La novela dominicana es un fenómeno literario que entre 1850 y 1860 empieza a conformarse como una correspondencia de contenidos locales y regionales que unifican la visión narrativa desde el autor y los personajes. El freno hatero y la sociedad en su mismo desarrollo, justificaron la montería y la representación campestre en la preocupación por lo dominicano entendido como carácter de afirmación nacional.

En 1856, cuando aparece la novela “El Montero” de Pedro Francisco Bonó en Paris, existe una voluntad de describir la sociedad dominicana mediante conjuntos humanos de tipo clasista. En la mentalidad hatera existe el gobernador del hato y el trabajador como tipos contradictorios de correspondencia. Existe, en la misma perspectiva, un horizonte de expectativas que junto a las formaciones sociales pronuncia, desde la literalidad (novela), la unidad y la función que inscriben el universo narrativo.

Francisco Gregorio Billini con su novela “Baní o Engracia y Antoñita”, justifica los contenidos de la cultura local en base a los personajes principales y al contexto creado por el mundo carnavalesco y tradicional del peroleño. A través de una narración clásica y lineal se extienden contenidos, tramas y espejos, donde el mundo local pronuncia su propia problemática en el marco de las acciones sociales.

Épica y novela estarán unidas particularizando el mundo exterior en tanto que:

  1. Realidad observable.
  2. Presencia de un personaje que gobierna dicho universo.
  3. Linealidad de las acciones.
  4. Final pronosticable.
  5. Apertura moderada.
  6. Topografía regional donde existen elementos claves de definición.
  7. Estructuras rurales y folclóricas.
  8. Historias establecidas por el autor.

Estas características y puntos que desarrollan el universo novelesco dominicano, en parte, definen el mundo de la obra como tipo narrativo mimético, descriptivo y como relato donde el narrador persiste en su realidad. Esto hace que los personajes, acciones, tiempos y espacios, se pronuncien como un juego de acertijos, donde los mundos del lector y los mundos del escritor traducen la verdadera substancia de la novela.

Ya desde la concepción modernista de la novela que en el resto de América tiene a Rafael Mesa, a Fernández de Lizardi, José Martí, José Asunción Silva y otros autores hispanoamericanos muy poco conocidos, Tulio Manuel Cestero realiza desde la novela una inscripción narrativa de tipo barroco-modernista que pronuncia las particularidades del mundo natural, político, ecológico, histórico y poético. La Sangre, Sangre solar, César Borgia y Ciudad romántica, constituyen la voz mayor de la novelística dominicana en la etapa post-republicana, donde empieza a desarrollarse la visión poética de la ciudad, la dictadura de Ulises Heureaux, el colorido del paisaje nacional, ambiente y política, y la crisis económica, junto al derrumbamiento del Estado despótico. Estas estructuras significativas aportan al autor un conocimiento de las diversas mentalidades expresivas, así como la representabilidad de un mundo en proceso de cambios, pero además, vigilante de las transiciones y los proyectos histórico-sociales tal como lo reconocía Pedro Francisco Bonó y Mejía a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Los elementos constitutivos de la novela dominicana de comienzos de siglo, forman un tejido donde la motivación psicológica es explicativa del tipo realista, modernista y naturalista, esto es, de los tipos que reflejan el tramado histórico-social de los personajes y su autor. Existen varias convergencias donde los diversos comportamientos sociales se describen y logran los amarres con la fábula, a partir de entradas y salidas donde se define la capacidad de novelar y pronunciar los diversos desenlaces y nudos del texto novelesco.

La significación de este realismo poético-social se desarrolla en la propuesta de los autores cuyos temas y asuntos generan o degeneran en las acciones principales de lo social y lo novelesco. Dichas acciones y movimientos narrativos articulan la relación climax-anticlimax, en tanto estos elementos  construyen los efectos de realidad en el texto-novela donde se asume el imaginario mítico del personaje y su mundo.