Bienaventurados sean los desmemoriados,
Porque ellos también se olvidan de
Sus estupideces.
F. Nietzsche.-
La semana pasada, alguien escudado con el pseudónimo de “Analista”, me aconsejó que dejara de ser “Guardia viejo” y dijera nombres, todo dentro de un marco prejuiciado y anónimo, a lo cual le respondí que primero nunca había sido “Guardia” y que por demás si el sabia de vinos y otras cosas que entonces él le pusiera nombres y hablara, porque en cuanto a mí, nunca he sido guapo ni mucho menos pendejo, más bien una persona calmada, de esas que no se las da de bravo pero, que al decir de un viejo adagio, hay que temerle a la ira de ese hombre paciente.
Para qué tratar más claro si el lenguaje es entendible por todos aquellos que tienen la intención de entender, si conocen que dentro de tantas cosas que han evolucionado o involucionado dentro de nuestra política, quizás producto de ese afán originario de copiar conductas y leyes foráneas ha estado y está a simple vista, como ese que llama la atención poderosamente, cual si fuese un símil, el comportamiento de los narcotraficantes y determinado sector de nuevos –algunos- “empresarios o comerciantes”.
No hay que pertenecer a ningún “sector analista” para conocer el modo operandi de los mismos: Primero narcos; comprar las pequeñas autoridades locales, luego ampliar esas “compras” a la justicia y política en general para lavar y lavar muy bien sus riquezas a fin de convertirse en señores empresarios, como el escalón ideal para llegar a ser dirigente político y hasta “honorable”, con la no menos distinción de hasta ser convertido en “héroe”.
Y no es coincidencia que cosas como esa sucedan, porque hasta traje y corbata, con una temperatura endiablada, usamos para inaugurar cualquier conjunto de letrinas o hasta para saltar cualquier charquito con el fin de llevar alguna limosna a míseros, con el único propósito de adueñarse de su voto; “Si o si, sector analista”. Entonces, ante este panorama no me explico como muchos se sienten asombrados ante la debacle moral y ética que ha sufrido el ejercicio de la política partidista en nuestro país, donde estos hechos son tratados de camuflar a toda costa por equipos de analistas y estudiosos del comportamiento y más, si es del barrial.
Vivimos quejándonos por el comportamiento vergonzoso de muchas instituciones, ya sean militares o policiales, aunque no tanto así con los que ejercen las políticas públicas que deberían ponerle fin a este comportamiento depravado, humillante y abusivo. Pero, por igual no quieren admitir que las culpables no son las instituciones solamente, ya que estas están formadas o son el producto del material humano que la sociedad les proporciona.
Si, esta sociedad de consumo, embriagada por todo lo plástico y desdeñosa de obligaciones o sacrificios, es la que está produciendo este material humano a imagen y semejanza de ella misma, donde los políticos están haciendo las funciones de larvas dentro de un cadáver. Me parece que sin exagerar, podemos decir que el ser tigüere se ha convertido en el primer escalón para ser narco, convertirse en un próspero empresario o un novel y aguerrido político con verbo incendiario, nacido de lo más profundo de los barrios humildes de este país.
Otra de las peculiares capacidades nuestras es el olvido, principalmente aquellos hechos que quizás con un pensamiento coherente, serían imposibles de olvidar, ¿qué?, ¿cuáles?, mejor preguntarle a las bocinas que de manera audaz y desvergonzada desvirtúan los hechos, donde realidad es mentira e ilusión es lo real. Aun y sea difícil de digerir, las dictaduras democráticas que hemos tenido después del Perínclito, son las que han desarrollado el siniestro modelo que hoy exhibe la sociedad. Estos han sido los creadores de imperios; caciques y toda una amalgama de nuevos millonarios, cuyas riquezas –en unos-, ha sido producto de un bien elaborado proceso donde el narcotráfico ha llevado la voz cantante. Ay no, lo dije. ¡Sí señor!