El tratado de libre comercio DR-CAFTA entró en vigencia a principios del 2007, hace ya nueve años, por lo que los plazos de gracia están venciendo y ya ha llegado el momento en que, como lo establece, estamos obligados a dejar entrar al país desde Estados Unidos y Centroamérica, libre de impuestos y de cuotas de importación, nuestros principales productos agrícolas de consumo interno.

Ya el año pasado comenzó el período en que hemos tenido que reducir los aranceles y aumentar las cuotas de importación para el arroz, el producto básico de la dieta dominicana. Dentro de nueve años, en el 2025, el arroz norteamericano entrará libre de toda traba y Estados Unidos, además de ser un productor eficiente, subsidia su arroz. Como no es un subsidio exclusivo a la exportación, sino a la producción local, en el DR-CAFTA no hay nada que nos permita argumentar que no podemos cumplir con esa obligación, como no pudo México bajo el acuerdo de libre comercio con Norteamérica (NAFTA), cuando, vencidos los plazos, tuvo que dejar entrar, libre de toda traba, el maíz norteamericano, equivalente en su dieta al arroz entre los dominicanos. Como resultado, las exportaciones de maíz amarillo norteamericano a México han aumentado más de un 300% desde NAFTA, provocando una gran reducción en su producción local y un éxodo de campesinos minifundistas hacia las grandes ciudades, con los consecuentes graves problemas sociales. Pero también comenzó el proceso de desgravación de los frijoles. Hoy está gravado con un 23% de arancel y sujeto a cuotas, pero todo esto desaparece dentro de cuatro años. La importación de cerdos y quesos será libre dentro de cuatro años y las papas entrarán libres el año que viene.

Cuando se comenzó a hablar de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos fui de los que dije públicamente que solo estaba de acuerdo con este si operaba bajo el esquema de integración económica europea, es decir libre comercio bilateral recíproco, pero también con libre movimiento de la mano de obra y con grandes aportes de la parte rica de Europa, Francia, Alemania, entre otros, para mejorar la infraestructura de los países menos ricos, como España, Grecia y Portugal. Pero la administración republicana de los Bush nunca compró ese modelo, ofreciendo el neoliberal suyo y alegando que se trataba de un tren y que el que no se montaba rápido en él lo perdería. Ya México había cedido, los centroamericanos estaban por hacerlo y en nuestro país, con un presidente irónicamente agrónomo, Hipólito Mejía, quien debería defender la agropecuaria, estábamos por hacer lo mismo.

En un seminario auspiciado por ANJE en octubre del 2003 con el tema "TLC con los USA: Condiciones imprescindibles para la República Dominicana" los negociadores nombrados por Hipólito Mejía, entre ellos Osmar Benítez, del sector agropecuario, defendieron el modelo que estaban ofreciendo los norteamericanos. Insistí que en el área de la agropecuaria era imprescindible el mantenimiento de la rectificación técnica, mecanismo que entonces protegía a siete productos básicos de nuestro agro. El Listín Diario citó allí textualmente al embajador Osmar Benítez diciendo: "No nos vamos a joder como dice Bernardo Vega".

Pocos párrafos después ese periódico me citó, refiriéndome al coloso del norte, diciendo: "Hay que estar dentro de las fortalezas, pero no ahogarnos en los pozos".

Ya el agua nos llega al cuello.

Algunos argumentan que la libre importación de comida norteamericana conviene a todos los consumidores dominicanos, al bajar su costo de la vida y que las tierras hoy dedicadas al arroz, los frijoles, las papas y a criar cerdos pueden ser utilizadas para otros cultivos, hasta de exportación, pero no indican cuáles serian esos otros usos.

Entiendo el argumento, pero no lo compro, sobre todo por sus serias implicaciones sociales.

Durante la reciente larga y bullosa campaña electoral, ¿algún candidato trató este tema? ¿Apareció en algún programa de gobierno? Hoy día, ¿alguien en el gobierno está buscando soluciones al problema?