(A casi 52 años del heroico sacrificio de Rafael Tomás Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, Euclides Morillo, Ilio Capocci, José Jiménez, Ramón Tavárez, Carlos Gómez, y Jean Sateur)
Juan Bosch dijo en las entrevistas que citamos para preparar su biografía titulada “Prefiero vivir luchando”, publicada el año pasado, lo siguiente:
“Cuando el coronel [Caamaño]se levantó y encabezó la rebelión, yo me encontraba en Puerto Rico; pero no me dejaron volver a República Dominicana. En realidad, el movimiento fue encabezado por otro coronel que murió, Rafael Fernández Domínguez. Llamé por teléfono al coronel Caamaño y le pedí que se declarara presidente. Él me dijo que no podía aceptar eso, que yo era el presidente, que ellos estaban en la lucha no por un cargo, sino por oposición. Le contesté que no le estaba consultando sino dándole una orden.
Caamaño entonces fue elegido de acuerdo con los mandatos de la Constitución de 1963, por el Congreso elegido el 20 de diciembre de 1962. Fue elegido presidente constitucional de la República, porque el país se encontraba en una situación de vacío político, invadido por fuerzas militares extranjeras, con una misión de la OEA queriendo prácticamente gobernar el país, sin que hubiera ninguna representación política legítima del pueblo que pudiera hablar en nombre del pueblo, defender los intereses del pueblo y, sobre todo, mantener la dignidad democrática dominicana. Ese gobierno fue elegido con mi aprobación y con la aprobación del partido que presidí y tuvo todo el respaldo de ese partido, todo mi respaldo político y personal”.
Es decir, Juan Bosch participó activamente en la elección de Francisco Alberto Caamaño como presidente constitucional para dirigir el país mientras se hallaba en la guerra de 1965. Esto no lo tiene que decir Bonaparte Gautreaux, para decir que él estaba o no estaba cuando ello ocurrió: esto lo contó Bosch hace muchísimo tiempo atrás, y revela la ascendencia de Bosch y el respeto que tenía de parte de Caamaño y el mando militar constitucionalista. Y que el iniciador fue Fernández Domínguez.
Pero de su experiencia como ayudante de Caamaño, y luego como colaborador estrecho de Juan Bosch, se agarra Bonaparte Gautreaux para hacer su ya acostumbrada labor de enlodar, esta vez al héroe nacional Rafael Tomás Fernández Domínguez. En realidad, lo que se hace Gautreaux no es nuevo: de ser colaborador de Bosch y luego haber renunciado al PLD que ayudó a fundar, pasó a ser enemigo acérrimo de don Juan, y ha dedicado muchas páginas de periódicos y minutos en radio y televisión a ensuciar su imagen, incluyendo presentarlo como un traidor de Caamaño. Ahora, insistiendo en su mismo propósito, ha llegado a intentar también enlodar a Fernández Domínguez, diciendo que vino al país en mayo de 1965 “enviado por el presidente de Estados Unidos”.
Pero ¿tiene sentido decir tal cosa?
Fernández Domínguez fue un soldado constitucionalista, patriota y demócrata a carta cabal. Por eso lo honramos cada 19 de mayo. Fue quien neutralizó el golpe de Estado de 1962 dado por el general Ramón Rafael Rodríguez Echavarría. Fue luego quien se acercó a Bosch a tratar de neutralizar los planes golpistas de 1963.
En efecto, en la comunicación del 3 de octubre de 1963 que sostiene Luis Muñoz Marín con Teodoro Moscoso (político de Puerto Rico, nombrado por Kennedy coordinador de la Alianza para el Progreso), el ex gobernador de Puerto Rico afirma que Bosch cuenta dentro de las fuerzas armadas dominicanas con “un teniente coronel” para dar un contragolpe si la oportunidad y el contexto internacional se creaba favorable. Aquí reproducimos la imagen de aquella conversación:
El propio Bosch recordaba sus contactos con Fernández Domínguez previos al golpe de Estado:
“En el mes de agosto de 1963 estuvo a verme el teniente coronel Rafael Fernández Domínguez y me habló de la conveniencia de organizar a los oficiales constitucionalistas, que los había, según me afirmó, para enfrentar un golpe si, como se decía, daban uno, y lo autoricé a hacer lo que me proponía.
El día 24 de septiembre, en horas de la tarde, cuando me enteré de que había un golpe militar organizado para estallar en la noche, y le pedí al jefe de cuerpo de ayudantes, el coronel Julio Amado Calderón Fernández, que localizara al teniente coronel Fernández Domínguez, y una hora y media después el coronel Calderón me dijo que no se hallaba en la ciudad y que según los informes que le habían dado estaba en Cotuí, donde un alto oficial de la policía tenía una propiedad. En el acto le ordené al coronel Calderón que mandara a buscar de manera que fuera necesaria al teniente coronel Fernández Domínguez, quien se presentó en mi casa a las diez de la noche.
Hablé con el teniente coronel Fernández Domínguez en presencia del coronel Calderón y le informé de lo que estaba sucediendo; le dije que debía movilizar inmediatamente a los oficiales en quienes él tenía confianza, que yo me iría al Palacio Nacional, que no iba a ir a ningún otro sitio, que no me asilaría en ninguna embajada, que en el Palacio Nacional estaría, vivo o muerto, esperando que él actuara. Y eso mismo fue lo que hice, porque a mí tuvieron que hacerme preso en el Palacio Nacional. Lo que le dije entonces al teniente coronel Fernández Domínguez, y de ello hubo testigos, fue que si tenía que tomar el palacio a fuego y sangre que lo hiciera sin tomar en cuenta lo que pudiera pasarme a mí, porque había que dar un ejemplo.
Esa noche, a eso de las 2 de la mañana, se produjo el golpe. Quedé preso con Molina Ureña, quien logró salir del Palacio disimuladamente, después de haber comprobado que todos los esfuerzos que yo hacía para comunicarme con alguien en la calle eran inútiles. Y allí estaba cuando uno de los ministros, que era familiar del teniente coronel Fernández Domínguez por vía política, el licenciado Silvestre Alba de Moya, recibió la visita de su señora, quien llegó en horas muy tempranas del día con un mensaje de Fernández Domínguez. Ese mensaje era el siguiente:
“Señor Presidente: Estamos listos para asaltar el Palacio Nacional. Somos doce oficiales nada más pero cumpliremos con nuestro deber. Pedimos sin embargo que se le informe al Partido Revolucionario Dominicano a fin de que desate una huelga general”.
Con la misma persona que había llevado el mensaje, la señora del mismo Alba de Moya, le mandé a decir a Fernández Domínguez que un ataque hecho al Palacio Nacional con doce hombres era un suicidio, que esa acción no conduciría a nada positivo. Claramente Fernández Domínguez no tuvo tiempo para organizar la reacción necesaria contra el golpe, no obstante su valentía y su altísimo sentido del deber. En mi respuesta no quise referirme a su solicitud de pedirle al PRD que desatara una huelga general, cosa que no podía llevarse a cabo porque el PRD no tenía los contactos ni la autoridad necesaria sobre las pocas organizaciones obreras que había entonces en el país”.
Como corolario a esta trayectoria, recordemos –como lo hizo hace unos días Tony Raful- que Fernández Domínguez fue el instigador principal de la Revolución de Abril, que nació del “Movimiento Enriquillo”, y que murió peleando aquel 19 de mayo, mientras Bonaparte Gautreaux se dedica a ofenderlo desde una oficina climatizada, 52 años después.
Fernández Domínguez no vino al país “enviado por el presidente de Estados Unidos” ni con “tozudez” por pelear, como dice Gautreaux, y como muy bien aclara Tony Raful en un artículo que ha circulado por email. El inmenso héroe nacional era un guerrero y un patriota; vino en un avión de Estados Unidos por disciplina y sentido del deber, porque Bosch se lo pidió y se lo demandó (como Lenin entró a Rusia en un tren alemán), como única forma de llegar al país para buscar una salida a la Revolución que no fuera, en ningún caso, la rendición, sino todo lo contrario: la victoria política más posible. Se trataba del acuerdo fraguado en Puerto Rico. Como hemos mostrado, Caamaño y Fernández Domínguez tenían auténtico respeto a Bosch, incluso se existían posiciones encontradas como ocurrió con los diálogos de Río Piedras.
Mucho menos pudo haber venido con un mensaje de Bosch para “rendirse y alojarse en la Catedral”, si de lo que se trababa era estar en condiciones de negociar con posiciones sólidas a favor de las fuerzas políticas y militares constitucionalistas. El plan de tomar el Palacio el 19 de mayo en 1965 es una decisión política y militar seria, continuadora del plan de los 12 hombres dispuestos al contragolpe el 25 de septiembre de 1963, y respuesta contundente a la necesidad de tomar la ofensiva ante las acciones de invasores y militares anticonstitucionalistas.
En definitiva, Bonaparte Gautreaux Piñeyro vuelve por sus fueros, en una empecinada lucha por denostarlo todo, incluyendo la Revolución de Abril, de cuyo mando fue ayudante, y Juan Bosch, a quien prestó colaboración y con cuya confianza contó por un tiempo no subestimable. Toda esa rabia y ese conflicto interno debería resolverse de otra manera, más sana, tal vez con ayuda profesional. Eso no es hacer Historia, es hacer una fritura: un amasijo de ingredientes que, cocinados en manteca, llenan pero no alimentan. Lástima que sólo sirvan para cercenar y castrar la capacidad de nuestro pueblo y nuestros jóvenes para comprender su pasado y su presente, desorientados con verdaderas noveletas y cuentos de camino. Eso no se hace.