He querido expresar mis ideas sobre la capacidad de pago que tiene el país, recordando los conocimientos adquiridos hace varios años como fruto del estudio y experiencias laborales.

Cuando una empresa solicita un préstamo, se analizan los Estados Financieros, y, entre otros temas, se calcula la capacidad de pagos que tiene en la actualidad conociendo sus índices de solvencia, solidez, liquidez y endeudamiento, y en adición se le agrega el nuevo compromiso que va a adquirir, y si esa  empresa demuestra ingresos suficientes que le permite sustentar sus compromisos, se le otorga el financiamiento, independientemente de la garantía ofrecida. Lo importante es conocer su capacidad de pago.

Hace muchos años las Asociaciones de Ahorros y Préstamos introdujeron al país un modelo muy sencillo que aseguraba el repago de sus préstamos, aún y cuando dicho crédito estuviera bien garantizado con un inmueble. Asumían que el deudor, a título personal,  no debía destinar más del 25% de sus ingresos para el pago de la cuota del financiamiento de la vivienda, considerando que tenía otros gastos ineludibles en su compromisos mensuales, tales como comidas, energía eléctrica, colegio de los hijos, etc. Eso le garantizaba el retorno del préstamo, a menos que el deudor perdiera el trabajo.

Para el cálculo de la capacidad de pago de un país no podemos trasladar estos conceptos tal cual, pero la realidad es que no están muy lejos uno de otro.  El país tiene una capacidad de pagos otorgado por sus ingresos fiscales, es decir lo que cobra por impuestos, y por otros ingresos.

Uno de los indicadores que se estudia es  la evolución de la presión tributaria (ingresos tributarios/PIB). Para ello, el FMI tiene un coeficiente de medición: deuda pública/ingresos tributarios, cuyo rango inferior es 90% y el superior 150%. Actualmente el país tiene un endeudamiento ascendente a US$30,428 millones, mientras los ingresos tributarios suman US$13,740 millones ( calculados a una tasa de 50 pesos por dólar ), ese índice nos arroja una relación de un 121%.

Un indicador utilizado con mucha frecuencia para determinar la capacidad de pagos de la deuda externa, es la relación del servicio de la misma y el valor de las exportaciones.  Esta relación indica que porcentaje de las exportaciones corrientes puede destinarse al reembolso de la deuda en ausencia de flujos brutos. Se ha establecido que en la medida en que en una economía se incrementen las exportaciones corrientes, los cupos de endeudamiento también se pueden aumentar, pero de forma que permitan mantener la disponibilidad de activos de reserva dentro de límites manejables. Ser cautelosos aunque aumenten las exportaciones.  Las cifras  arrojan una relación de un 25%. Actualmente estamos pagando unos US$2,500 y las exportaciones suman US$10,120.7 millones.

Otro indicador analizado es la proporción de deuda contraída con respecto al PIB. Este indicador mide la carga que tiene la deuda por cada peso producido en bienes y servicios en la economía.   Nuestra deuda asciende a unos US$30,428.4 millones mientras nuestro PIB es de US$67,382 millones, es decir que nuestra deuda alcanza el 45% del total de bienes y servicios que producimos.

Teóricamente, un país puede soportar una alta proporción DEUDA/PIB siempre que la economía se adapte a ese nivel de servicio. Pero mientras más elevada sea la proporción del servicio, más difícil resultará el ajuste frente a una disminución de las exportaciones o a un incremento inesperado en las necesidades de importar.

Por lo tanto, y en conclusión, con una deuda que alcanza el 45% del total de la producción y el servicio de la deuda ( pago de capital e intereses ) el 25% de las exportaciones, no hay mucho margen para aumentar el nivel de la deuda y aumentar el servicio de la deuda, aumentar los pagos a capital e intereses, ya que cualquier eventualidad que suceda  nuestro flujo financiero se vería afectado y podríamos dejar de pagar, presentando una muy mala imagen al exterior.  Ya no tenemos capacidad para aumentar más la deuda externa. En tal sentido, proponemos que los nuevos préstamos que se vayan a tomar sean exclusivamente para financiar proyectos específicos, con su capacidad de pago bien definida, tangibles y que ellos mismos produzcan por sí solos sus pagos.