Llegó el mes de diciembre y con el la preocupación de muchos padres y familiares por comprar los regalos a los niños. Creen que si no complacen a sus hijos o si no les compran todo lo que piden en sus cartas al niño Jesús, a Santa Claus o a los Reyes Magos, se van a frustrar y van a sufrir. Lo que no saben es que la mayoría de los niños piden por impulso y que llenarlos de juguetes o de recursos de todo tipo los llevará a perder interés con rapidez, a no valorar o a creer que lo merecen todo sin esfuerzo. Algunos expertos incluso recomiendan que la cantidad de regalos no pase de 4 o 5.

No recuerdo la edad que yo tenía, pero jamás se me va a olvidar aquella navidad en la que quería un bebé marca minene que estaba de moda en esa época. Al llegar el día de abrir los regalos recibí otro muñeco marca michico muy diferente al que yo había pedido. Eso fue lo que pudieron regalarme y no se acabó el mundo. Todo lo contrario. Fue una gran oportunidad para manejar la frustración y el cambio, adaptarme y agradecer lo que tenía.

Este ejemplo es uno de muchos que demuestran que las experiencias en las que no se obtiene o no se logra lo que uno quiere o desea son parte de la vida y nos ayudan a crecer y aprender. Estoy segura que la mayoría de las personas que leen este artículo han experimentado una situación similar muchas veces, incluso cada día cuando los resultados no son los que esperamos. El problema surge cuando no tenemos la capacidad de manejar estas situaciones, la cual se desarrolla desde que somos pequeños.

Todos los padres desean que sus hijos sean felices y es fácil caer en la trampa de evitar que sufran o de hacer todo lo posible para que tengan más de lo que necesitan, aquello que ellos no tuvieron, aunque esto implique un gran sacrificio o esté en contra de sus principios. En otros casos se comparan con otros y se dejan presionar para que sus hijos no sean los únicos que se queden sin esto o aquello. Creen que si les dan muchas cosas materiales y evitan las frustraciones, sus hijos serán felices. Nada más lejos de la realidad. Lo más importante es que se sientan amados incondicionalmente siempre.

En su libro Inteligencia de la frustración, el autor Jesús Amaya Guerra plantea que a pesar de las oportunidades y ventajas materiales que tienen nuestros hijos, experimentan mayor desilusión y depresión que en otras épocas. Esto nos lleva a reflexionar sobre el verdadero sentido de la vida.

No solamente que no se van a morir si no reciben todo lo que piden, sino que van a ser mejores personas. Tal como plantea el Dr. Jesús Amaya Guerra al referirse a nuestra crianza: “Ciertas dosis saludables de experiencias frustrantes fortalecieron nuestra autoestima y nos hicieron personas más sanas y felices”.

Lo peor que puede pasar si nuestros hijos no reciben todos los regalos o incluso más de los que desean, es que se enojen o se pongan tristes. Y esto se les pasará. Aprenderán que la realidad es que no siempre podemos tener lo que queremos cuando queremos. Esto los va a fortalecer. La idea es que puedan distinguir entre una necesidad y un deseo, que puedan cuidar, valorar y realmente usar lo que tienen. Muchas veces es tanto lo que poseen que ni pueden sacar provecho a cada cosa.

Lo que estoy planteando no es forzar la frustración ni aprovechar la navidad para sacarle en cara que no recibió regalos por mal comportamiento ni nada por el estilo. Se trata de lograr el equilibrio y de aprovechar la carta para evaluar con ellos mismos lo que verdaderamente van a aprovechar y como adulto tomar las mejores decisiones.