El terruño suele ser mágico, atrae intensa y constantemente porque ejerce el poder que "jala" como imán hacia el centro del corazón emocional a los que nacimos y permanecimos por buen tiempo en el. A todos nos pasa rememorar con nostalgias toda aquella travesura y hechos maravillosos que marcaron nuestra historia.

Le ocurre al dominicano que reside en extranjero, sea España, Venezuela o Nueva York, en reuniones sociales o familiares de la diáspora, exaltados por las imágenes que le asaltan en su mente, celebra con alborozo en nombre de su País o de su pueblo.

Lo he vivido con esa misma fuerza emotiva y cultural cuando este mortal con la oportunidad de residir en varios países, no en calidad de diáspora, pero en definitiva extrañado del suelo originario, que necesariamente entraña una psicología de apego. Todo dominicano vive entonces con sus nostalgias a cuestas, se reconoce en ellas y brinda a veces por esa motivación, en otras llora.

La nostalgia se expande en estos tiempos de migración masiva por causas sociales principalmente en todas las regiones del planeta, como una verdadera epidemia que azota a las deprimidas clases sociales de América Latina, Asia, África y Medio Oriente.

Así, los extrañados se ven compelidos a expurgar sus penas convocándose en tertulias, en Clubes Sociales y en círculos festivos, una forma de compartir su cultura, los acontecimientos referidos a su Nación o terruño; esos encuentros constituyen un retrotraerse al pasado con sus intensas vivencias, es un escape imaginario de su lejanía con la finalidad de situarse en el suyo, recrearlo.

Quién se puede escapar en rememorar esas travesuras de niño y joven a la montada de burros, los juegos deportivos, la caída provocadora de risas, los primeros amores platónicos, los baños en el río tal con los amigos, los retozos en los cursos escolares, los incidentes con profesores, las "maldades" con hermanos y primos en familia, las graduaciones y hasta los premios recibidos o castigos por las mismas travesuras.

En este instante accede a mi mente una de esas anécdotas que se pueden contar en mi Cotuí natal: una culebra durmiendo al costado nuestro en una Enramada para guarecernos de las copiosas lluvias en la confluencia de los ríos Camus y Yuna de los 60s. Éramos Boys Scouts y despertamos con su suave movimiento encima y nos tiramos del árbol como bólido a mojamos en esa madrugada obligatoriamente.

Hoy es una anécdota vivificante, igualito que las canciones que llenaron una época , las hicimos nuestras y las asociamos a las aventuras románticas, al amor o al des-amor de una relación. A todo humano una canción le puede estremecer de emoción generalmente por los gratos recuerdos que anidan de sus andanzas en los tiempos que compartieron.

Había un Programa en T.V llamado Añoranzas, no se sí todavía, en cuyo espacio se programaban canciones del pasado, interesante para las generaciones que vivieron esos tiempos, pero no así para las generaciones presentes, porque para ellos no hay significados. Sin embargo, para los fans adultos maduros es un verdadero acontecimiento de Añoranzas; lo mismo que eventualmente sucederá con las generaciones nuevas transcurridos el tiempo.

Es obvio que guarda un estrecha relación añoranza con nostalgia, pero nos equivocamos creyendo que las canciones que se programan en la Televisión son del interés de los muchachos de ahora, ¡pues no¡,ellos construyen bien o mal su añoranza del futuro con el ahora. Y pensar que cada generación siente vibrar el alma con los Hits Parade del momento.

De todos modos, sigamos recreando Añoranzas que son partes de las vivencias que trazaron nuestro destino en algún terruño y aunque la historia es irreversible, la mente humana las recrea con su poder mágico merced a la potencialidad de la imaginación del sujeto. Al parecer los autores de las letras son los nostálgicos, no de los artistas o compositores.