¿Qué es el Norte?, ¿qué son Europa y Estados Unidos? El Norte, en el marco de la matriz del poder colonial existente, no solo se refiere a una zona geográfica: constituye una idea acerca de lo humano, una idea que establece un ideal de lo humano. Por virtud de la centralidad que, en el contexto de la Conquista (a partir del siglo XV), adquirió lo europeo en el sistema-mundo construido vía la colonización, Europa/Estados Unidos es, asimismo, un dispositivo (epistémico/ontológico, geopolítico, histórico y cultural). No existe la neutralidad, por lo mismo, cuando pensamos en lo europeo/norteamericano en nuestro mundo moderno.

Cuando pensamos en el Norte, así las cosas, estamos respondiendo a ese dispositivo. Lo europeo es lo “viejo” en el contexto de la visión lineal de la modernidad que se refiere a viejo en el sentido de que “siempre” ha existido, es la sustancia histórica (Hegel). Es también, dentro de esa lógica, lo “civilizado” por cuanto “cuna” de la civilización e inteligencia humana: de Grecia hasta la modernidad. Lo europeo se entiende, de ese modo, como lo históricamente central. Así, naturalizamos (y hasta sustentamos “científicamente”) la división del mundo que nos presentan los mapas modernos: Europa/Estados Unidos centro y el resto del mundo periferia. Es decir, lo que queda lejos y es “extraño en tanto fuera de la normalidad occidental (vemos asiáticos o africanos con sus vestimentas tradicionales y nos parecen “raros” pues no es “normal”). Norteamérica, heredera de la sustancia europea, en cuyos territorios el sujeto-sustancia blanco europeo extendió su mundo, que adquiere centralidad desde el siglo XIX, se asume igualmente como parte de ese centro.

En los mapas actuales Europa y Estados Unidos se ven grandes en el centro, y el resto del mundo debajo y pequeño. Eso es ideología. Una ideología que se montó en las relaciones de poder que inauguró la colonización. Representa la división del mundo, y de la humanidad, en virtud de una línea de lo humano: en el Norte se “vive bien” y se aseguran derechos, y en el Sur es lo contrario. Estados Unidos, Francia e Inglaterra, países del Norte, pueden invadir, para llevar la “libertad”, países del Sur y, en el proceso de la invasión, matar decenas de miles (o millones) de personas de esas naciones invadidas. Nunca, por el contrario, puede ser al revés: el Sur legitimado a asumir la “liberación” o “humanización” del Norte.

En la geopolítica del poder de la modernidad hay unos países, con sus modos de ser, pensar, estar y vivir, así como su conocimiento, que son los que pueden enunciar y existir en el sentido de proyectar, más allá de su territorialidad específica, su mundo (su existencia auténtica diría Heidegger). Esto es, la utilización de la matriz del poder colonial (el privilegio de enunciación) para trasladar a las mentes de la gente del resto del mundo la idea de que el horizonte de vida norteamericano/europeo (el ser, estar, vivir y pensar occidental) es o bien lo único válido en el marco de lo humano/civilizado o bien lo superior por sobre otras formas de vivir y sentir la vida. 

En ese orden de cosas, reflexionemos sobre qué lugar ocupamos nosotros, países del Sur, en esa geopolítica y relaciones de poder. ¿Dónde estamos?, ¿qué podemos hacer?, ¿dónde comienza nuestra especificidad y dónde termina en comparación con la de los países centrales cuya especificidad -localidad provincial- se universalizó como lo normal en medio de la colonización europea del resto del mundo?, ¿puede un país como República Dominicana decidir si otro país es democrático y, si determina que no lo es, invadirlo contando con legitimidad legal, estructural y simbólica a nivel internacional?

Vivir en el Sur, en el Caribe, no es, por tanto, un evento únicamente de orden geográfico: tiene una carga histórica, racial, epistémica y geopolítica concreta. Tan concreta como lo han sabido los iraquíes, afganos y sirios, quienes han visto cómo, en nombre de una libertad y democracia que definen en el Norte, han invadido sus tierras y los han matado sin que ellos hayan podido decidir nada en ese proceso. Y cuando tratan de emigrar, para salvar sus vidas o huir del infierno creado en que viven, a los países desde donde salen los contingentes militares que los invaden, en las capitales europeas y norteamericanas, la gente “libre” y “civilizada”, los acusa de “amenaza” para la seguridad de las naciones desarrolladas del Norte.

El Norte y el Sur, en suma, son dos significaciones históricas/coloniales sobre lo que es, en el contexto de la Modernidad, lo humano/civilizado y su contrario (la lógica colonial opera en sentido maniqueo) la “barbarie/atraso”. Desde nuestro lugar-en-el-mundo, esto es, desde lo definido como el Sur, debemos cuestionar esa lógica y debelar el substrato epistémico, histórico y geo-político que la sustenta. O lo que es lo mismo, la deshumanización que implica.