Visitar el Archivo de la Nación para adentrarnos en los periódicos de la llamada Era trujillista, puede ser una experiencia inigualable, especialmente para quienes no vivimos en carne propia aquel tiempo.
Comencemos por la parte encantadora: un par de textos publicitarios aparecidos en un periódico local, anuncian a “Pro-phy-lac-tic, el cepillo de dientes que minuciosamente limpia todos los dientes”, o en su defecto a “Fixodent, polvo para mantener la dentadura postiza en su sitio”.
En La Opinión del 10 de enero de 1942, llama la atención una nota cultural acerca del “joven pintor dominicano Darío Suro, una revelación en Exposición Nacional de Bellas Artes”. ¿Imaginaría alguien que con el paso del tiempo aquel joven artista se convertiría en uno de los fundadores de la pintura moderna dominicana?
Entre las notas faranduleras, encontramos que en 1950, “El suceso del año” lo constituyó, la presentación de “Los Panchos en persona”, debutando en el Cine Rialto al precio de RD$1.25, y RD$ 1.00, balcón.
También en 1950, una ordenanza municipal prohibió el uso de patines, mientras que en Montrecristi dicen haber observado “un platillo volador enorme, provocando que una gran cantidad de personas se lanzaran a las calles”.
Por supuesto, en los diarios de 70 y 60 años atrás, la tiranía asoma su cabeza todo el tiempo, tal y como sucede en esta nota al pie de una foto de “El “Jefe”, aparecida en la primera plana de La Nación el 11 de enero de 1942:
“Jefe Supremo, Director del Partido Dominicano, ilustre conductor de los destinos nacionales, reconstructor de la antigua ciudad de Santo Domingo, cuya inmensa obra quisieran recompensar los pueblos del país bautizando con su nombre insigne a la histórica metrópolis de los colones, y al efecto, fue votada la ley mediante la cual se celebra en esta fecha el Día del Benefactor y el nuevo nombre d ela ciudad capital”.
¡Qué abyecto y asficiante resulta leer semejante longaniza de epítetos escritos para exaltar la figura de un sátrapa!
Seguimos pasando páginas, y entre informaciones sobre las barbaridades nazis en Europa y publicidad sobre el compuesto vegetal de la Señora Muller, aparece la siguiente perla:
“El feminismo dominicano ofreció testimonio de gratitud y adhesión al Generalísimo Trujillo en acto solemne celebrado en la Cámara Baja”.
(“¿Ven? ¡Hasta las feministas eran trujillistas!”, diría en la actualidad cualquier nieto furibundo).
Lo curioso es que mientras tanto, algunos periódicos locales informaban también que en Londres, Winston Churchill y sus ministros veían “El Gran Dictador”, primera película sonora de Charles Chaplin, y una dura condena a las dictaduras en sentido general.
Da la impresión de que pese a la dictadura, en la República Dominicana no estaba pasando nada, a juzgar por las noticias detrás de las cuales perdían su tiempo los reporteros, como esta aparecida en marzo de 1950:
“Es difamada María Camilo con palabras deshonestas, por Gumersinda Perdomo, residente en la No. 15 de la calle Benito González”.
O esta otra: “La nombrada Braudilia Dural, residente en la sección La Cuaba, en Tamayo, acusada de estafa, brujería y de ejercer la profesión de curandera clandestinamente, se le ocuparon varias botellas conteniendo líquidos rojos y amarillos…”
Es que como advierte Mariela Mejía en su tesis “La prensa escrita dominicana durante la Era de Trujillo”, “las publicaciones de la época eran también un mecanismo de desvío de la atención y realidad de la tiranía”.
Dejo a un lado a Trujillo (¿será posible?), y salgo del Archivo de la Nación con la piel erizada, pero aliviada al pensar que de aquella Era terrible sólo existe el recuerdo y un montón de periódicos viejos…