In memoriam a doña Juany Uribe, que fue siempre joven por sus ideas.
¿A usted no le parece extraño el hecho de que en medio de la protesta de la sociedad civil contra la corrupción y la impunidad, como surgido de la nada, el principal tema de debate haya pasado a ser la conveniencia de jubilar a los líderes políticos que tienen mayores posibilidades de sustituir al presidente Danilo Medina?
Para desentrañar el móvil de este juego mediático, que está motivado, fundamentalmente, en la lucha interna del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), basta con tan solo revisar la cuenta de Twitter del ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, a saber: “El próximo candidato del PLD debe estar comprometido con los cambios profundos que están en marcha… En mi humilde opinión, el PLD debe reciclarse y mostrar caras nuevas en el 2020”.
Se trata de que el presidente Medina está impedido de volver a postularse. No tiene ninguna posibilidad de reformar la Constitución. Esta vez, ni la sociedad, ni Leonel Fernández, ni Hipólito Mejía se lo permitirían.
Frente a esta amarga realidad, conforme al referido Twitter de Montalvo, el presidente Medina no quiere correr el riesgo de que, bajo ninguna circunstancia, el candidato de su partido sea el presidente Leonel Fernández, que es su principal enemigo político. En cambio, desea que lo sea un delfín suyo, que le garantice la continuidad de su obra de gobierno y el control del PLD.
Sin embargo, a aquellos jóvenes que se han dejado seducir por los cantos de sirena que, como en los mejores tiempos de Joao Santana, se expanden desde el Palacio Nacional, es conveniente recordarle que al descalificar a los ciudadanos de la tercera edad para ocupar el cargo de presidente de la República incurren en el mismo prejuicio y discriminación política que quienes sostienen que los jóvenes de menos de 35 años carecen de aptitud para gobernar nuestra nación.
En ese sentido, el artículo 39 de la Constitución Política, en lo relativo al derecho a la igualdad, establece que: “Todas las personas nacen libre e iguales ante la ley… y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad…”.
La decisión de un ciudadano de optar o no por la candidatura presidencial es estrictamente personal, tomando en consideración que la Carta Sustantiva solo contempla el requisito mínimo de 30 años y no un máximo de edad.
Sobre la eterna exigencia del relevo político por razón de edad, en lugar de los méritos y la capacidad de los miembros del partido, el septuagenario presidente socialista chileno Salvador Allende dijo: “Yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y en éstos me ubico yo”.
No es exagerado ni injusto afirmar que muchos de los jóvenes de los partidos progresistas de nuestro país nunca fueron tan viejos como en la actualidad. Sus ideas añejas son un reflejo de la incapacidad de los partidos políticos para formar a sus miembros y del conservadurismo que caracteriza a nuestra sociedad.
En lugar de la edad de sus líderes, la desconfianza de la sociedad en los partidos se debe a su incapacidad para proponer nuevas propuestas políticas que sean inclusivas, participativas y transparentes.
Los jóvenes dirigentes políticos deben jugar un papel más activo en la lucha por la reforma política que se debate actualmente en el Congreso Nacional, exigiendo la aprobación de una Ley de Partidos que garantice el funcionamiento democrático y transparente de las formaciones políticas. De esta manera los jóvenes tendrán la oportunidad de competir equitativamente en las elecciones internas y de ganarse sus merecidos espacios en los partidos políticos.