En las últimas semanas el jurista -amigo y colega- Enmanuel Cedeño Brea ha vuelto a poner el dedo sobre la llaga de las políticas regulatorias y a activar el importante debate sobre la incorporación de acciones que incentiven la incorporación en nuestro ordenamiento de la economía del comportamiento (behavioral economics) y, de manera particular, la implementación de medidas o acciones a través de los nudges, es decir, de “empujoncitos” conductuales que, respetando la libre elección de los agentes, creen las bases para mejores y más eficientes decisiones e interacciones.

En sus artículos más recientes: ¿República Dominicana necesita una Unidad de Nudges? y ¿Cómo debe crearse la Unidad de Nudges dominicana?, Cedeño Brea, autoridad en el tema, avanza no solo en propuestas concretas sobre posibles acciones encaminadas en este sentido, sino que deja al descubierto las semillas que germinan a través interesantes estudios nacionales -como los publicados por Shyam Fernández Vidal y Roberto Medina Reyes- e investigaciones académicas.

Comunmente el mundo de los nudges se relaciona, por una razón obvia, al ámbito de las políticas públicas y a las acciones que, desde el Estados o diferentes entes que, conforme a estructuras y criterios de las distintas jurisdicciones, intervienen en los procesos regulatorios. Sin embargo, dada la relevancia de esta forma de impactar el comportamiento de las personas y agentes del mercado, así como su probada incidencia en la eficiencia y efectividad del comportamiento en los mercados, cada vez es más común el estudio e implementacion de nudges en el ámbito empresarial. Es decir, el diseño de condiciones que “empujen” dentro de las empresas y organizaciones a decisiones o acciones con mejor impacto.

En este contexto, en enero de este año Anna Guntner, Konstantin Lucks y Julia Sperling-Magrio de la consultora McKinsey & Company, publicaron un análisis titulado Lecciones de la primera línea de empujones corporativos, en el que se hace énfasis en el auge en la creación de unidades de ciencias del comportamiento en las empresas y el impacto generado. Los autores afirman que “a medida que las unidades de empuje brotan en el sector privado, están ayudando a las empresas a promover el cambio y aumentar la productividad en la fábrica, diseñar mejores productos, impulsar mayores ventas y mejorar los procesos de toma de decisiones (exhibición). Las unidades de empuje crean resultados de beneficio mutuo para empresas, empleados y clientes. Una compañía de seguros, por ejemplo, ha usado empujones con gran efecto para promover las ventajas de usar una red de socios de talleres de reparación de automóviles; otro ha alentado a los clientes a hacer ejercicio y llevar estilos de vida saludables, reduciendo así los reclamos. Una empresa de servicios públicos alemana ha utilizado técnicas relacionadas para combatir la toma de decisiones irracionales entre los empleados en todos los niveles de la organización”.

La anterior no es una opinión aislada. Un sinnúmero de estudios muestra los importantes efectos que estas acciones pueden representar en las empresas y organizaciones: desde la eficiencia en el uso de sus activos, el tiempo y recursos de todo tipo, hasta el fomento a la mejora de las relaciones entre sus miembros. Las áreas de reflexión pueden ayudar a aumentar la creatividad y tranquilidad de los empleados, las áreas de fotocopiado alejadas pueden reducir el número de impresiones innecesarias, los ascensores ubicados de cierta forma pueden incentivar la actividad física. La lista resulta interminable. Estos y otros ejemplos pueden encontrarse en el análisis: Nudge: un pequeño empujón

Dentro del ámbito corporativo también se han desarrollado prácticas particulares, como lo es el caso del uso de la ciencia del comportamiento -y en especial de los nudges– en el campo del cumplimiento corporativo y regulatorio (corporate compliance). En un estudio relativamente reciente de la autoría de Todd Haugh, titulado Nudging Corporate Compliance, se resalta que “el uso de empujones privados para fomentar el comportamiento pro social parece particularmente atractivo en el contexto del cumplimiento corporativo. Porque las empresas enfrentan una amplia responsabilidad por los actos de sus empleados, tienen un interés significativo en prevenir la falta de ética y el comportamiento ilegal”.

En este contexto, hoy en día también se “empuja” al gobierno corporativo. El hecho de que la autorregulación sea la principal base para el desarrollo de mejores prácticas de gobernabilidad, y ante evidentes muestras de que en muchos casos los mecanismos de gobernabilidad interna han sido poco efectivos, resulta esencial afianzar mejores prácticas de buen gobierno, y para ello los nudges pueden ser de gran apoyo. Sin dudas ya se avanzan en medidas para alinear incentivos de remuneración, fomentar la participación de los administradores, fomentar la diversidad interna, evitar o mitigar riesgos, entre otros.

El gobierno corporativo, por tener un carácter transversal a toda la gestión corporativa, constituye un canal principal para el fomento, a través de la conducta, de mejores decisiones. No cabe duda de que, de empujoncito en empujoncito, puede lograrse un cambio sensible -y de largo plazo- en el ADN organizacional. 

Finalmente debemos tener en cuenta que -y es lo que lo hace más interesante aún- el diseño de nudges en el ámbito privado -y en particular los vinculados con el comportamiento ético- puede tener implicaciones distintas de las tradicionales acciones de políticas públicas relacionas con objetivos sociales y económicos de bien común. Por esta razón las organizaciones están creando o utilizando equipos o unidades especiales de ciencias del comportamiento para avanzar con pasos sólidos y claros en este sentido.