político actual”.

Estas son solo algunas de las opiniones recogidas en las publicaciones Progreso Semanal, revista de temas cubanos de La Florida que se edita en EE.UU., y en Espacio Laical, la publicación de los laicos de La Habana de circulación sumamente limitada.

Mientras tanto, el contexto nacional sigue dando pocos indicios de avance. El lento paso con que el gobierno cubano instala su prometido programa de reformas económicas empieza a desesperar a la población y el descontento comienza a trascender los ámbitos privados. Se comenta que en algunas asambleas provinciales del Partido Comunista ha habido manifestaciones de descontento “porque el mensaje que vincula los avances económicos con el esfuerzo personal choca con la petición de soluciones concretas a problemas que impiden que la reforma económica despegue”.

Como respuesta, la represión oficial ha incrementado las detenciones sistemáticas por motivos políticos durante varias horas o pocos días, sin que se recurra por el momento a imponer largas condenas de prisión como ocurría hace algunos años. Se habla de más de 1,700 detenciones durante el primer semestre del año que transcurre. En el plano económico, el país mantiene los déficits acumulados durante décadas de socialismo y no se observa ninguna “mejoría clara”, según aprecian publicaciones especializadas.

El silencio oficial sobre el debate en Cuba es explicable no solo a la luz del sistémico bloqueo informativo interno, sino por su inconveniencia para el régimen ante el dudoso alcance de las reformas propuestas por el gobierno, algunas de ellas ya en proceso de implantación y por la lentitud que las aqueja, por la fragilidad persistente de la economía nacional, y por los diversos postulados y condiciones que habría que asumir para garantizar la efectividad y el éxito económico de un proyecto en el que participen todos los cubanos, los de “adentro” y de “afuera”, un anatema para la política castrista.

La ausencia en la polémica de las voces de los “ultras” de una y otra parte aporta, al menos, este elemento nuevo y esperanzador, aunque haya que esperar unos cinco años más para que la naturaleza actúe, o por los diez en que los gobernantes cubanos fijan el límite autoimpuesto recientemente para ejercer cargos en Cuba, para que al fin se definan y comiencen a ejecutarse las profundas reformas integrales libres de trabas que necesita con urgencia la nación.