A mi me gustan las pelirrojas. No se porque, es algo que se me hace imposible explicar. Pero cada vez que veo una, algo dentro de mí se enciende. Mis pupilas se dilatan, mi temperatura aumenta, sangre fluye a sitios extraños. Es una gran sensacion, y creo que la necesito para romper la timidez que me caracteriza y poder acercarme a hablar con ellas.
Esto es algo normal, todos tenemos gustos especiales. Sentimos alguna que otra fascinación específica. La sexualidad es asi de extraña, adora ser interesante, dinámica, jugar con nuestras mentes y bailar con nuestros cuerpos.
Es por eso que tienes ese amigo que le fascinan las gorditas, o aquella que se vuelve loca cuando ve un negro. Mi ex nunca lo va a admitir pero le encantaba cada vez que me rasuraba la cabeza. A nadie le importa la causa de estas atracciones, todos simplemente los disfrutamos.
Eso es hasta que nos encontramos con mi vecino Rubén, quien es abiertamente gay… El no se merece la misma dicha, sus gustos no son aceptables, al contrario, merecen ser reprochados y criticados. Pero ¿Por que? ¿Cual es su error? Hablemos un poco de Rubén.
Ustedes no lo conocen, pero el es normal. Vive con su primo, trabaja en un banco y sueña con ser ingeniero. Tiene un perro llamado coqui y siempre invita la primera ronda de cervezas. Un tipo jevi, divertido, de los que te pasan a buscar cuando se te queda el carro por gasolina.
Lamentablemente nada de eso importa, todas sus grandes cualidades y aptitudes toman un segundo plano tan pronto su preferencia es revelada. El deja de ser Rubén, y se convierte en el amigo gay. Es un desperdicio ver una persona compleja e interesante, lleno de experiencias y sueños. Y reducirla a su sexualidad.
Lo triste es que el sufre este castigo por algo que está fuera de sus manos. El no puede controlar cómo se siente al ver a un chico apuesto, de la misma manera que yo controlo cómo mi cuerpo reacciona cuando veo a Nashla Bogaert o Hony Estrella en la TV.
Somos esclavos de nuestros gustos y negarlos es tragico e inutil.