Las grandes cadenas de noticias usualmente están diseñadas para entretener la mente de la inmensa mayoría de tontos que habitan nuestro planeta. Quienes tienen dos dedos de frente y analizan lo que traen diariamente terminan aburriéndose por la cantidad de sandeces o ejerciendo su sentido crítico y descubriendo lo que ocultan tras sus “informaciones” y “análisis”.
Basta ver como ponen y quitan el ojo en un proceso para descubrir las maniobras manipuladoras. Lo vimos con el golpe de Estado de Bolivia, el resultado de las elecciones en Perú y justo esta semana con el asalto al poder de los talibanes en Afganistán sin prácticamente tirar un solo tiro. El magnicidio de Haití fue hundido en el misterio, Guaidó pasó de ser presidente bastardo a figura fantasmal y las protestas en Colombia han sido desvanecidas en el éter.
Mientras los grupos integristas religiosos en América Latina y Estados Unidos, además de los criollos, ven con envidia como los talibanes reducen a condiciones propias de animales a las mujeres y erigen sus dogmas religiosos en ley del Estado, se oculta a los responsables del golpe de Estado al Capitolio de Estados Unidos y varios congresistas dominicanos intenta aprobar un Código Penal para favorecer la corrupción, los feminicidios y la discriminación contra ciudadanos y ciudadanas dominicanos.
El mundo real, local o global, se pudre lentamente y las redes sociales, la prensa y los comunicadores crean una ficción para consumo de las mayorías o gestionan los procesos informativos como semáforo que da paso o frena según conveniencia los acontecimientos relevantes y sus urdimbres profundas. Nadie vela por la dignidad de los seres humanos en este momento en que la búsqueda del poder y el dinero arropa a casi todos los actores sociales. La libertad es sofocada por quienes pretenden controlar la vida de todos los seres humanos en función de sus creencias y sus intereses, guiados por sus miedos y sus pulsiones primitivas.
Al aniquilar la libertad la democracia se desvanece. Destruir la democracia tomará su tiempo y demandará ingenio de parte de las minorías beneficiarias, pero mucho se ha avanzado en la gestión de la información para que las masas toleren una píldora tan amarga. Las redes sociales no son el espacio libre donde todos participamos, sino una brillante herramienta para manipularnos, con prevalencia de los propagadores del odio contra individuos y grupos humanos, incentivando la misoginia, el racismo, la xenofobia y la aporofobia.
La pandemia se ha presentado como el laboratorio ideal para probar la eficiencia de mecanismo de control social y dosificación de la información para mantener la incertidumbre. No es que la enfermedad no sea real, ni que las medidas tomadas y la vacunación sean acciones correctas, sino que las mentes más perversas están aprendiendo mucho de este fenómeno global para futuras acciones, semejante a las lecciones de la crisis del 2008 que han sido integradas en planes para el futuro inmediato.
Lo que he planteado no es “teoría de conspiración”, es análisis realista de lo que viene sucediendo a escala planetaria. Un buen ejemplo documentado es la manipulación de toda una sociedad como la inglesa para condicionarlos a salir de la Unión Europea. El brexit fue fabricado, nada que ver con la voluntad de los votantes. Otro hecho bien documentado es como fueron destruidos Estados como Irak, Siria y Libia para pulverizar focos de resistencia del control de los intereses imperialistas norteamericanos en la zona y sus aliados.
El caso de Afganistán supone una compleja negociación donde los actores envueltos buscan ventajas diferentes, cierto que es un guiño para Irán, y una ampliación de su espacio de influencia, pero a la vez puede ser una catástrofe humanitaria a la manera de Siria. Los talibanes y el Estado Islámico fueron creaciones de los Estados Unidos para operar en la zona y destruir actores determinados o en último término debilitarlos. El acuerdo de Doha, firmado por el payaso de Pompeo a nombre de Trump, fue una reunión de socios que da su primer fruto. Hay que esperar como China y Rusia integran este nuevo escenario regional en sus acciones geopolíticas.
Cada uno tiene el deber de cultivar el sentido crítico y evitar terminar en la masa de tontos que son guiados como ovejas.