¡No lo puedo creer! Esa fue mi primera reacción, cuando al despertarme el miércoles en La Haya, miré el móvil y leí, en un chat del que formo parte, la noticia subida por uno de los integrantes del seminario de Don Alejandro Nieto. Al poco tiempo, casi de manera instantánea, mi esposa me llamaba desde Madrid, y con voz afligida y profunda tristeza, me confirmaba la noticia, que segundos antes había conocido.
No era para menos la sorpresa de la noticia. Hacía, apenas, menos de una semana que había disfrutado enormemente, como siempre acontecía cuando nos encontrábamos, una conversación agradable, amena, con Don José Luis. La ocasión fue una visita en Galicia que realizaba durante toda la semana, como Embajador de la Republica Dominicana ante el Reino de España, y por supuesto que entre las actividades organizadas no podía faltar un encuentro con el profesor Meilán, junto a varios amigos residentes en A Coruña, como Rodolfo Pita y su esposa dominicana Maricarmen Read Escobal (vecinos de piso de Meilán), el padre dominicano Héctor Sánchez, del Colegio Calazanz, la consejera de asuntos económicos y comerciales de la embajada Carolina Peguero, y nuestro activo y competente cónsul honorario en Galicia, Vicente Pérez Fontal.
La noche fue espectacular. Recordamos muchos episodios vividos, desde que nos conocimos en el Foro Iberoamericano de Derecho Administrativo en Valladolid, en el 2008. Hablamos sobre la situación actual en España con el tema catalán; de una conversación que sostuve con el hoy ex-presidente de gobierno Mariano Rajoy en la presentación de saludos de año nuevo en la Casa Real, donde al comentarle de mi amistad con Don José Luis y con Jaime Rodríguez-Arana, me recordó cariñosamente varios episodios de sus clases en la Universidad de Santiago de Compostela; me preguntó sobre mi encuentro, de hacia un par de días, con el presidente gallego Alberto Núñez Feijoo, su alumno en Santiago de Compostela, que en esa semana había declinado presentarse a la convención del Partido Popular; que estaba terminando su ponencia para el Foro Iberoamericano de Derecho Administrativo que tendrá lugar en Guayaquil, Ecuador, en octubre de este año, y con una expresiva sonrisa me decía: “no asistiré. Fui al Foro de Santo Domingo en octubre pasado por mi compromiso contigo y con Servio Tulio. A mi edad, estos viajes son muy duros”. Le agradecí esas palabras con una sonrisa directa, mirándole a los ojos.
Nuestra conversación, continuaba, como si no tendríamos más tiempo en el futuro para encontrarnos: rememoraba el cariño especial que sentía por la amabilidad y alegría de los dominicanos; me solicitaba mi pluma, para dedicarme el libro recientemente publicado en coautoría con su discípula Marta García Pérez “Norma y Acto Administrativos”; me comentaba sobre la energía y entusiasmo de su otro discípulo Jaime Rodríguez Arana; recordaba a Servio Tulio Castaños de la Fundación Institucionalidad y Justicia de la Republcia Dominicana: “habla siempre iluminado por el Espíritu Santo”; recordaba a Manuel Fermín por sus atenciones con motivo de la dirección del Congreso del Foro en octubre del pasado año en Santo Domingo; y por supuesto, de cómo disfrutaba de las conversaciones con Juan Manuel Guerrero: “tiene una chispa única”, decía el maestro.
Llegó la hora de concluir aquella cena que se había extendido al filo de la medianoche. Pero rápidamente surgieron otros temas. El maestro Meilán le comentaba a Rodolfo Pita y a Maricarmen Read: “quiero conocer la terraza del piso de ustedes luego de la remodelación, debe tener una vista espectacular”. Rodolfo, con toda la amabilidad propia de su personalidad le contestaba: “con todo gusto José Luis. Cuando quieras”. Yo intervine en la conversación y dije: “volveré pronto a A Coruña y subimos juntos maestro donde Rodolfo y Maricarmen”, lo que ocasionó una prolongada sonrisa. Nuevamente el maestro me dice: “Te pido algo Olivo. Envíame con Jaime la próxima semana o cuando puedas, unos puros dominicanos para un obsequio”. “Así lo haré maestro. Cuente con ello”, fue mi respuesta.
El viernes 22 de junio, a las 9:09 pm, recibo un mensaje de WhatsApp del profesor Meilán: “Fenomenal la cena de ayer. Un beso a Villi y un abrazo “. “Gracias Maestro. Un abrazo y espero verlo pronto de nuevo”, le respondí por la misma vía a las 10:59 pm.
No lo puedo creer: Que murió Meilán?. Cuando le escribí desde La Haya al padre Héctor Sánchez, quien nos había acompañado en la cena, para informarle de esta triste noticia, me contestó: La verdad Olivo es que “para morir, solo hay que estar vivo”.
Descanse en paz el maestro y amigo José Luis Meilán Gil. Los dominicanos le recordaremos siempre con la misma intensidad del cariño que siempre supo darnos, en sus conferencias, en sus conversaciones, y en sus respuestas siempre amables y oportunas a nuestros correos electrónicos.