Por su naturaleza, los hombres son

muy parecidos entre sí.

Son el saber y la experiencia

lo que los diferencia.

Confucio.-

Increíble e inaudito parecería que esto ocurra no en una novela sobre la mafia o cartel del narcotráfico, sino en una nación que se jacta de ser valiente, de poseer valores éticos ancestrales; un país donde existen supuestamente leyes o reglas que delimitan poderes; que condenan y absuelven con o sin artificiosas argumentaciones dignas de un libreto escrito para párvulos o enajenados, pero que todo se circunscribe a una pantomima confusa, a un absurdo, a una miseria de vida a causa de la permisibilidad y el contubernio entre justicia y banalidades políticas.

En el momento que esto escribo, quizás ya haya pasado el efecto o se esté produciendo, pero de igual manera tienen y mantendrán vigencia las cosas a las cuales me refiero. Cómo es posible que la impunidad sea el manto que siquiera cubre las atrocidades cometidas por políticos venduteros de engaños; descarados exponentes de las peores bajezas humanas; exponentes a la franca de lo que significa hacer lo malo, lo incorrecto, lo banal y a su vez penal sin que ocurra algún acto por parte del Estado –a menos que este no sea el precursor-que castigue o al menos frene esta acometida feroz de indelicadezas, donde solo el pueblo sale perjudicado, ya que se juega con los dineros que a este pertenecen.

El más famoso que Fulanito de Tal, es decir, Todo el Mundo, los ve y todos permanecemos de brazos cruzados. Funcionarios negociantes que van al gobierno con la única finalidad de crear un liderazgo político a costa del erario puesto bajo su responsabilidad para atender las necesidades y aspiraciones de todos aquellos que hacen el sacrificio de pagar impuestos; son despiadados, blindados ante la justicia; que se ganan una millonada, dinero este, que si entrara a las arcas públicas, el país no padecería de esta diarrea de préstamos esclavizadores, tanto para esta generación como a las que vendrán.

Y en tanto todo esto ocurre, el gran honorable y distinguido político y a la vez  designado presidente del más alto tribunal, arguye, porque al parecer así lo cree, que el miedo es el gran reto a vencer por los jueces para que el sistema judicial opere como un verdadero garante de la seguridad jurídica y los derechos ciudadanos, es decir, -me parece-, acabar con la impunidad e inmunidad con la que vergonzosamente se ha estado desempeñando un  grupo, un tigueraje político que no se inmuta ante ninguna ley, como si dijeran, yo las hago y yo las violo. Y no Señor Presidente del alto tribunal, considero que no es el miedo lo que está causando este debacle en la aplicación de justicia ante los hechos alto conocidos, verificados y bien documentados que avergüenzan a este pueblo, más bien es la irresponsabilidad y las ambiciones personales, tanto políticas como económicas, la causante del problema.

Todo esto es así, porque se puede ser ciego y hasta sordo para no ver todas las indelicadezas que se llevan a diario a plena luz, vista y oídos de todo el mundo y hasta en las más oscuras noches lo ejecutan, pero para los políticos, que utilizan este dinero solo para ampliar sus ambiciones de pseudos líderes, para ellos todo está justificado por la inercia de una justicia prostituida que descaradamente a sabiendas de que desde donde procede ese dinero son fuentes enteramente mafiosas y corruptas, amparados en las funciones que estos tigüeres corruptos desempeñan dentro del Estado, pero ella permanece mutis. Por eso el descaro de hablar de tener miles de millones dispuestos para comprar conciencias mientras los órganos llamados a ponerle fin a esta clase de hechos, permanecen mudos y ciegos, lanzando algunos golpes al aire para simular que cumplen con su trabajo y esto no es miedo, es descaro e irresponsabilidad. J…er, tenemos que continuar moviendo estas heces, a ver si el mal olor los hace recapacitar ante este burdo, cobarde e inmoral comportamiento. ¡Sí señor!