El inicio que marcó la inconformidad que se siente indiscutiblemente en estos días no está claramente definido. No puedo identificar si fue durante el gobierno del expresidente Leonel Fernández, si fue durante los últimos años del mandato del presidente Danilo Medina, si fue con el nacimiento de la Marcha Verde o si es simplemente la existencia prolongada de la dinastía del Partido de la Liberación Dominicana. Lo que sí sé es que en los últimos años se han dado situaciones que provocan razones más que suficientes para justificar la molestia que sentimos como pueblo dominicano.

Corrupción e Impunidad: En el 2016 se desató la crisis política en Latinoamérica por el monstruo de la corrupción impulsado por una empresa de construcción brasileña. Al día de hoy, en múltiples países de la región se han llevado a cabo investigaciones severas. En Panamá hubo más de 70 imputados y en Colombia más de 70 investigados. Estos procesos involucran funcionarios de todos los rangos, ministros, exfuncionarios, expresidentes y presidentes de diferentes países, como Perú. En nuestro caso, en donde la empresa de construcción admitió haber pagado más de $92 MM de dólares en sobornos en el país, seguimos con un proceso abierto, cero condenas y cada día menos imputados. La impunidad y la corrupción se vieron obligadas a salir drásticamente a la luz y al pueblo no le quedó de otra que verlo a la cara.

Servicios básicos fallidos: En el 2017 se hizo noticia la muerte de 14 recién nacidos en un fin de semana en la Maternidad Nuestra Señora La Altagracia debido a una falta de incubadoras. El Colegio Médico Dominicano denunció estas penosas muertes, resaltando que colocaban hasta 5 recién nacidos por incubadora y 3 madres por camilla. Una muestra más de un sistema de salud pública fallido. Esto no es más que un abuso.

Delincuencia: En enero del 2018 la delincuencia me tocó de cerca. Mi abuelo paterno fue apuñalado por unos jóvenes en la puerta de su casa en la Zona Colonial. Un señor de 87 años que se dedicaba a atender pacientes en sus consultas médicas de forma gratuita, para ayudar a las personas que se encontraban a su alrededor, culmina su tiempo en la vida terrenal de una forma en que nadie hubiese querido terminar. Esto no solamente me dolió a mi, ni a mi familia, sino que también le dolió a todo el que entendía que no fueron esos jóvenes que acabaron con la vida de mi abuelo, sino el problema de la delincuencia que crece día a día en nuestro país.

Medio Ambiente: En el 2018 iniciaron las denuncias de que en el parque nacional Sierra de Bahoruco estaban construyendo caminos agrícolas, los cuales luego formaron parte de unas siembras de aguacates para exportación, violando la Ley General sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales Núm. 64-00. La tremenda sorpresa se la llevó el pueblo cuando salió a la luz que estas siembras pertenecían a un familiar del presidente Medina. Estas siembras, según las denuncias de ambientalistas como Ariel Contreras y Grupo Jaragua, están directamente relacionadas a la sequía del río Mulito, noticia que se hizo viral en las redes sociales. Como si fuera poco, la “brillante” idea de invertir millones y millones de dólares en una central termoeléctrica en la provincia Peravia fue un golpe nefasto para la preservación del medio ambiente dominicano. ¡Una planta de carbón! En un país que tiene tantas oportunidades geográficas y climáticas para invertir en energía renovable por el mismo o un menor precio que lo que costó esta planta que todavía al día de hoy no está operando como se prometió.

Libertad de expresión: Ya para el 2019 el “vaso” de la paciencia del pueblo dominicano se iba llenando. Las distintas represiones directas e indirectas a periodistas que han surgido en los últimos meses no tienen nombre ni apellido. Parece ser que los únicos medios de comunicación que no están restringidos son los que les celebren todo al gobierno de turno. Es tan obvia la intervención del “poder” en estos casos que no se puede justificar las consecuencias. Creo que aquí es donde la indignación se empieza a sentir. El pueblo ya estaba inconforme. Estas son solo algunas de las situaciones que se me ocurrieron en el momento, pero todos sabemos que la lista es un “poco” más extensa.

Luego llegó el 16 de febrero del 2020. El día cero. Día de las elecciones municipales en donde la gran mayoría de las personas estaban ansiosas por ejercer su derecho al voto. Me dirigí a mi colegio electoral alrededor de las 10 de la mañana y me fue imposible votar porque este no había abierto debido a los problemas que tenían las máquinas de voto automatizado. Llegando a mi casa, 11 de la mañana, observo detenidamente la rueda de prensa del presidente de la Junta Central Electoral al anunciar en televisión nacional que las elecciones quedaban suspendidas ¡Nunca antes visto! Poco se imaginó el gobierno de turno que esta rueda de prensa despertaría la energía, indignación e inconformidad que, por las anteriores y más razones, tenía muchos años “cocinándose”; pero mucho menos les hubiese pasado por la cabeza que quienes impulsarían lo que hoy es una protesta a nivel nacional e internacional sería impulsado por los jóvenes dominicanos.

Un conocido me contactó hoy para dejarme saber que, sabiendo que había participado en la protesta en el día de ayer, él entendía que protestar era “echarle leña al fuego”. Hoy escribo esto porque no. Porque eso no es así. Porque echarle leña al fuego ha sido querer clasificar a la juventud y decir que “los popis no votan”, echarle leña al fuego fue lanzar bombas lacrimógenas a los jóvenes que protestaban pacíficamente, echarle leña al fuego fue quitar las banderas luego de que los protestantes las bajaran en el día de ayer a media asta porque el pueblo siente que ¡está de luto!, echarle leña al fuego ha sido imputar al técnico de Claro y al coronel como “cómplices” sin decir cómplices de qué, ni de quién. ¡Ustedes – el Poder – son quienes han echado leña al fuego! Y esto era lo que necesitábamos para que el pueblo se diera cuenta de que no los queremos más, que ya no más, que el pueblo se hartó, y que #SeVan.