No se puede amar al monopolio creado por el gobierno, que me da amparo, tranquilidad y poder para cobrar más que cuando enfrento competencia, y rechazar los que otros gestionan ante el poder político para recibir esos mismos beneficios. ¿Cómo es posible condenar el monopolio de los notarios, una ley ahora en el limbo, y al mismo tiempo ser propulsor de uno para controlar la oferta de abogados y crear mercado cautivo de formación profesional compulsiva? ¡Ataca el privilegio que los congresistas dan a los notarios, alguien que a esos mismos legisladores solicita poder inquisidor contra los abogados, con el que pueda quemarlos en la estaca de un examen que confirme su sentencia de que la mayoría son brutos y antiéticos!
Cuando el notariostócrata presente su tarifa, con el exorbitante aumento que contempla la ley, a una compañía de seguridad privada, ¿cuestionará a los congresistas? ¿Se le olvidará a los guachis que ellos cabildean un proyecto de ley para congelar la entrada de nuevas empresas de guardianes, como en los tiempos de la “capacidad instalada”, y que el gobierno asuma parte de los pasivos laborales, entre otras prebendas más de operar como oligopolio con amparo legal? ¿Se quejará el Colegio de Economistas del impacto que las nuevas tarifas tendrán en la competitividad de las empresas; o felicitará y pedirá consejo a los notarios para lograr que pase su proyecto similar de colegiación compulsiva y control sobre el ejercicio de la profesión de economía?
Los congresistas, como los artistas, se deben a su público. Si éste no rechaza por principio los monopolios, es escasa la probabilidad de que el Congreso sea un muro de contención para todo aquel que busca lucro personal por vías legales. Las ganancias que no consigo con transacciones voluntarias en mercado competitivo, las busco imponiendo a los participantes mis términos con poder coactivo de una ley. Defiendo mi monopolio a todo pulmón, porque favorece al bien común, y atacó, por la misma razón, los otros que a mí me perjudican. Monopolio para lo que vendo, competencia para lo que compro. Es la misma dinámica que ha impedido adoptar posición firme por la libertad en el comercio exterior. Se va al congreso a pedir alto arancel para el bien final extranjero y cero o casi nada para la materia prima requerida para hacer la versión criolla. En la agenda del día por eso se encuentran propuestas de medidas para que el gobierno subsidie la exportación de pollos y baje o elimine las cuotas de importación de cerdos. Libre comercio unilateral, lo único que funciona para economías como la nuestra, por eso nunca caló entre diputados y senadores.
La doble moral de solicitar monopolios propios y criticar a los ajenos, la ven también a diario los congresistas, afuera y adentro del hemiciclo, en otros aspectos. El grupo musical multimillonario de fama mundial, que critica con merengues el desabastecimiento en los hospitales, que no dice nada cuando a un prominente miembro de su orquesta lo pensiona el gobierno, se crea la expectativa de que un cheque en blanco de dinero del fisco sirva para que familiar haga cine o se discute un proyecto que obligue a empresarios de la radio a la difusión compulsiva de su música y otros artistas criollos. Subsidio bueno es el que yo recibo, malo el que llega a otros. Excelente el creado para tener como ocupación secundaria hacer películas en mi tan ya ocupada tercera edad, execrable el asignado a ONGs para apoyos sociales vinculadas a legisladores.
En ambas cámaras, los ejemplos también abundan. Congresista que se desborda criticando el financiamiento de un déficit presupuestario por el que votó, sin presentar propuestas reducción de ministerios e inversión pública, venta de activos públicos o modificaciones impositivas. De ahí la naturalidad con la que sale en televisión, el mismo día, criticando la aprobación de préstamos, individualizados en los anexos de la ley de presupuesto que lleva su firma; y prometiendo para su campaña de reelección, conseguir para su comunidad más obras públicas, nuevas oficinas de servicios públicos y leyes de incentivo fiscal o ventajas arancelarias para atraer negocios. Como se ve los notarios no son marcianos, simplemente se dedicaron a tener éxito en sacar el vampirito chupasangre que parece todos llevamos dentro.
La Constitución prohíbe los monopolios creados a favor de particulares, pero los miembros del Poder Legislativo no consideran que eso aplica a los colegios profesionales. Monopolista es todo el que puede ejercer, amparado en poder otorgado por el gobierno, un control de la oferta de productos y fijación de precios por encima del escenario de rivalidad que se da en libertad y competencia. Para detener la avalancha de todo profesional buitre, los legisladores tendrían que recibir apoyo de jurisprudencia por recursos inconstitucionalidad. Pero con jueces supremos buscando privilegios para establecer una aristobogacia, las posibilidades de parar en seco las demandas son pocas. Así que este espectáculo de cabildeos por monopolios para explotar al consumidor va para largo y sin intermedios.