El nombre es probablemente el primer regalo que recibimos, no lo escogemos, lo escogen nuestros padres. Hay padres que eligen asignar nombres familiares que vienen cargados de expectativas y las transmiten a los hijos. Con esto les inducen a ser y a hacer de formas determinadas. Otros prefieren dar libertad de ser y de hacer y entregan nombres originales, ajenos al clan familiar y que no aten a sus hijos e hijas a obligaciones vinculadas a las generaciones anteriores.
El nombre dice mucho de quienes nos lo han puesto, representa a esa persona que lo eligió para nosotros, a la vez que influye en nuestra personalidad. Igualmente, el nombre es un reflejo de la sociedad, su historia, su cultura y su evolución. El nombre es el primer signo de identidad y el apellido nos ofrece sentido de pertenencia a un clan o familia.
El apellido surgió después, buscando diferenciar a quienes recibieron los mismos nombres. Así, de los pueblos de origen surgieron los primeros apellidos: Aristóteles de Estagira, Zenón de Elea, Aristipo de Cirene o Leonardo Da Vinci… Más tarde fueron identificados como “hijo de”, así el sufijo ez, como en González, Martínez o Rodríguez, señala que la persona es hijo de Gonzalo, de Martín o de Rodrigo. El equivalente en inglés es el sufijo “son”, que significa hijo, dando lugar a Richardson, Robertson, que señalan a los hijos de Richard o Robert. En árabe, suele utilizarse “bin” o “abin”, de manera que Abinader no es más que “hijo de Nader”, y Bin Laden el hijo de Laden. También se utilizaron los oficios: Zapatero, Herrero, Pastor; las características del lugar de procedencia: Ríos, Camposano, Arboleda, Prado; los colores: Blanco, Rojas, Rosado, etc. Aunque el nombre existe desde la prehistoria, no tenemos mucha información sobre los utilizados en ese período.
La gama para poner nombres es amplia, los puede haber “chocantes”, como Apple, a quien su madre Gwyneth Paltrow la llamó así por el tono rojizo de sus mejillas al nacer; nombres bíblicos, religiosos, inspirados en la mitología greco-romana, en la filosofía, la literatura o en personajes heroicos de la historia local o mundial. Décadas atrás era común revisar el almanaque de Bristol para tomar los nombres del santoral del día. Otros buscan nombres en las ciencias: uno de mis primos, hijo de un profesor de Química, fue nombrado Ión. No faltan quienes eligen nombres de celebridades de moda para sus hijos e hijas. Asi encontramos en el patio algunos tocayos de artistas populares de la música, el cine o la televisión; deportistas y hasta de dictadores, creando combinaciones altisonantes de nombres anglosajones con apellidos castizos. Algunas parejas crean nombres nuevos combinando los suyos.
En ciertas regiones del país se tiene la creencia mágica de que personas ajenas al entorno familiar no deben conocer el verdadero nombre de alguien, porque podrían hacerle algún hechizo o “trabajo” en su perjuicio. Por eso, podemos encontrar que el nombre de pila es Valentina, pero le llaman María. De esa manera “engañan” a las fuerzas sobrenaturales si alguno osa invocarlas para hacerles daño. En la historia recién pasada los dictadores imponían el uso de nombres de la propia cultura, prohibiendo el los nombres extranjeros o en otros idiomas.
Hay nombres tomados de personajes de novelas y series de televisión, que de repente abundan en las oficialías del estado civil. Algunos nombres de los personajes protagónicos son distorsionados y se aplican por fonología. Puedo recordar a “Estivoti”, tomado del hombre nuclear o biónico, Steve Austin, que fue encarnado por Lee Majors en la década de los 70s, y a Heisel, tomado de la serie Hazel de los años 60s. Igualmente recuerdo haber visto el acta de nacimiento de un dominicano a quien su padre declaró como “20 Mil”, lo que hizo para recordarse a sí mismo el fracaso al vender el animal con que se ganaba la vida en el campo para apostarlo en un número de la lotería donde se ganaría esa suma. Debería calificarse esta designación como abuso infantil? Qué papel deberán jugar los jueces de paz donde se reciben las inscripciones de nacimiento ante este tipo de nombres?
Por supuesto que tan pronto llegan a la escuela, estos niños y niñas con nombres extraños, se convierten en el centro de las burlas cuando se pasa la lista de asistencia en el aula, que de persistir, tendrá consecuencias en su bienestar psicológico. Es importante destacar que el nombre tiene un efecto en la autoestima y en la autoeficacia. Hay personas a quienes no les gusta su nombre, a veces lo ocultan tras un apodo o un segundo nombre, pues todavía la tradición heredada de España de utilizar dos nombres o más tiene vigencia en nuestro país. Lo mejor es cogerle cariño a su propio nombre, conocer su significado, comprender cómo esa diferencia le ayuda a destacarse en el grupo social, y sobre todo, darle carácter a través de sus actitudes, sus formas de comportarse y relacionarse con los demás. Es decir, agregarle valor a su nombre por un proceso de re-construcción o re-significación del mismo.
Por otro lado, conviene tomar conciencia de lo que significa nombrar un hijo o hija, pues llevará ese nombre durante toda la vida. Ser llamado por su nombre debería ser la más hermosa melodía para los oídos de quien lo porta, debe contribuir a su autoestima y su autoconcepto. Es cierto que los padres pueden entonar el nombre de sus hijos de manera muy diversa, y en ese tono se reflejan emociones y sentimientos… Amor, admiración, indignación o ira… así, todos sabemos cuando se nos llama la posible intención de ese llamado solo por el énfasis en el tono de voz utilizado, si viene con diminutivo o se incluye el nombre completo.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos consigna el derecho a la identidad, y ésta empieza por el nombre y apellido que se expresan en un documento personal, en el caso nuestro, primero el acta de nacimiento y luego la cédula de identidad y electoral. Contar con un documento de identidad da paso al disfrute de otros derechos, como el derecho a la educación, a la salud o al trabajo; y coloca en situación de desventaja a quienes no cuentan con él, lo que perpetúa su situación de pobreza y exclusión social… Para quien escribe, la más dolorosa forma de exclusión social.
En República Dominicana todavía hay personas sin documento de identidad, ya por negligencia parental o porque sus padres tampoco cuentan con ese documento. Esos dominicanos y dominicanas en términos legales no existen; sin una partida de nacimiento no tendrán tampoco un acta de defunción, por tanto, no habrá constancia de su paso por esta vida terrenal.
La Dirección General de Programas Especiales de la Presidencia de la República, DIGEPEP, en colaboración con la Junta Central Electoral desarrolló un programa de registro de nacimiento tardío que entre los años 2017 – 2019 logró documentar a 3,162 personas menores de 16 años y a 43 mayores de edad. Esa labor debe continuar porque no debe quedar un solo dominicano que no esté dotado de un documento de identidad.