“Siempre he dicho inmigración sí, la que haga falta,
pero cuando pasamos de un 1O% es preocupante,
y un 25% ya es considerado una invasión”
Josep Anglada
La actualidad mundial se ve caracterizada por una grave crisis migratoria, la cifra de personas que se insertan en el mundo laboral de países ajenos estableciéndose en los mismos, aumenta cada día. Lo cierto es que, a nivel mundial, sigue aumentando la migración, pues según el Fondo de Población de las Naciones Unidas los migrantes alcanzaron la cifra de 244 millones en el 2O15, “lo que representa un aumento del cuarenta y cuatro por ciento (44%) desde 2OOO y del cinco por ciento (5%) desde 2O13” (Según se afirma en el estudio Prácticas Eficaces que Mejoran la Capacidad de Resistencia y Recuperación de los Migrantes. Anexo C- Tendencias de la migración y resistencia de la comunidad)[1]
En el pasado, la inmigración representó para los países receptores, en muchos casos, beneficios para su desarrollo, pero por otro lado significó graves problemas para el desarrollo humano de otros muchos países y pueblos. Esto ha sido así, teniendo en cuenta que el fenómeno trae consigo discriminación y desconocimiento a los derechos humanos, así como altos grados de explotación laboral y victimización por la trata de personas.
En el presente, la inmigración ilegal trae consigo muchos perjuicios si la misma no es controlada, pues los países deben aceptar en sus territorios la inmigración que sea necesaria para sus intereses, además de que no pueden sobrepasar sus capacidades cuando se acepta por causas humanitarias, en el entendido que sus nacionales también tienen necesidades que deben ser cubiertas por el Estado, es decir, que la inmigración que ayuda a los Estados en la consecución de sus intereses nacionales y que además ayuda a los inmigrantes en su desarrollo humano sí es beneficioso. Pero aquella inmigración que es una carga para los nacionales y el país receptor, de ninguna manera puede beneficiar por lo que no es deseada.
Se hace muy cuesta arriba esclarecerle a un nacional por nacimiento y origen, residente por toda su vida en su país, que le es beneficioso en todos los sentidos, que sus hijos vayan a una escuela donde se le ha cambiado la historia, que una gran parte de sus compañeros habla otro idioma y las clases se adaptan a esos “llegados”; o que el padre ha perdido su empleo porque los inmigrantes lo hacen por menor remuneración; que sus tradiciones y forma de vida van siendo distorsionadas, sacrificadas; y que sus condiciones de vida poco a poco se va equiparando a la de aquellos que vinieron en condiciones paupérrimas.
Es muy sencillo, no hay que ser un gran científico ni matemático para comprender, que la inmigración sin controles, como ocurre en la República Dominicana, trae como consecuencia, que los recursos presupuestados sean insuficientes, pues hay una carga, un consumo, que sobrepasa las capacidades del Estado; lo mismo pasa con los servicios públicos, que son rebasados porque deben ir dirigidos a mayor cantidad de personas, como podemos observar en nuestro sistema de salud, que ha sido “tomado”.
Las actuales autoridades de este Gobierno, que lleva ya unos 6 años, no tienen una política migratoria clara, sino que responden de manera reactiva al día a día de una inmigración descontrolada, sin valladar, y a puertas abiertas. No se percibe ninguna medida que tome el Gobierno, que sea efectiva, real, planificada. Los organismos encargados de enfrentar el flagelo no actúan, y cuando lo hacen sólo es en apariencia. Siempre he dicho que la Dirección General de Migración no tiene capacidad operativa para enfrentar la inmigración ilegal. Pregunte usted con cuantos miembros cuenta este organismo, cuantos vehículos tiene; y entonces contéstese la pregunta ¿puede hacer frente, a una inmigración ilegal de miles de nacionales extranjeros semanalmente y cada día más creciente?
El malhadado Plan de Regularización de Extranjeros no ha sido mas que una artimaña para ceder a organismos internacionales y gobiernos extranjeros que han exigido al Gobierno Dominicano que se dé entrada masiva a los extranjeros que llegan a nuestras fronteras, además de facilitar la obtención de documentos a los mismos, así como a sus descendientes.
El Gobierno Dominicano se ha postrado a los pies de algunos países y organismos, que en sus territorios no quieren la inmigración masiva ilegal de los extranjeros ilegales para que aquí los aceptemos nosotros sin condiciones. Por ejemplo, el Presidente Francés Emmanuel Macron declaró recientemente que se había llegado a un acuerdo en Europa para crear centros de concentración “controlados” para los migrantes que llegan al viejo continente, sin embargo, Francia no quiere que en su territorio hayan este tipo de centros. Además los países de primera línea de llegadas de indocumentados que son Italia, Grecia y España, sugieren que se construyan y pongan a funcionar en territorio africano. Pero en nuestro caso nos exigen, y el Gobierno cede a darles entrada a los indocumentados que llegan a nuestro país.
Todos hemos seguido muy de cerca la actualidad en asuntos migratorios que se vive en los Estados Unidos, donde las autoridades, sin conmoverse, han separado niños de sus padres, siendo esto una muestra del endurecimiento de su política en asuntos de inmigración. Pero al Gobierno Dominicano les exigen, y este cede, a dar un trato humano a los inmigrantes ilegales (con lo que estamos de acuerdo).
Nunca me cansaré de reiterar que los dominicanos no somos xenófobos, no sentimos odio por nuestros vecinos, incluso nos apiadamos, nos condolemos de las penurias que pasa aquella gente misérrima. Por ello levantamos nuestra paleta del “Sí” a la ayuda que nuestras posibilidades como país nos permita brindar a los extranjeros indocumentados; pero así también levantamos nuestra paleta de un “No” rotundo a mantener nuestras fronteras abiertas y no contar con una política migratoria clara y apegada a los intereses de la República Dominicana.
[1] https://media.ifrc.org/global-review-on-migration/es/anexo-c-tendencias-de-la-migracion-y-capacidad-de-resistencia-de-la-comunidad/