A nivel mundial ha habido protestas por el horrendo crimen racial de George Floyd.

Nosotros no  hemos sido la excepción. Hemos tenido una tímida participación en las  mismas. Pero creo que no nos luce, hacemos el ridículo, porque si hay un país en el mundo racista, ese somos nosotros.

Basta con escuchar decir “tenemos el negro detrás de la oreja”. “Tenía  que ser negro”. “El negro siempre lo hace, si  no a la entrada, a la salida”. “Ese maldito negro” y si sigo buscando, llenaría esta página. E incluso, hay centros nocturnos de diversión que se reservan la entrada a personas de tez oscura. Lo he sabido a través de la prensa.

Pero lo más interesante de todo es nuestro color de piel. No somos blancos, pero tampoco negros. Somos “indio claro o indio oscuro”, una manera de decir  que no somos  negros. Creo que una vez supe de dónde salió dicho color, pero en verdad no lo recuerdo.

Nuestra forma tan profunda de discriminar llega al extremo,  que conversando con una persona conocida, me comentaba que su sobrina se iba a los EE.UU. con su esposo y su niño. Me decía que había escogido el peor momento para irse, puesto que el presidente americano no quería saber de los latinos, yo le dije que tampoco de los negros, me contestó algo que me dejó fría: que “todos los negros eran malos”. Que me fijara en los haitianos y en los negros dominicanos.

No soy pro haitiana, pero tampoco anti haitiana. Los haitianos que conozco, no me han  defraudado ni me han hecho mal. Para mí, personas sumamente limpias y me gusta la comida de los restaurantes haitianos. Tenemos dos, muy bonitos por cierto.

Yo recuerdo que hace unos cuantos años íbamos mi hijo mayor y yo a visitar un luthier  en Madrid y al salir del metro “Colón” una señora mayor nos gritó “NEGRO A TU PAIS”. Yo quise morirme, mi hijo solo me dijo “ay mami y ¿tú le vas a hacer caso?”

En Nueva York me sucedió algo parecido. Iba a visitar el Museo Metropolitano de Arte con una de mis sobrinas que es de ascendencia latina, pero que para nosotros sería “india clara” y muy clara, sin querer le topé a una señora mayor blanca y ésta me llenó de improperios, pero si cosas me dijo, más le dijo mi sobrina, hasta el punto de ponerme a temblar del miedo. Ella me dijo con mucha gracia, “por fresca”.

Pero lo que más me sorprende de todo al querer protestar es que hemos tenido muertes similares en nuestro país y nadie ha levantado un cartón con una voz de protesta. Nadie ha dicho nada.

Hemos visto cantidad de asesinatos con rodillas en el cuello. Con gomas de carro ahogando, con los palos de los policías en la garganta. Para todo ha reinado el silencio, pero como son negros, como todos nosotros, pasan sin pena ni gloria. Se les ve eso sí que son personas marginadas.

Por lo tanto, no nos luce protestar. No tenemos calidad moral.