Ya se acercan las Elecciones Generales del país, que según se ha dicho, serán las más complejas en los últimos veinte años. Se elegirán a un presidente y un vicepresidente, 32 senadores, 178 diputados, cinco diputados nacionales, siete diputados de ultramar, 155 alcaldes, 236 presidentes distritales, 2,452 regidores y 756 vocales.
En el hiperpresidencialismo que vivimos en nuestro país, los únicos que importan y a quienes se les exige decir programas de gobierno, es a los candidatos presidenciales. Investigando a algunos de los otros candidatos a las posiciones electivas, podemos ver cómo se han ido deteriorando los partidos políticos.
Personas que aspiran a convertirse o seguir en sus cargos, que no han demostrado nada. No es que presenten propuestas, porque dudo a la mayoría de éstos les importe, salvo llegar o quedarse, en algunos casos, para seguir con lo que se está haciendo.
Aspirantes a alcaldes que no conocen de urbanismo, ni del lenguaje de una ciudad, sea ésta grande o pequeña. O a senadores o diputados, que no tienen la más mínima idea de qué es lo que se debe hacer en el Congreso.
Hay cosas que dicen que a los políticos y los partidos nada les importa, mientras les den lo suyo. Un Congreso bicameral en un país tan pequeño, cualquier pedazo de tierra es un municipio y quieren hacer más, y cualquiera que tenga los fondos puede aspirar; pero es la ciudadanía quien tiene la culpa de todo, que lo ha permitido y apoyado, sin importar las consecuencias que trae consigo todo esto.
La gran mayoría de nuestros candidatos, sin importar el partido o si vienen o repiten en sus cargos, no les importa ni un comino el país, sólo les importa su propio bienestar y que no los fuñan. Para los que repiten, continuar con lo que ellos creen está bien, los que llegan, decir que van a hacer lo que nunca se ha hecho, pero ninguno corregirá lo que está mal.