Su cuerpo se sacude de un lado a otro de manera involuntaria, a causa de un temblor. Sus huesudas manos manejan un caminador equipado con ruedas y frenos similares a los de una bicicleta. Resulta contradictorio que, para entrar al ascensor que la ayudará a bajar hasta el sótano, tenga que bajar también dos cortos escalones, pues si estuviera en silla de ruedas, estaría impedida.
Sin embargo, conoce eso tan bien, que es ya toda una experta, baja primero el aparato, lo frena y así mueve sus pies, primero un escalón y luego el otro. Hay quienes se le acercan a ayudarla, pero ella termina extendiéndoles un abrazo como saludo, en vez de aferrárseles para avanzar. La verdad es que no pasa desapercibida, a pesar de ser tan menuda.
A sus 95 años pesa lo mismo en libras, y sus cabellos grises-blancos los mantiene sumamente cortos. Sin embargo, resulta en extremo grande su carismática personalidad. Te saluda sin fronteras, con la alegría que esperarías de alguien que te conoce y te aprecia de años, aunque sólo te vaya a ver esa sola vez. Su actuar es espontáneo, y nada ridículo. Muy por el contrario, su magnetismo te contagia y terminas calificándola de “adorable”.
Tan pronto las puertas del ascensor se abrieron otorgándole paso, los presentes le otorgaron la bienvenida. A su paso la saludaban y abrazaban cual si fuera la estrella de la actividad. Era la mañana del 25 de diciembre. Ancianos de todas las edades seguían integrándose para disfrutar las picaderas, el almuerzo, unas cuantas rifas pero por sobretodo de la música.
“Ay yo estoy muy bien mi-hija” -me dijo cuando me la presentaron-, “loca por que los músicos arranquen a tocar, porque casi no he bailado en navidad y a eso fue que vine”. Por supuesto me dejó con la boca abierta y una sonrisa plasmada. El aparato caminador había quedado parqueado en una mesa, mientras ella, de brazo en brazos avanzaba entre saludos, para el medio de la pista de baile. Poco le importaba si tenía o no pareja, ella quería tongonearse desde que arrancara el primer acorde; y así fue.
Al son del primer merengue levantó sus manos y comenzó a sacudir sus piernas. Resulta imposible entender como aquella espalda torcida hacia delante por el peso de los años, pueda seguir los acordes de la tambora con tal precisión. Batía también la cabeza, con una expresión de gozo, casi adoración. Pronto la rodearon alrededor de tres personas, un hombre y dos mujeres, los cuales procuraban el beneficio de ser elegidos como pareja de baile. Mi anfitriona, la cual nos invitó me daba codazos para que contemplara aquel divertido escenario, mientras elevaba su voz por encima de la música, para que yo me enterara de las peculiaridades de la célebre mujer.
“No se pierde ni una fiesta –me decía- le encanta bailar. Viene al centro todas las semanas y siempre es así como la vez, llena de vida; y es la que más goza! ¡Mira, mira cómo hacen turnos para bailar con ella!”El corazón alegre hermosea el rostro –pensé citando un Proverbio, contemplando el despliegue de gozo que reinaba entre los llamados “personas de la tercera edad”.
Así me enteré de que la ciudad de New York facilita estas actividades para amenizar a los ancianos como parte de un programa de asistencia a personas retiradas. Voluntarios dedican tiempo y esfuerzos para hacerlo posible. Las historias de quienes se benefician no tienen fin.
Como la pareja de la cubana con el esposo chino, la cual lo deja plantado en medio de la pista para ir en busca de un latino que si logre el ritmo que ella lleva en la sangre. O el puertorriqueño que hace boinas uniendo pedazos de suéter, alfombras, o cualquier material que le caiga en las manos. Ese día portaba una que intentaba representar la bandera de su país.
Aquellas historias y el contemplar a sus protagonistas parece alegrar el espíritu de aquella mujer, que lamentablemente coexiste con la certeza de que la felicidad le es un bien ajeno, pues ni bien terminara sus relatos, borraba de su rostro la sonrisa, para dejar escapar una queja: “a algunos les ha tocado buena suerte, en cambio a mi! (suspiro)”.
Fue entonces cuando contemplé visualmente la segunda parte del mismo Proverbio: …más por el dolor del corazón el espíritu se abate. Sabes lo que pienso? -Me animé a decir- yo pienso que Dios te está permitiendo ver estas personas, conocer sus historias y contemplar sus actitudes, para que tú aprendas y cambies tu manera de percibir tu vida. La decisión es tuya.
Apretando su boca rechazó mi consejo, pues la adicción al sufrimiento es una especie de placer amargo que supera cualquier anhelo o intensión de aceptar un cambio. Por mi parte, muchas lecciones me llevé ese día, y la más grande de todas fue la certeza de que, ante Dios es bueno y hermoso el habitar todos juntos, en armonía, con el corazón alegre y un espíritu agradecido.
Los detalles, los excesos, todo tiene remedio y puertas infinitas se te abren cuando cambias de una actitud siempre crítica a una de aceptación y alegría. Como aquel vivo ejemplo de 95 años, de quien además me dijeron que se ha caído ya dos veces, lastimándose las caderas y que lejos de morir, se ha parado a seguir bailando y disfrutando cada minuto de vida que Dios le otorgue…
Proverbios 15: 1-4
La blanda respuesta quita la ira;
Mas la palabra áspera hace subir el furor.
La lengua de los sabios adornará la sabiduría;
Mas la boca de los necios hablará sandeces.
Los ojos de Jehová están en todo lugar,
Mirando a los malos y a los buenos.
La lengua apacible es árbol de vida;
Mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu.
Bendiciones y Feliz 2013