No sé si todo el mundo lo está escuchando, pero están tocando la puerta y parece ser que la evolución económica tiene intenciones de entrar a nuestro país y debemos decidir si queremos recibirla o no.
En estos últimos días, mi twitter, WhatsApp y correo electrónico se han visto bombardeados de opiniones encontradas sobre la implementación del servicio Uber en la República Dominicana. Esta efervescencia en la reacción de los medios y organismos reguladores no me sorprendió en lo absoluto, pues días antes había recibido una petición virtual de Uber UK a ser firmada por sus usuarios, respecto a las múltiples protestas levantadas por los “Black Caps” o “Taxis Negros” de Londres, al verse amenazados por el rápido escalamiento de la aplicación en el Reino Unido. Confieso, que como usuario asiduo de Uber tanto en los Estados Unidos, como en el Reino Unido (donde tengo dos meses viviendo), leí y firmé la petición a favor de los usuarios de la plataforma, pues de esta forma quedaría plasmada la voluntad de los consumidores que se ven beneficiados por este sistema.
Si de algo podemos estar seguros es que República Dominicana no es el único país reactivo ante la implementación de Uber. Reino Unido, Francia, India, Alemania, México, entre otras naciones, se encuentran enfrentando la misma bipolaridad de argumentos sobre esta plataforma. Y aunque para algunos sectores es un tema tortuoso y molesto, personalmente encuentro refrescante que se abra el diálogo sobre los nuevos sistemas de economía y cómo se deben enfrentar estos cambios significativos en el mercado relacionados al avance tecnológico. Es emocionante pensar que estamos tratando con una plataforma que impulsa a las legislaciones del mundo a hacer una introspección. Sin embargo, para esto debemos analizar el tema bajo un lente que nos proporcione una visión más global del asunto y debemos estar abiertos al potencial progreso en sectores importantes para la economía, aunque en el momento parezca “cuesta arriba”.
¿A cuál mercado nos enfrentamos?
Uno de los aspectos más importantes a tomar en cuenta es la determinación del mercado. Para poder contestar las reclamaciones de las instituciones y sindicatos de transportistas, primero es tarea de las autoridades de Competencia en el país pronunciarse sobre cuál es el mercado relevante al que pertenece este tipo de servicio y determinar si entra o no en el mismo cajón del mercado de Taxis. Cuando digo “es tarea de las autoridades de Competencia”, no digo que es tarea fácil. En la Unión Europea todavía la Comisión no se ha pronunciado al respecto, y la Suprema Corte de Inglaterra, se encuentra aún analizando las reclamaciones que han elevado sobre el tema, pues determinar un mercado conlleva una minuciosa investigación y asesoría económica con data certera, actual y confiable.
Algunas luces parecerían apuntar a que la similitud de los servicios es casi idéntica y que deberían pertenecer a un mismo mercado: es una compañía, que sirve de intermediaria entre el consumidor y el chofer, y tiene como objetivo llevar a los usuarios hacia una localidad específica, por un precio determinado y una comisión. Sin embargo, la plataforma digital es lo que hace interesante esta determinación y lo que ha obligado a las diferentes autoridades a limitar mercados más específicos. Si analizamos el público consumidor de Uber, no necesariamente es el mismo de los taxis convencionales o del transporte público. Si no tienes un Smartphone no puedes solicitar un Uber y esto lo restringe a una clase social con acceso a este tipo de tecnología. Por igual, si tu celular no tiene data o acceso a internet, tampoco podrías tener acceso a esta plataforma, sin embargo, desde un teléfono público puedes llamar un taxi sin inconvenientes. Por estas y muchas otras razones los economistas tendrían que analizar si el cambio entre consumidores de un servicio u otro es significativo, para poder determinar si pertenecen a un mismo mercado o no.
Según algunas autoridades extranjeras en materia de competencia, este tipo de negocio entra dentro de lo que llamamos “Sharing Economies” o “Economías de Consumo Colaborativo” que surgen con la creación de negocios innovadores basados en que personas físicas, comunes y corrientes, puedan recibir ganancias por ofrecer productos y servicios utilizando/compartiendo sus propios bienes. Algunas de las empresas que se encuentran dentro de este tipo de economía como Airbnb y Uber, han alcanzado un crecimiento exponencial internacional y han obligado a los organismos de competencia a reconocer la existencia de esta nueva forma de hacer negocios.
La Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos (FTC por sus siglas en inglés “Federal Trade Comission”) expresó en Junio de este año que el crecimiento de las Economías de Consumo Colaborativo puede estimular la economía “alentando el emprendedurismo y promoviendo un uso más productivo y eficiente de los activos”, y esto nos lleva a uno de los temas más importantes: el impulso de la innovación.
Un empujón a la innovación
Es muy fácil innovar en un mercado cuyos competidores se encuentran sentados haciendo dinero con el mismo sistema que han tenido por décadas, cubriendo los costos fijos, llegando a acuerdos sindicales y evitando invertir en innovación o publicidad, porque simplemente no lo necesitan. No es por nada, pero es increíble que la mayoría de los taxis en República Dominicana ni siquiera toman tarjeta de crédito como en otros países, pues no se ven en la necesidad de cambiar su manera de hacer negocios.
Esta potencial competencia que presenta Uber, es el empujón necesario para despertar en el sector de transporte dominicano un incentivo a la innovación. Como es natural, va a existir oposición y escepticismo frente al cambio, pero esto sólo significa que representa una real amenaza para el sector, pues los está retando a que salgan de su zona de confort y comiencen a competir (esto en caso de que se entienda que son competidores en un mismo mercado). En algunos países de Europa ha estimulado a los gobiernos a emplear plataformas digitales similares para facilitar el acceso al transporte público.
Puede que para el pueblo dominicano todo este tema de la Competencia sea como “el Unicornio” del Derecho, muy bonito e impresionante pero no más que una fantasía. Esto lo entiendo y en parte comparto, pues no hemos todavía presenciado el potencial que tiene esta área del derecho en nuestro país, y resulta muy frustrante ver cómo es taponada por los intereses de unos cuantos. Sin embargo, tenemos una ley y la misma nos dice que su objeto, su primer artículo, su norte es “promover y defender la competencia efectiva para incrementar la eficiencia económica en los mercados de bienes y servicios, a fin de generar beneficio y valor a favor de los consumidores y usuarios de estos bienes y servicios en el territorio nacional”. Y este tipo de innovación no hace más que impulsar una mayor eficiencia en servicios estancados. Nuestra economía implora a gritos esta seguridad jurídica de protección; y hasta no conseguirla, la innovación y el emprendedurismo, seguirán estancados en los negocios y mercados tradicionales.
Finalmente, la realidad es…
… que quiéranlo CONATRA y el CART o no, la tecnología hizo un sprint más rápido que la legislación, y le toca a esta última alcanzar a esos avances tecnológicos para llegar juntos a la meta. La legislación tendrá que cambiar, y deberá adaptarse a estos nuevos modelos de negocios si queremos progresar al mismo nivel que las naciones a las que aspiramos alcanzar. Y ¡sorpresa! No seríamos los primeros en hacerlo.
Pero además de que la tecnología y los avances en el comercio digital demandan un cambio legislativo, ni siquiera la legislación actual podría sostener algún impedimento para que Uber se instalara en el país. Me pareció curioso leer que Antonio Marte dio una declaración pública diciendo expresamente que “… donde quiera que veamos un chofer dando un servicio de taxi a través de Uber, lamentablemente le vamos a cerrar el paso. No lo vamos a dejar salir”; yo quisiera saber qué potestad o qué mecanismos le dan el poder al CONATRA para siquiera pensar la posibilidad de esta reacción. A fin de cuentas, al momento de colocar las luces en ProCompetencia e intimar a que se lleve a cabo una investigación al respecto, se pueden encontrar más atentados a la Competencia en los acuerdos sindicales y las fijaciones de tarifas que en la implementación del mismo Uber. Y esto me lleva a preguntar ¿cuál sería la diferencia entre un sindicato y un cartel ante los ojos del Derecho de la Competencia?
Mientras tanto, la ley 76-00 no es suficiente para impedir el funcionamiento de Uber en la República Dominicana, pues ni siquiera define lo que es y abarca el servicio de taxi. No podemos simplemente asumir que Uber entra en ese mismo mercado, y en este caso, la duda debería beneficiar a la innovadora compañía. Sin embargo, me alegro que exista un diálogo abierto sobre este tema y sobre temas de Competencia en general. Por lo que invito a economistas, transportistas, legisladores y abogados a que sigan aportando información al tema y quién sabe, quizás podamos llegar a obtener resultados antes que las grandes potencias que todavía se encuentran dilucidando el alcance de este tipo de negocios.
Mi última reflexión es que no le estrellemos la puerta en la cara a la evolución.