Ya pasadas las elecciones, sin importar lo sucedido durante y después, me atrevo a contar mi sentir en tiempos de campaña, específicamente en la última semana.

Para nadie es desconocido que el presidente de la República, utilizó como herramienta de campaña una llamada telefónica. Llamó a todo mundo, bueno a casi todos, porque fui de los pocos desgraciados que el presidente no se dignó en llamar.

Escuché a personas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ricos y pobres, académicos y no académicos, estudiantes y profesionales, vi, leí y analicé los diferentes “memes” y cada vez más, lo que comenzó para mí como una broma, terminó preocupándome y hasta mortificándome.

Lo último era que en varios círculos que frecuento el tema era la “llamada de Danilo”, al preguntarme, lo único que me restaba era decir que aún no me llamaba y el otro contestaba, “ya te llamará”, no sé si de relajo o de consuelo.

Pasó todo y confieso que como no me había llamado, repito, llamó a todo el que conozco, me sentí ignorado, humillado, avergonzado, triste y me preguntaba cuál habría sido el porqué de no tomarme en cuenta, porque tengo el mismo número de teléfono, con la misma compañía desde hace más de diez años.

Pero recibí la noticia, el mismo día del cierre de campaña del PLD -día que me fue imposible llegar a la casa de mi mamá, porque habían cerrado casi todas las calles de la Zona Colonial y en las que se podía transitar, era muy limitado, porque si en el 2012 habían tarimas en cada esquina, ahora habían hasta tres por esquina- .

Me dejaron mi carné con mi foto, con todos mis datos y la foto del presidente autografiada, sin importar que nunca me he inscrito en el PLD y ningún otro partido, sin importar si tenía algún compromiso con otro partido – dicho sea de paso, no lo tengo- sin importar si lo quería o no, me lo enviaron a la casa de mami.