Oigan, somos unos fenómenos en eso de producir a cada rato tremendas noticias sobre escándalos, por la sencilla razón de que producimos a cada rato escándalos que son tremendas noticias. Y lo hacemos como los churros, uno detrás de otro, sin descanso ni tomar respiro. ¿Es que no vamos a parar nunca? Qué verdad es el dicho popular de que un clavo saca a otro clavo, y el tiempo, el mejor aliado de los sinvergüenzas y delincuentes, trabaja a su favor para el rápido olvido de las cosas.
Por ejemplo, y sin orden estricto de cuándo sucedieron los acontecimientos, al caso policial de la Mulata de Puerto Plata, con todo y su muerto a cuestas, o los robos y ventas de drogas por los mismos funcionarios de la DEA, les pueden seguir la suelta en banda el del regidor de Pedro Brand, la igual suelta en banda para el del Alcalde de San Francisco de Macorís, el no ha lugar de Félix Bautista, la estafa del Banco Peravia, con devolución del avión de un directivo incluido, el OISOE, dado a conocer por el suicidio de un joven ingeniero, el risible escape de los pilotos franceses, la destitución de nada menos que seis jueces corruptos, y ahora y el más reciente, el asunto Abinader, sabroso por las implicaciones políticas que puede tener sobre el miembro de la familia, candidato a la presidencia, y más, muchos más casos que se nos quedan en el tintero por falta de tiempo, memoria, y espacio.
Como los ya casi olvidados asesinatos por drogas de Paya, o la sobrevaluación millonaria en dólares de los seguros de los famosos Tucano, y muchos, muchos otros que involucran a narcotraficantes. La verdad es que los medios y los comunicadores no se pueden quejar, temas a tratar, opinar y chismear, no les faltan, hasta les sobran. Somos un país chiquito, pero tupio en asuntos de corrupción y truchimanerías de todas las especies y pelajes. Uno se pregunta cómo puede ser que, en sentido general, el dominicano, que es más bueno que un pan con mantequilla mojado en un café con leche, a las cinco y media de la mañana en un día bien lluvioso, puede caer en tantos actos delictivos cuándo la ocasión y el dinero se ponen por medio.
Debe ser un asunto de estudio profundo desde los puntos de vista tanto sociológico de entornos, valores y anomias, como el psicológico de comportamientos y constuctos, para conocer las causas principales que vayan más allá de arrastrar una pobreza secular y de un deseo de desquitarse de la misma en el tiempo más corto posible. Pero el caso es que ya constituye una realidad alarmante, que causa muchos perjuicios económicos, y en espacial morales, a los ciudadanos.
Y sin tener que recurrir a esta tan necesaria investigación, están a simple vista los enormes y poderosos Intereses de Grupos Criminales, la Corrupción Privada, y sobre todo la Oficial, y la Señora Impunidad Rampante, que ampara bajo su odioso manto la inmensa mayoría de las fechorías. Eso lo tenemos muy claro. Por cierto, una vez le preguntamos a un destacado profesor de psicología por qué se olvidan las cosas, los hechos, y nos respondió con algo muy sencillo que entendimos muy bien ’si no olvidáramos, nuestro cerebro perecería’. ¿Está sucediendo ese proceso nuestro cerebro colectivo por tantos escándalos continuados, olvidamos para no morir? Es posible porque de líos y problemas… ¡no paramos!