Una vez, conversando con un banquero retirado, me contaba de su satisfacción de haber trabajado en “normalización” y me explicaba que el término quiere decir “llevar a condiciones normales lo que está en crisis o en problemas. Los clientes que están en esa situación necesitan ser atendidos, tener un seguimiento cercano, ver cómo se les pueden organizar las responsabilidades, los plazos y el flujo de efectivo, de manera que puedan salir de esa situación.  Es un trabajo que demanda mucho tiempo y por eso se libera al encargado habitual de esa carga, de manera que este pueda seguir en la calle, buscando nuevos negocios, que es lo que tiene que hacer”.

Los acontecimientos sucedidos a partir del domingo pasado están invitando a la sociedad en su conjunto a realizar una tarea de normalización, a dar una atención cercana a los actores y los procesos, a los financiamientos y a los resultados. Y lo primero ha sido, como decidió la Junta Central Electoral al otro día de la suspensión de las elecciones, aceptar el hecho de que en el corto plazo no se pueden prever, administrar y remediar las contingencias del voto electrónico

Es doloroso (y caro) llegar a esta conclusión después de que sucedieron los hechos, pero esta no es una situación exclusiva a la sociedad dominicana.  Escasas dos semanas antes, en la votación de las primarias del partido demócrata, en Iowa, se comprobó que la app diseñada para realizar y contar los votos no estuvo a la altura de las circunstancias.  Y eso se verificó en una votación a lo interior de un partido y con menos cantidad de votantes totales, puesto que participaban menos de 2 millones potenciales cuando en los comicios del pasado fin de semana podían hacerlo más de 7 millones de personas.  Como resultado, para el escrutinio en el próximo estado, New Hampshire, se revirtió al uso del voto con papel y lápiz.

Aceptar esta limitación al corto plazo implica gastos adicionales en impresión de boletas y en remuneración del personal que nuevamente velará por el adecuado orden en las mesas, razón para que se insista en hacer rentable como nación el uso de los aparatos electrónicos que pronto quedarán inútiles, sobre todo si se toma en cuenta la obsolescencia de estas herramientas.  Que ellas no sean destinadas a elecciones no tiene que decir abandonar toda preocupación por su uso. 

Para hacer menos onerosa esta pérdida, el aprendizaje no debe limitarse al cambio de sistema electrónico a manual.  A partir de las fallas humanas encontradas, también se puede insistir en definir claramente mejoras a los procesos que minimicen la posibilidad de fraude que, como la experiencia ha demostrado, no se limita a la dimensión electrónica. 

Ahora bien, en este paralelismo entre la respuesta que se les ha dado a los eventos del 16 de febrero y la frase del banquero citado al principio, lo que me parece más relevante es el comentario final: el proceso de normalización está dirigido a que se pueda trabajar adecuadamente. En este caso si hay multitud de declaraciones públicas, de manifestaciones frente a plazas y lugares emblemáticos es porque los ciudadanos están interesándose activamente en que la administración pública se dirija hacia una organización social que entienda y atienda las necesidades de las mayorías.