Le preguntaba a un haitiano qué pasaba con su país y la respuesta fue la siguiente: yo no sé nada. Le había preguntado por lo que había sucedido con su fenecido presidente. La respuesta fue clara y tenía la intención de decirme que él tenía miedo.
No sé nada, argumentaba.
Quizás pensaba que aquí se había desatado una investigación y el no quería pensar que lo involucraran con nada. Mi pregunta fue hecha varias semanas antes del terremoto que estremeció a la vecina Nación. Pienso que si le preguntara ahora sobre lo que pasaba con su país, quizás me diría que allá todo “está difícil”.
No lo he vuelto a ver para preguntarle sobre el terremoto, pero a su hermano, hace ya un año, le pregunté por la catástrofe del 2010. La respuesta esta vez fue difícil y me dijo que él vivía en un campo. No había vivido el terremoto desde una pequeña población, pero igualmente me dijo que estaba aquí, de este lado este de la isla, cuando todo ocurrió.
Vivo en un campo, me dijo. Le pregunté que un campo dónde y me contestó que en Petion Ville. Luego de esta pregunta le inquirí sobre el pequeño radito. La respuesta fue antológica: por las noches, las emisoras nos entretienen.
En nuestra conversación –toda en español–, no le pregunté sobre la muerte de Moïse, pero sí me dijo que la ayuda se la cogían. Se refería a mi pregunta sobre la ayuda que enviaban los organismos internacionales.
Este, su hermano, es más político. No he podido preguntarle sobre Moïse, pero creo que también me daría una respuesta igual de esquiva que su hermano. Son, cómo negarlo, haitianos chivos.
Mi interés sería preguntarle qué ha sabido de Haití, porque sé –los he visto–, que tienen un radito donde escuchan las emisoras haitianas que los mantienen informados de todo lo que ocurre del otro lado. Evidentemente que usan los celulares, pero uno de ellos tenía uno prehistórico y otro lo tenía más moderno.
Entiendo que esas emisoras también son recibidas en esos celulares con la aplicación Tune In, que tiene muchas emisoras en idioma francés. Asimismo, creo que lo convulsionado de la situación haitiana requiere de un alto grado de compromiso periodístico que reconocemos en las agencias internacionales de prensa. Estas agencias, y podemos ver sus publicaciones, han cronometrado la cuestión haitiana, como diría Lepelletier de Saint Remy, durante años.
El haitiano amigo me dice que no sabe nada de lo que pasa allá como una forma de escapatoria. Quizás ha oído lo que otros propusieron: que el complot fue planeado en un hotel dominicano. Lo cierto es que los veo poco, pero tienen claro que no viven en un campo pobre sino en una capital que los ha acogido dándoles trabajo.
Haití necesita ser entendido. La catástrofe sísmica se profundizó con la tormenta Grace. Se espera que la comunidad internacional –y así nosotros–, ayudemos a la vecina nación en estos días de dificultades.