Según he leído, una vez que siembras un bambú japonés este tarda hasta 7 años para dar señales de crecimiento. Luego de ese tiempo, en solo seis meses puede superar los 30 metros de altura, mostrando todo su esplendor y llenando de satisfacción a su sembrador. Quien no conoce esta particularidad, sin duda se impacientará sin saber que efectivamente el árbol siempre estuvo creciendo, solo que lo hacía en sus raíces. El bambú es tomado muchas veces como parámetro de flexibilidad y fortaleza. La laxitud de sus troncos, que pendulan de un lado al otro a la par del viento, exhiben por igual mucha firmeza y le confieren una muy merecida admiración. Nada de esto sería posible sin el sistema de raíces que se formaron previamente y que permiten, precísamente, que el bambú sigua desarrollándose por muchos años más.

Pienso en esta planta y de inmediato me viene a reflexión el fenómeno social denominado Marcha Verde. Surgen muchas preguntas en torno a todo lo que respecta a este grupo, que no es más de una compilación de colectivos ciudadanos -unos con más data que otros-, que han decidido unir esfuerzos en miras a luchar contra el sistema de impunidad que padece el país. Muchas de estas cuestionantes tienen propósitos mezquinos y tendenciosos por demás; de hecho, mientras el movimiento parece adquirir fortaleza y carácter, el cerco luce más cerrado y no falta quien asegure que tras sus voceros se esconden personalidades y poderes con intereses espúrios y mezquinos. Hay otras inquietudes tan útiles como necesarias, y que será importante atender en su momento.

Recuerdo bien ese día veintidós de enero. Cómo podría olvidarlo si vi a miles de compatriotas caminando hacia el reclamo de sus derechos. Días antes y después muchos preguntaron: ¿Qué se logra con una marcha? ¡…eso no resuelve nada! Otros decían: -Y ahora, ¿qué sigue?-. La impaciencia y nuestra tendencia a exigir resultados inmediatos nos juega en contra, y los poderes políticos han sabido utilizar muy bien esta caracterísca. Los que están desgobernando esta media isla no contaron con lo que ocurrió ese domingo, y puede que lo que pase en lo adelante les sorprenda.

La Marcha Verde no es poca cosa, sino todo lo contario. Y es justo así por muchos motivos; uno de ellos es el poder que le ha otorgado la ciudadanía, que ha visto en ella su voz, su grito. Personas que no tenían claro qué hacer, que por mucho tiempo se convencieron de que "esto no tiene arreglo" y ahora empiezan a sentir que sí, que pueden manifestarse y conciben el cambio como algo posible. Otro motivo es la aceptación de lo que la experiencia nos ha demostrado: que los métodos tradicionales ocupados hasta la fecha no han dado resultado alguno, y que gran parte de la confianza del sistema político tradicional actual, es que que cuentan con el cansancio, la indiferencia y la fatiga social para poder continuar con sus travesuras corruptas. Lo hacen generando ruidos que son para ellos la norma, como la fabricación de información, la estrategia de la distracción, la traición, la compra de voluntades y la prostitución de la conciencia y los valores de los dominicanos, a base de hambre y miseria. Pero todo esto está cambiando. La Marcha Verde es el pueblo y el pueblo se está enterando.

En mucho tiempo no se veía a tantos sectores de tan diversos discursos unidos por un mismo tema: la corrupción, la impunidad. Pero no estoy diciendo algo que otros analistas no hayan dicho ya. La importancia que quiero destacar es el escenario político en medio del cual este movimiento hace su aparición.

Aunque hay quien insiste en resucitar muertos más allá de las lindes del PLD, el ambiente político con el que contamos hoy día carece de liderazgo serio y de calidad. Esto no es nuevo y fue estratégicamente pensado y diseñado frente a nuestras propias narices. El PLD ha operado como una especie de proxeneta y a fuerza de papeleta ha seducido a diestra y siniestra, perpetrando el más grande secuestro al Estado dominicano en toda su historia, desde los tiempos de la dictadura. Por eso el país es como su parque de diversiones, y es de entenderse el enunciado aquel de "mi congreso, mis senadores…bla, bla, bla…" Las propuestas emergentes como Opción Democrática y Alianza País prometen poco porque no terminan de entender la política que necesita el país en este momento. Insisten en replicar métodos que antes funcionaron, pero que ahora solo representan gasto y frustración.

Y el tema no es que la Marcha Verde se constituya en partido político, como muchos sugieren con ánimos de desvirtuar los propósitos del movimiento. Aquí el asunto es el papel trascedental que la Marcha Verde está jugando en este momento histórico de nuestra mal llamada democracia. De los actores asumir su papel y jugar el rol al que estan llamados, este tiempo supone una transformación sin precedentes para la sociedad dominicana. Y lo será porque la ciudadanía actual es distinta, y aunque sea iluso de mi parte, me parece que la cultura de isla está cambiando lentamente hacia una de mutuales.

Afirmo que Marcha Verde es raíz, y junto con ella, se está tejiendo un futuro diferente para la nación. Todavía no está claro quién o quiénes podrían tomar en sus manos las riendas para una verdadera democracia, pero que cada vez somos más los que permanecemos en vigilia y no descansaremos hasta obtener resultados satisfactorios. El reto es enorme, ¡gigantesco!, proporcional al daño hecho al país por décadas, tanto en términos morales como económicos. Los escándalos destapados este último lustro han dejado expuesta una herida social honda con la que no es posible avanzar más. Y esto hay que tenerlo muy claro, para no perder de vista la diana de esta empresa. Quienes se aprovechan de la bravura social del momento para el canje gratuito de beneficios políticos, no se hagan mucha ilusión; el pueblo ya les conoce, sabe sus rostros, y además sus acciones pasadas y presentes -o la falta de ellas- les delatan.

Tal y como ocurre con el bambú japonés, toda transformación social toma tiempo. Esta jornada no es para cobardes, impacientes, insensatos, ambiociosos, inmorales, perversos, maquinadores de agendas ocultas, traidores, mediocres con ansias de lucro. Esta lucha implica paciencia, compromiso, verdad, fortaleza moral y espiritual, egos controlados, pies bien aterrizados y la mirada fija en el objetivo, sin descuidar los sucesos del camino para cuidar el proceso completo. Por sobre todo, es imperativo el amor por el país. Cultivando todo lo anterior y unidos, podrán venir fuertes vientos y aún así lograremos la fortaleza necesaria para menguar los daños, de haberlos, y continuar todavía más fuertes.

La próxima cita con el pueblo es mañana domingo. ¡Nos vemos en Santiago!