Los estudiantes de los colegios dominicanos aprenden más que los de las escuelas estatales, porque:

  1. los centros de gestión particular son mejores instituciones (enseñan más) que las escuelas públicas;
  2. los estudiantes de los colegios privados tienen un coeficiente de inteligencia más alto, mayor capacidad intelectual que los de las escuelas públicas;
  3. la población estudiantil de los colegios privados proviene por lo general de hogares de mayores ingresos y más educación: disfrutan de tutorías remediales, actividades de aprendizaje musical y artística, deportes, danza, campamentos de verano, eventos culturales, clases de inglés, acceso directo a libros e internet, y un largo etcétera de otras ventajas en su formación, pagadas por las familias en los centros educativos o fuera de ellos.

El informe de los Resultados de la evaluación diagnóstica nacional de sexto grado de primaria (2018)” revela que los estudiantes del sector privado en promedio obtuvieron 325 puntos en las cuatro materias evaluadas, mientras que, en comparación, los alumnos de las escuelas estatales apenas alcanzaron 294.25 puntos, para una significativa diferencia de unos 30.75 puntos en promedio. Pero, resulta que los alumnos pertenecientes a familias del Q5* (aproximadamente el 19% más privilegiado), superaron ligeramente el puntaje de los estudiantes de colegios privados, al alcanzar un promedio de 326.5 puntos. Es interesante ponderar que apenas el 18.5% de los estudiantes de sexto grado del sistema asiste a colegios, perteneciendo una alta proporción a familias del Q5, aunque el informe no precisa este tipo de información. ¿Implica este dato que los pocos estudiantes del Q5 en las escuelas públicas lograron mejor desempeño que los alumnos de los colegios privados? Eso parece, pues el índice académico del Q5 es superior al de los colegios, y evidentemente es por los resultados de los pocos estudiantes de escuelas estatales que provienen de familias del Q5, confirmando la fuerte correlación entre el desempeño académico y nivel socioeconómico.

En contraste, los estudiantes del Q1 (prácticamente en su totalidad asistiendo a escuelas estatales) apenas llegaron a 287.5 puntos en promedio, 39 puntos por debajo del Q5, y 7.5 puntos menos que el promedio de todos los alumnos de las escuelas estatales en su conjunto. Esta brecha es aún más dramática que la evidenciada en la prueba diagnóstica de tercer grado del 2017, que reflejó una diferencia de 33 puntos entre el Q1 y el Q5, aumentando la brecha 6 puntos en lugar de disminuir a medida que los niños se escolarizan.

El nivel socioeconómico de la familia del estudiante se correlaciona con el desempeño académico de manera más fuerte que cualquier otro factor analizado en el informe oficial: género, zona, sector y duración de la jornada escolar.  Y por el momento, no hay evidencia de una disminución de la brecha como resultado de los años adicionales de escolarización. Entonces, es lógico indagar si el “buen” desempeño de los colegios obedece a una mejor gestión pedagógica (mejores maestros, materiales educativos, etc.) o, en grado significativo es resultado de las características de las familias de los estudiantes que pueden pagar, y en efecto pagan por la educación de sus hijos: el soporte que le dan en el hogar y los recursos que emplean fuera del centro escolar en su formación. ¿Se debe el “pobre” desempeño de los alumnos de las escuelas estatales en gran medida a que estas acogen sin cedazo a los estudiantes de familias de menores recursos, sin ellas tener muchas posibilidades de apoyar proactivamente a sus vástagos en los estudios? Y sabiendo que es así, ¿no debemos intervenir para nivelar el terreno y potenciar que los alumnos provenientes de los primeros tres quintiles puedan triunfar en la escuela y en la vida?

Estamos profundizando la brecha con el actual modelo que mantiene el esquema de las familias que más tienen sirviendo a sus hijos con la cuchara grande (es el instinto maternal/paternal), sin que la sociedad reaccione con medidas compensatorias para los que llegan a las escuelas con grandes desventajas socioculturales y carecen de ese fuerte apoyo familiar que se necesita para triunfar. Las autoridades educativas se han concentrado en destacar que el desempeño de los alumnos de las escuelas con jornada extendida supera a los de jornada matutina en promedio por 2.75 puntos, pero esta diferencia es insignificante al compararla con la brecha por estrato socioeconómico de casi 40 puntos, y, de hecho, gran parte es atribuible a la diferencia en los resultados por zona. La mayoría de la población en tanda extendida es urbana, y la brecha en resultados entre zona rural y urbana es de más de 10 puntos en el promedio de las cuatro materias evaluadas, mucho más que entre jornada matutina y extendida.

La realidad es que, hasta la fecha, la jornada extendida ha tenido poco impacto en la calidad de los aprendizajes. En definitiva, la jornada extendida tiene el potencial de convertirse en un factor significativo en la mejora de los aprendizajes, pero se requiere aprovechar el tiempo y los recursos adicionales para implementar programas especialmente diseñados para compensar las desventajas de los alumnos provenientes de los primeros quintiles. Es preciso aprovechar la oportunidad creada por el tiempo adicional de la jornada extendida para innovar pedagógicamente, supliendo a los estudiantes desaventajados socioeconómicamente lo que las familias del Q5 dan a sus niños, y hacerlo con calidad y a bajo costo. No es tarea fácil, pero no solo es posible, es imprescindible, si queremos mejorar la eficiencia y el desempeño del sistema educativo dominicano en su conjunto, al tiempo que potenciar la movilidad social que la sociedad necesita para su mejor desarrollo.

*Nota: En el citado estudio se utiliza la palabra quintil para dividir la población en cinco grupos de acuerdo con el criterio establecido, pero no con el mismo número de individuos, como es costumbre cuando se habla de quintiles de ingreso.