Ante noticias tan horribles como la de los aproximadamente 6 feminicidios que han ocurrido en este 2020. O como la desaparición, violación y posterior asesinato de la niña Yaneisy y los comentarios tan ignorantes en las redes sociales, buscando culpables en vez de soluciones. Lo que siento es rabia y dolor como mujer joven dominicana que quiere tener hijos/as en algún momento, o como tía de sobrinas que tienen la misma edad de Yaneisy. Y esto es lo que debería sentir cada dominican@ y quienes no se sienten así, digamos que están en un privilegio etéreo o quizás están cansados de más de lo mismo.

Este penoso caso puede (y debe) ser abordado desde múltiples ciencias sociales. Una de ellas es la perspectiva de la Educación. La madre de Yaneisy no tiene ni 24 años y ha tenido 3 hijos. Y probablemente no terminó la educación básica a causa de su embarazo como sucede en alrededor de 20% de los casos de abandono escolar. Esta madre pertenece al 20.5% de mujeres entre 15 y 19 años que alguna vez ha estado embarazada. En contraste, el padre de Yaneisy tiene 51 años. La madre de Yaneisy pertenece al 29.1% de mujeres entre 15 y 19 años que está casada o unida (o “se deja llevar”) con un hombre mayor que ella.

Entre muchos, uno de los beneficios no monetarios de la Educación es que permite cerrar esas brechas que generan desigualdad entre hombres y mujeres, así como evitar la repetición de patrones que perpetúan la pobreza pecuniaria o no pecuniaria. Ahora bien, lograr esto no sucede por osmosis. Una de las bases, y me atrevo a decir que una de las bases más sólidas, debe ser la educación integral que reciba cada niño y niña, que quizás pueda corregir creencias erróneas que viven algunas familias. Creencias como que una niña de 15 años (edad aproximada de la madre de Yaneisy cuando la tuvo) debe estar con un hombre que casi le triplica la edad, para “salir de la pobreza”. Sí, estas creencias erróneas existen y son más usuales en los lugares rurales que urbanos.

Para corregirlas, es necesario una educación de calidad. Una que empiece desde la escuela, que es el lugar preciso para desarrollar en todos los aspectos a un ser humano. Una escuela que ayude a entender que esta no tiene por qué ser la realidad de ninguna niña porque ninguna se merece esto. Una que realmente ponga en el centro y como objetivo proteger los derechos que tienen los niñ@s. Una que invite a pensar. Una que no quiera tapar el sol con un dedo por culpa de ideologías. Una que transmita a los estudiantes que la mejor medicina es la preventiva, especialmente en términos de educación sexual. Una que rompa con las barreras de machismo y fuerte doble moral.

Ni Yaneisy ni su madre son simples estadísticas más. Y este caso lo que debe habernos hecho sentir es compasión y rabia. Compasión ante la víctima, sus familiares e inclusive los que cometieron el delito. Al final y aunque en grados muy diferentes, además de que es estrictamente necesario velar por justicia, cada protagonista del delito, es víctima de una realidad que les ha fallado. Y rabia para actuar y velar de que no se repita. Para decir ya basta. Es hora de romper contra falacias y el camino más seguro inicia desde la Educación.

Referencia de datos estadísticos utilizados: ENDESA 2013