UNA VEZ escuché la historia siguiente contada por el embajador de Suecia en París:
“En 1947, cuando la ONU estaba discutiendo el plan de partición de Palestina, yo era un miembro del subcomité que trataba Jerusalén. Un día, los judíos enviaron a un representante. Su nombre era Abba Eban. Hablaba un inglés maravilloso, mucho mejor que los miembros del comité británicos y estadounidenses. Habló por cerca de media hora y al final no hubo ni una persona que no lo odiara”.
Recordé este episodio cuando vi en la televisión la conferencia brindada por Dore Gold, el director general de nuestro ministerio de Relaciones Exteriores. Su tema era la reciente conferencia sobre paz en París, que fue vehementemente denunciada por nuestro gobierno
Desde el momento en que vi a Gold, por primera vez, no me gustó. Era nuestro nuevo embajador ante la ONU. Me dije que mi actitud era un rechazo indigno a los judío extranjeros ("judíos del exilio" en la jerga de Israel). Gold habla hebreo con un acento americano muy pronunciado y no es ningún Apolo. Hubiera preferido como nuestro representante un erecto israelí que pareciera un pionero que habla inglés con acento hebreo pronunciado. (Sé que esto suena racista, y estoy profundamente avergonzado de mí mismo.)
LA CONFERENCIA de Gold fue acerca de la iniciativa de paz francesa sobre el conflicto palestino-israelí.
Tengo la sospecha –todavía me da vueltas− de que esto no es realmente una iniciativa francesa, sino una estadounidense camuflada.
Despierta la furia del gobierno israelí, y ningún presidente estadounidense puede hacer eso si él quiere −él mismo o su partido− ser elegido.
Hay un miedo terrible que ronda a nuestro gobierno. Barack Obama aborrece a Netanyahu, y por buenas razones. Pero no puede hacer nada contra él abiertamente −no hasta la medianoche del día de la elección. Ya sea Hillary Clinton o (Dios no lo quiera) Donald Trump el elegido, Obama se mantiene en el cargo durante casi tres meses después de las elecciones −y en este período es “tan libre como un pájaro” (como dirían los alemanes). Él puede hacer lo que quiera. Lo que él soñó día y noche, durante ocho largos años. Y con quien soñaba era con Benjamín Netanyahu.
Ah, la dulce venganza. Pero sólo en noviembre. Hasta entonces él tiene que bailar al son de Netanyahu, a menos que quiera hacerle daño al candidato demócrata.
Entonces, ¿qué puede hacer él en junio? Puede cosechar cosas. Por ejemplo, pedirle a los franceses que convoquen una conferencia de paz para preparar el camino para el reconocimiento del Estado de Palestina.
Pedirle a los franceses que convoquen una conferencia de alto nivel en París es como preguntarle al gato si se quiere un poco de leche. No hay que esperar respuesta.
Francia, al igual que Gran Bretaña, está de luto por su pasado imperial, cuando París era el centro del mundo y los alemanes y rusos educados, por no hablar de los egipcios y vietnamitas, hablaban francés. Los pasaportes de muchas naciones se imprimían en ese idioma.
Esos eran los tiempos en que casi la mitad del mundo aparecía en los mapas en el color azul francés, mientras que la otra mitad aparecía en el rojo británico. Era el tiempo en que el diplomático francés Georges Picot y su colega británico Mark Sykes dividieron entre ellos al Oriente Medio otomano, hace exactamente cien años esta semana.
Tener a los ministros de relaciones exteriores (por no hablar de reyes y presidentes) del mundo congregándose en uno de los muchos bellos palacios de París es un sueño francés. A los británicos, en la misma situación, les gustaría lo mismo, pero ahora están ocupados con el impulso infantil para salirse de la Unión Europea.
En cualquier caso, lo que tenemos ahora es esta iniciativa francesa, una rutilante asamblea de cancilleres o sus representantes exigiendo la reanudación de las negociaciones de paz dentro de un marco de tiempo limitado, con el objetivo declarado de reconocer el Estado palestino.
NETANYAHU AMA a Francia. Le encanta divertirse con su esposa en la Riviera francesa, cenar en los restaurantes más caros de París y vivir en los más lujosos apartamentos en París −mientras otros paguen por ello. Esto se produjo la semana pasada en el juicio de un judío francés que está acusado de estafas por de cientos de millones de euros, y que pagó por varios de los viajes de Netanyahu. Netanyahu no cree en eso de pagar él por sus placeres, y al igual que la Reina, no posee una tarjeta de crédito.
Pero disfrutar del lujo francés es una cosa, y disfrutar de la diplomacia francesa es otra. En este momento, Netanyahu, cuando no está ocupado con sus abogados, dedica su tiempo a derrotar la iniciativa francesa.
¿Por qué, por amor de Dios? ¿Qué hay de malo en una reunión de los principales estadistas del mundo para volver a iniciar el proceso de paz entre Israel y Palestina? Bueno, ¡pues casi todo!
Este proceso de paz es como un perro dormido. Un perro peligroso. Mientras duerme, Netanyahu puede salirse con todo: profundizar la ocupación de los territorios palestinos, la expansión de los asentamientos (discretamente, en voz baja, para no despertar al perro); hacer las cien cosas diarias que hacen que la ocupación sea "irreversible". Y entonces, pues vienen los franceses y golpean al perro en las costillas.
¿Y qué? −uno podría preguntarse. Ya ha habido conferencias antes, procesos de paz en abundancia, resoluciones internacionales. Si otra gran conferencia se convoca y los detalles de un acuerdo de paz se van a discutir, pues Israel no va a asistir y Netanyahu ignorará todo el asunto. ¿Cuántas veces ha pasado esto antes? No merecen ni un bostezo.
PERO ESTA vez puede resultar diferente. No por lo que es, sino por el ambiente internacional.
Lentamente, muy lentamente, el horizonte internacional de Israel se está oscureciendo. Están sucediendo pequeñas cosas todos los días en todo el mundo. Una resolución aquí, un boicot por allá, una condena, una manifestación. El Israel que fue admirado universalmente desapareció hace mucho tiempo.
El movimiento BDS −Boicot, Desinversiones, Sanciones− tiene un éxito enorme. No hace daño a la economía israelí, en realidad. Pero crea un estado de ánimo, en primer lugar en los campus y alrededor de ellos. Las instituciones judías están enviando mensajes de SOS.
Ahora, las propias instituciones judías han sido infectadas. Las noticias diarias acerca de los acontecimientos en los territorios ocupados e incluso en el verdadero Israel afectan a los judíos, y especialmente a los jóvenes. Muchos de ellos le dan la espalda a Israel; otros se empeñan activamente en contra.
Israel es un país fuerte. Tiene un gran ejército, las armas más modernas, una economía sólida (especialmente de alta tecnología), éxitos diplomáticos frecuentes.
Esta no es una segunda Sudáfrica, como a la gente del SDE le gustaría verlo. Hay diferencias enormes. El régimen del apartheid fue dirigido por simpatizantes nazis, mientras que Israel todavía está montado en la ola mundial de la era de penitencia del Holocausto y el remordimiento. Sudáfrica dependía de su fuerza de trabajo rebelde negra; Israel importa mano de obra extranjera de muchos países.
Israel no depende realmente de la ayuda financiera estadounidense. Esta ayuda es un lujo, nada más. Sí necesita el veto de Estados Unidos contra las propuestas hostiles en la ONU, pero puede −y lo hace−, por lo general, ignorar a la ONU.
Sin embargo, tomado en conjunto, el empeoramiento de la posición internacional de Israel es preocupante. Incluso Netanyahu está nervioso. Lentamente, pero con seguridad, el mundo está aceptando el Estado de Palestina como un hecho natural y como una condición para la paz.
Por eso Netanyahu está buscando un truco nuevo. ¿Y qué es lo que ve? ¡Egipto!
LAS RELACIONES de Israel con Egipto se remontan a unos pocos miles de años. Egipto ya era una potencia regional cuando el pueblo de Israel original surgió. Después de la salida de Egipto (que en realidad nunca ocurrió), la Biblia nos habla de muchos altibajos en las relaciones entre el poderoso Egipto y el pequeño Israel.
Cuando los asirios sitiaron Jerusalén y los judíos esperaban la ayuda de Egipto, el general asirio se burlaba: "Confías en este báculo de caña, en Egipto, en el que, si alguno se apoyare, ¡le entrará por la mano y la perforarla!" (2 Regnum 18 e Isaías 36)
Ahora el faraón actual, Abd al-Fattah a-Sisi, es la gran esperanza de Netanyahu. Egipto, en la quiebra como siempre, depende de Arabia Saudita. Los saudíes (en secreto) dependen de Israel en su lucha contra Irán y Bachar al Assad. Por lo que un-Sisi es también un aliado (secreto) de Israel.
Para reforzar su estatura, a-Sisi también se presenta como un pacificador. Llama a una iniciativa de paz "regional".
En su diatriba contra los franceses, Dore Gold alabó la iniciativa de paz egipcia. Acusó a los franceses de sabotearla, evitando de este modo la paz.
Netanyahu también aceptó verbalmente la iniciativa egipcia, añadiendo que necesita sólo "algunos cambios".
De hecho, es así. A-Sisi basa su plan sobre la iniciativa de paz saudí de 2002, que había sido adoptada por la Liga Árabe y se convirtió en la iniciativa de paz árabe. Esto exige que Israel abandone todos los territorios ocupados (incluido el Golán y Jerusalén Este), acepte el Estado de Palestina, el derecho al retorno de los refugiados palestinos, etc.) Netanyahu moriría mil veces antes de aceptar cualquiera de estas demandas.
Utilizar el plan egipcio como pretexto para rechazar el plan francés es pura cara dura, basado en la suposición cínica de que uno puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
"Regional", por cierto, es la nueva palabra de moda. Surgió hace algún tiempo, e incluso algunos israelíes bien intencionados lo adoptaron. "La paz regional", qué cosa tan hermosa.
En lugar de hablar de paz con los repudiados palestinos, vamos a hablar de paz con la "región". Suena bien, pero es totalmente absurdo.
Ningún líder árabe, desde Marruecos hasta Irak, firmará un acuerdo de paz con Israel que no incluya el fin de la ocupación y la creación de un Estado palestino. Nadie puede hacerlo. Las masas de su pueblo no los dejan. Incluso Anwar al-Sadat incluyó estas disposiciones en su tratado de paz con Menachem Begin (aunque en términos que fácilmente podrían ser violados).
Cuando en 1949 mis amigos y yo propusimos por primera vez la solución que se ha conocido como "dos estados para dos pueblos", incluía, como una cuestión de rutina, la paz con todo el mundo árabe. Y la paz con el mundo árabe incluirá, como una cuestión de rutina, la paz con el Estado de Palestina. Los dos van juntos, como hermanos siameses.
Hablar ahora de "paz regional" como alternativa a la paz con los palestinos es un disparate. "Paz" en ese sentido significa que no hay paz.
El otro día, Gideon Levy escribió en Haaretz que Netanyahu y Avigdor Lieberman "están hablando ahora como Uri Avnery en 1969″.
Muy halagador, pero, por desgracia, no es más que un truco.