De muchas cosas de las que soy o hago como persona pues no me creo responsable de ello porque creo que mi vida y mi comportamiento vienen impuestos en la mayor parte por el llamado determinismo, corriente filosófica que pregona que venimos al mundo condicionados por diversos factores de antemano como el genético, el temporal, el geográfico, el ambiental, el religioso, el psicológico y otros más.
Por ejemplo, yo estoy determinado por la composición genética de mi cuerpo en la que no he tenido nada que ver con esas cosas raras de los cromosomas, la recibí por pura herencia. Por ende no soy responsable de tener buena o mal salud básica, de ser alto o bajo, de ser fuerte o débil, de ser inteligente o estúpido, de ser loco o cuerdo, de ser santo o asesino serial, de vivir poco o mucho tiempo.
Tampoco lo soy de haber nacido en una u otra época. Nací cuando nací y en medio de circunstancias sociales que moldearon mi vida y mi comportamiento en gran manera. Tal vez me hubiera gustado venir al mundo quinientos años antes cuando el planeta todavía estaba por descubrir o mil quinientos años después cuando los seres humanos vencieron definitivamente a la muerte.
Tal vez no hubiera querido nacer si supiera que moriría al caer desde un andamio del veinteavo piso de un edificio en construcción, o reventado en mil pedazos por una bomba en una maldita guerra. Nadie me informó de cómo sería mi existencia, si sería afortunada o desgraciada.
Nací obligado, sin que nadie me pidiera permiso para ello, en un país, una época, y una familia por pura casualidad, sin poder decidir si me convenía o no. No es lo mismo nacer en una familia provista de todo, biberón lleno, pañal limpio y futuro asegurado, que en otra que al cumplir los diez años de edad y como regalo te den una lata vacía, una caja de betún medio llena, un cepillo usado y te manden a la calle a ¨buscártelas¨ lustrando zapatos o pidiendo limosna.
También nací en un contexto religioso impuesto, el católico, como podía haber sido protestante, budista, sintoísta o animista, que moldeó una gran parte de mis creencias, de mis temores, de mi forma de ser y de ver las cosas con mayor o menor óptica de aceptación o rechazo. O de crecer en un ambiente psicológico de intolerancia como cuando existió la ¨santa¨ inquisición, la de los tormentos y de las hogueras que calcinaban a los ¨herejes¨, o de la tolerancia de los países bajos de la edad media donde se refugiaron miles de personas con otras ideas diferentes y avanzadas para no ser quemadas o decapitadas en los lugares de su nacimiento.
O en una Alemania nazi de los años 30´ y 40´en cuyo imaginario predominaba la supremacía racial aria y que muy posiblemente estuviera como un fanático más entre millones levantando el brazo derecho y haciendo las hurras de ¨heil Hitler¨, o quemando establecimientos de judíos o participando en la noche de los cuchillos largos.
Tampoco es lo mismo nacer en un país de tradición pacifista y de progreso como Suecia que en la Ruanda Burundi de hace algo más veinte años, las de los terribles genocidios entre las etnias utus y tutsis que en poco más de tres meses dejaron unos ochocientos mil muertos a puros palos y machetazos.
Como estamos viendo no soy responsable de lo que he sido, soy, o seré, la sábana de cama con la que nací no dio para estirar más, pero me siento afortunado de haber nacido en un país maravilloso y complejo llamado Catalunya, en el seno de una familia trabajadora y con muchos valores morales, de tener una esposa, hijos, y nietos, de los que me siento muy feliz, de contar con amigos de verdad en los que se puede confiar.
De vivir desde hace casi medio siglo en un país tan peculiar llamado República Dominicana del que dice tan acertadamente el dicho ¨es el país de María Santísima, donde a la casualidad le llaman chepa, al peso tolete, y el día más claro llueve¨. Más claro y contundente, verídico y divertido, imposible. Y si no escribo como el amigo García Márquez ya saben que no soy culpable, lo es ese travieso factor llamado Determinismo.