“Como ex política, sé lo difícil que puede ser dejar de lado la política.

Pero no podremos simplemente volver a la economía "normal"

cuando la pandemia #COVID19 se haya terminado.

Esa es la principal lección que podemos sacar de esta crisis.”

Michelle Bachelet

La más evidente de las lecciones que nos deja el Covid19 es que sin duda alguna la vuelta a la economía “normal” no será posible. Previo a la llegada de la pandemia no había siquiera posibilidad de imaginar ninguna de las medidas tomadas por los gobiernos.

En el marco de la idea democrática y progresista, la necesidad de la reflexión pandémica nos convoca a poner atención a la historia, a la política y a la economía que no tienen ninguna posibilidad de “desescalada”. En esta inaugurada “covidianidad” habrá nuevos conceptos, habrá incertidumbre, pero también nuevas certezas que exigirán a su vez nuevas conductas. Para enfrentarlos probablemente sirva de ayuda recordar “la imaginación al poder” de los estudiantes franceses pues se trata de abandonar el rincón al que fue lanzado el progresismo por una soberbia neoliberal que se aventuró a anunciar hasta el fin de la historia y que consiguió lamentablemente que olvidáramos la nuestra.

En un artículo publicado hace poco por un docente aparentemente ligado a la izquierda en su juventud, se intentaba explicar la contradicción principal de los revolucionarios y el cómo resolverla. De acuerdo con esa tesis, el neoliberalismo fue impuesto en República Dominicana por el PLD de lo que se desprende que hay que sacar al PLD del poder. La antítesis sería que el lugar del hombre nuevo está en la alianza de “los cívicos, un sector de la jerarquía católica, los poderes fácticos, un sector del gran empresariado y la embajada” y la síntesis el camino y llegada a la felicidad, elecciones mediante…

La revisión facilitada por estos días de confinamiento nos confirma lo que sabíamos: que el neoliberalismo en República Dominicana comenzó a implantarse en los finales de los doce años de Balaguer envuelto en el atractivo de las aperturas comerciales y el desmonte de las barreras arancelarias, después de los cientos de asesinatos de opositores. Luego -lo recordábamos hace solo unas semanas- el avance neoliberal quería más sangre, y la tuvo en abril de 1984 con las exigencias de la doctrina de “schock” del FMI rechazadas por los sectores populares y reprimidas por el gobierno de Salvador Jorge Blanco con un alto costo de vidas. A continuación de esos años de la transición de Balaguer a Balaguer (1978-1986) llegaron además la mejor y más emblemática motivación y justificación ideológica neoliberal: las llamadas “ventajas comparativas” (zonas francas, remesas y turismo). Transcurridos los siguientes 10 años de balaguerismo (1996-2000) es cuando entra el PLD con las conocidas “capitalizaciones” que consistieron en pasar a manos privadas bienes públicos a buen precio. En nuestra exploración será sin duda el gobierno de Hipólito Mejía el que se lleva las palmas con la ley 18-01 de la seguridad social, el pacto eléctrico del llamado Acuerdo de Madrid y, por supuesto, la firma  del DR-CAFTA. Como puede verse en una simple lectura desde el progresismo, el PLD no es inocente pero tampoco es justo quitarle honores al PRD.  Si creemos como la presidenta Bachelet que “no podremos simplemente volver a la economía "normal” esa lectura se hace imperativa en esta post pandemia.

También se hace necesario arrancar la deliberación sobre la política post pandemia desde la oscuridad de la peste. La lucha política no puede estar tan identificada con la distribución de bienes a destajo como se vive en estos días: ¿cuántos y cuántas estarán tentadas a definir su voto según el número de mascarillas regaladas?. El virus acreditó la pérdida de contenidos y certificó la ausencia de ideas en el discurso político, al punto de facilitar la materialización de esa genialidad neoliberal de una “alianza tipo arca de Noé” en la que reina sin competencias ni sonrojos el “entren tó c…”. En todos lados del espectro hay mucha gente que tiene que haber fruncido el ceño al ver flotar el arca a pesar de que el diluvio aún no llega, como muchas cosas que flotan porque no están diseñadas para navegar (el arca nunca tuvo remos ni timón), y a la cuadra de Higuey subió el último pasajero destino del Monte Ararat, en donde se reúnen ignorando las orientaciones de la autoridad sanitaria en la Cumbre.  En esta nueva creación de campaña no estarán permitidas las donaciones, dicen.

Como ven, en lo económico (por razones ideológicas) y en lo político (por razones ideológicas) entramos a la covidianidad con el paso cambiado.

En medio de la crisis pandémica ha sido una política de muchos gobiernos neoliberales la entrega de subsidios, de avalar créditos ante el sistema financiero, hasta niveles que cuando uno ve las noticias adivina la sonrisa de los dueños de los bancos y llega a comentar que los Estados están pagando los sueldos que debieran pagar los empresarios. ¿Podremos esperar de esos mismos empresarios en la post pandemia el más amplio apoyo a reformas tributarias progresivas como forma de agradecer al Leviatán? Si no ocurren esas reformas se hará evidente aquello de que el neoliberalismo es para los pobres y el socialismo para los ricos.

Pero en la política, más allá de lo descrito más arriba, no estará mal recordar a Miguel Hernández: “Tened presente el hambre”. La crisis económica ha puesto en cuestión un sistema que ya no aguanta, por inútil, eso de los cincuenta años de crecimiento económico ininterrumpido ni la arrogancia de los equilibrios macroeconómicos. Nada de eso tiene ya utilidad ante el descubrimiento de los “trabajadores informales” -nuestros mayores lo llamaban “ejército de reserva”– a los que hay que hacer sobrevivir con cinco mil pesos para que no se mueran y puedan seguir regulando hacia abajo el valor de los salarios. Ni qué decir de los impedidos hasta de hacer confinamiento por las condiciones de hacinamiento en que sobreviven.

El Covid 19 definitivamente denunció todas las poses y acomodos de los últimos 40 años y dejó en evidencia la realidad oculta. La falta de sistemas públicos de salud, de seguridad social y de educación. Saber que la pobreza según la CEPAL podría llegar a 220 millones de americanos, nos pone ante un escenario político que es necesario prever pues estaremos frente a una grave dificultad de gobernabilidad entendida ésta como la capacidad del sistema político de procesar las demandas sociales y tener que hacerlo sin afectar más todavía a la democracia.

Ante la incertidumbre, los intelectuales, los académicos, los políticos democráticos tienen el imperativo de comenzar a diseñar las alternativas que abandonaron muchos mientras se dedicaban a administrar un sistema que no resistió. Es la hora de la alternativa al sistema de capitalización individual de las AFP, de pasar de los seguros de salud al ejercicio de derechos, del pago de las mensualidades en educación al ejercicio del derecho. El horizonte post neoliberal se nos presenta allá adelante como una gran tarea colectiva y solidaria especialmente con los más pobres, a los que volveremos a llamar pobres, los anawines. Dejaremos atrás el eufemismo de vulnerables.

Nada será fácil, nunca lo ha sido cuando las miradas se fijan en los pobres y desde los pobres. El peor error sería creer que la pandemia va a poner las cosas en su lugar. El turno es nuestro y sería una torpeza dejarle todo al virus.