DONALD TRUMP me ha escupido en la cara.

No sólo en mi propia cara, sino en los rostros de por lo menos la mitad de la población israelí.

Él ha designado a un abogado de la bancarrota nombrado David Friedman en el cargo de embajador de Estados Unidos de América  en Israel.

Esto suena como un chiste malo. Pero es una realidad brutal. Establece un precedente desconocido en los anales de la diplomacia internacional.

EN PRIMER lugar, es mala práctica nombrar a un embajador en un país con el que tenga una profunda conexión personal. Usted no envía a un enemigo cubano-norteamericano de Castro para que sea el embajador de Estados Unidos en La Habana. Usted no envía un chino del Kuomintang de Taiwán para ser embajador de EE.UU. en Pekín.

Es cierto que no es la primera vez que un judío estadounidense ha sido nombrado embajador en Israel. Ha habido dos o tres que podrían haber servido como embajadores israelíes en Washington. Pero eran individuos con mucho menos opiniones opuestss que este espécimen.

Un embajador funciona como los ojos y los oídos de una nación patria en un estado extranjero. Entre sus tareas está el proporcionar a sus superiores en la oficina de relaciones exteriores información confiable, imparcial, sobre la cual basar la política. El embajador ideal es un observador fresco, sin sentimientos fuertes hacia el país de su misión, ni positivos ni negativos.

Esta descripción de un diplomático es exactamente lo contrario de este individuo en particular.

Habría sido mucho más razonable nombrar a David Friedman como embajador israelí en Estados Unidos. Lamentablemente, este puesto ya está ocupado −por otro judío estadounidense. Se rumorea que fue nombrado por Netanyahu a petición de Sheldon Adelson, un magnate de casinos judío, que pone su dinero donde tiene la boca: en la muy extrema derecha israelí.

Pero incluso esta persona es izquierdista en comparación con David Friedman.

El nombre, por supuesto, es una broma en sí mismo. “Friede” en alemán significa paz, pero este David es lo contrario de un hombre de paz. El David bíblico, por cierto, era un hombre de guerra completo, y por esta razón Dios decretó que sólo su hijo, Salomón, construiría el primer templo.

¿QUIÉN ES, entonces, este hombre de paz? Desde que se conoció la noticia de su próximo designación, el Internet ha sido inundado con citas suyas. Todas increíbles, cada uno que parece más que la anterior.

Hay algo que se destaca incluso en una primera lectura: cuando este futuro embajador estadounidense dice “nosotros”, quiere decir "nosotros los israelíes". "Nosotros los verdaderos israelíes", "nosotros los patriotas israelíes". El territorio del Gran Israel, desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán (al menos) es "nuestro país".

Friedman no se identifica con todos los israelíes. Parece pensar que la mayoría de nosotros somos ciegos, imbéciles, derrotistas. O peor, traidores. Esto establecería un récord mundial: la mayoría de los israelíes, al parecer, son traidores.

Entonces, ¿con quién se identifica realmente Friedman? Una muestra representativa de sus enunciados lo deja muy claro: él se considera parte de cerca del 5% de la población israelí: los colonos y la extrema derecha.

AQUÍ ESTÁN algunas de sus opiniones sobresalientes:

  • Los ciudadanos árabes de Israel, alrededor del 21% de la población, deben ser despojados de su ciudadanía. Algo así como despojar a todos los afroamericanos de su ciudadanía estadounidense.
  • No hay "solución de dos estados". Incluso mencionar una posibilidad semejante cae en la traición. (Puesto que me acusan de haber sido el primero en exponer esta solución en 1949, esto es más saliva que tengo que limpiar de mi rostro).
  • No se debe permitir que ningún colono sea sacado de su "hogar", aunque este "hogar" esté ubicado en la propiedad privada de agricultores árabes.
  • En el Gran Israel, desde el mar hasta el río, los judíos constituyen la mayoría del 65 %. Esto es una mentira flagrante: En este territorio, incluida la Franja de Gaza, los árabes ya constituyen una mayoría.
  • El futuro presidente Trump debería ser alentado a despedir a todo el personal del Departamento de Estado que abogue por la Solución de Dos Estados.
  • Los palestinos son corruptos.
  • El presidente Barak Obama es un "antisemita flagrante".
  • Bachar al Asad y Benjamín Netanyahu deben ser amigos. Probablemente incluyendo a Vladimir Putin −un trío maravilloso, sin duda.
  • Necesitamos una guerra mundial contra el antisemitismo islámico.
  • Los judíos estadounidenses e israelíes que apoyan el campo de paz israelí son peores que los kapos. (Kapo, término abreviado para “Kamp-Polizei”, o "policía de campamento": eran presos del campo reclutados por los nazis para mantener el orden en los campos de la muerte, hasta que ellos mismos fueron condenados a muerte). Esto se aplica específicamente a la leve e inofensiva organización "Calle J".
  • También, por supuesto, me incluye.

SI USTED estuviera inclinado a reírse en voz alta de algunas de estas definiciones, no lo haga. Esto no es cosa de risa.

David Friedman es una persona seria. Él es un famoso abogado de bancarrota. Pero no lo están enviando aquí para hacer frente a la bancarrota del régimen de Netanyahu. Por el contrario, lo envían para facilitar la creación de un gobierno de Israel en el que Netanyahu constituiría la extrema izquierda. Y esto no es ni siquiera una exageración.

Desde 1967, el campo israelí por la paz ha orado para que Estados Unidos salve a Israel de sí mismo. Cada nuevo presidente ha sido recibido en medio de grandes esperanzas. Este es el hombre que obligará al gobierno de Israel a abandonar los territorios palestinos ya hacer la paz con los palestinos y con todo el mundo árabe.

El presidente Obama ha sido sólo el último en esa línea. Inteligente, guapo, un orador que entusiasma, lleno de nobles intenciones. Pero los resultados, en lo que a nosotros respecta, fueron nulos. Sin embargo, ahora desearíamos que tuviera un tercer mandato.

Yo siempre estuve escéptico de este enfoque. ¿Por qué un presidente de Estados Unidos habría de sacar la cabeza para salvar a Israel de sí mismo, si los propios israelíes son demasiado perezosos o cobardes para hacerlo ellos por sí solos?

(Ya he mencionado que una vez, en una conferencia internacional, acusé al estadista español y europeo Miguel Moratinos, de no hacerlo, y contestó airadamente que no era su deber salvarnos, que ese era nuestro deber. Y no pude sino estar de acuerdo sinceramente.)

Hace mucho tiempo renuncié a cualquier esperanza de que el gobierno estadounidense nos ayude a concertar una paz histórica con el pueblo palestino y a negociar los territorios ocupados por la paz. Tendremos que hacerlo nosotros mismos. No hay otra solución. La alternativa llamada "solución de un estado" promete una guerra civil para las generaciones venideras.

Cualquiera que no esté cegado por el ultranacionalismo o el fervor mesiánico, sin duda alguna, debe ver eso. Es muy sencillo.

LA CONQUISTA de los territorios palestinos restantes en 1967 hundió a Israel en un delirio que nos impide incluso hoy escuchar la razón. Estados Unidos, por sus propias razones, ha alentado a Israel a continuar por este camino.

El presidente electo Trump está dispuesto a empujar a Israel hacia delante con todo su poder −hacia adelante, hacia su desastre.

Hace unos 2,000 años, un rebelde judío llamado Bar-Kokhba ("Hijo de las Estrellas") se levantó contra la Roma todopoderosa. Intoxicado por algunas victorias iniciales, clamó a Dios: "¡No nos ayudes, pero al menos no ayudes a nuestros enemigos!" Dios no escuchó, y la rebelión fue aplastada por los romanos. La población judía de Palestina nunca se recuperó, hasta hace poco.

Yo le gritaría a Donald Trump: "Si no nos ayuda a lograr la paz, por lo menos no nos envíe este jurado asesino de paz".