El juego de los elementos de la naturaleza crea sensaciones oníricas, mágicas. Estas fueron las primeras motivaciones para la creación artística, mítica y religiosa de nuestros primeros pobladores. Cuando una palmera se tongonea al ritmo del viento tropical, el sonido de la lluvia canta con tristeza y desdén, y de repente la noche se ilumina y retumba ante la protesta del dios trueno, rugiendo como un monstruo eléctrico; cuando las nubes negras descubren un pedazo de cielo azul, o una puesta de sol parece que encendiera todo un océano con colores ardientes; cuando la luna riela con brillantes destellos sobre el misterio de las aguas nocturnas, o cuando la espuma de una ola se desvanece sobre la arena dejando solo la sensación de las ilusiones perdidas…esos juegos de la naturaleza despiertan los sentidos adormecidos y las emociones postergadas por el rigor de la supervivencia. En fin, la belleza infinita de nuestro universo, es un motivo perenne para la creación artística.
El paisaje caribeño tropical despliega con intensidad todos los colores necesarios para nuestra paleta. Igualmente las formas son inagotables, impresionantes, mágicas, eróticas, salvajes, míticas, inocentes, y alucinantes como la legendaria ciguapa. Vivimos rodeados de motivos para realizar el milagro de la expresión artística con los recursos preferidos ya sea la poesía, la escultura, la música, el teatro, la novela, la pintura, la fotografía, o cualquier otro género o recurso artístico. Lo importante es la realización de la obra, cumpliendo con la necesidad de expresión que tenemos los seres humanos, dentro de un contexto de creatividad y estética. La creatividad requiere lo novedoso y único del conjunto de elementos del medio de expresión, y en complicidad con la estética debe producir una sensación de emoción en quien interactúe con la obra de arte.
Sin embargo, a pesar de la influencia de la naturaleza, del medio físico, o el paisaje en el cual existimos, la realidad social determina otra fuerza de motivación para el arte. Pertenecemos a una cultura y existimos en un medio social. Existe una relación entre lo que sentimos y pensamos y lo que expresamos, con el lugar y el tiempo en el que existimos, con las fuerzas telúricas, la sociedad, nuestra historia y nuestras raíces. Claro, pertenecemos a un universo mayor, estamos globalizados en términos de movimiento, conocimientos e información, pero tenemos algo en común que nos une e identifica. El ser humano es una unidad integral y compleja. Debido a esa complejidad existencial la expresión artística no puede ser unitemática, unilateral, ni tener ataduras escolásticas, ni encasillamientos críticos, sino que debe representar la versatilidad, la libertad, y la vitalidad que nos caracteriza. El artista en su desarrollo sentirá la necesidad de abordar diferentes formas, de la misma manera que nuestra vida pasa por etapas diferentes, en un constante movimiento interminable, impredecible.