Profundo y estremecedor asombro, cuando se pensaba que habíamos perdido la capacidad de sentirlo, es lo menos que produce leer en la prensa las declaraciones de un alegado hermano de Rafael Antonio Díaz, alias Buche, señalado como principal perpetrador de la muerte a tiros en Baní, del coronel de la Policía Daniel Ramos, cuando con toda tranquilidad, muy quitado de bulla como se dice popularmente, afirma que el punto de drogas manejado por su acusado pariente “es el mejor en Baní”. Se refiere como es obvio a que resulta el de mayor volumen de venta en la ciudad donde asegura que la droga es libre y adquirirla es como ir al mercado.
Hace el relato con extraña y hasta un tanto ingenuo descaro, como si estuviere hablando acudir a un negocio cualquiera, un colmado o supermercado, una ferretería, un dealer de autos u otro de los que operan dentro del margen de la ley, y no de una actividad ilícita y supuestamente perseguida por autoridades. Quizás precisamente lo hace por la complicidad que atribuye a estas de manera expresa y descarnada.
Jesús Peña, que así se nombra el alegado hermano de “Buche”, asegura que este es inocente del hecho que se le imputa, el cual atribuye a todo un complot orquestado por los competidores de su hermano con la finalidad de apoderarse de su atractivo negocio.
Peña asegura que en la muerte del coronel Ramos participaron como cómplices los dos altos oficiales que lo acompañaban, los cuales no pusieron el menor empeño en defenderlo ni repeler la agresión. Por el contrario abordaron el vehículo en que habían llegado al punto de drogas, abandonando a su baleado compañero y escapando indemnes del atentado, todo lo que hace suponer que este estaba dirigido de manera específica a la víctima.
Su testimonio coincide y corrobora el ofrecido por el senador banilejo Wilton Guerrero al referido hecho. Este ha sido un consistente denunciante de la alegada convivencia entre los traficantes de drogas y oficiales y miembros de la policía y la DNCD en la localidad, quienes recibirían un cuantioso peaje semanal para tolerar y proteger sus actividades criminales.
Lo peor de todo este entramado delictivo es que el mismo se reproduce a nivel nacional. No es exclusivo de Baní. Son miles los puntos de venta de drogas que operan a nivel nacional. No sería posible de no contar con la anuencia de al menos parte de las autoridades encargadas y obligadas a perseguirlos y desmantelarlos. Un negocio que además de resultar escandalosamente lucrativo, está asociado a altos niveles de violencia criminal.
Este mismo martes en La Romana, otra localidad minada por el narcotráfico, aparecieron los cadáveres de tres individuos, dos de ellos calcinados dentro de una jipeta a la que incendiaron los autores del crimen, y el tercero en la maleza a corta distancia, posiblemente en un vano intento por escapar de sus ejecutores. Las características son similares a la que como si fuese marca de fábrica presentan las frecuentes ejecuciones llevadas a cabo por sicarios (por dominicanos, ya no es necesario importarlos) que trabajan para las ramificaciones locales de los poderosos carteles internacionales de la droga.
Mientras tanto, ya ocupamos sitio con nombre propio y letras mayúsculas en la lista de los países que son utilizados de preferencia para el trasiego de drogas provenientes de Colombia y Venezuela con destino a los Estados Unidos y Europa; el micro-tráfico gana mas y mas espacio en los barrios y comunidades; una cantidad cada vez mayor de jóvenes se involucra en el negocio de las drogas; aumenta el consumo local así como la cantidad y gravedad de la delincuencia asociada; y el poder corruptor de la droga va expandiendo sus tentáculos de forma indetenible hacia todas las instancias de poder y las actividades del país desde la política hasta la economía, al punto de terminar por verla como el hermano de “Buche” como una actividad normal de la que se puede hablar libremente. Y hasta en algunos casos, llegar al punto de considerar a los capos locales como hombres de bien y “benefactores” en sus respectivas comunidades, al punto de ser merecedores de cobijar su seguridad y su vida bajo el manto protector de la misma Virgen de La Altagracia.