En conversaciones e historias de vida con mujeres mayores de 75 años se presentan situaciones que explican conductas y problemas actuales en nuestra sociedad.
“Una vez fui a una fiesta en mi pueblo con unas primas. Me sacó a bailar un hombre. No quise bailar con él. Inmediatamente el novio de mi prima me dijo: “como rechazaste a ese hombre no puedes bailar con nadie más aquí. Si lo haces tenemos que irnos inmediatamente porque se puede armar un lio. Me quedé tranquila, sentada en la mesa y no baile en toda la noche. No acepté ninguna invitación, no quería arruinarle la fiesta a todo el mundo”. (1952)
Esto demuestra el arraigo en nuestra cultura de patrones machistas de control y regulación de la vida de las mujeres desde distintos ámbitos, siendo uno de ellos, la diversión. Desde el baile se establece hombre un código de posesión sobre la mujer. Se convertía en un objeto de pertenencia de un hombre desconocido.
En la actualidad encontramos la permanencia de algunas lógicas parecidas con raíces en esa historia de posesión, subordinación y conversión de la mujer en un objeto sexual.
Recientemente una amiga vivió una experiencia similar en una discoteca.
“Fui a una discoteca con amigas y hermanas éramos unas 8 mujeres. Un hombre se acercó a una de mis amigas y le hacía señas, ella no le hacia caso. El hombre fue a la mesa y nos dijo muchísimas groserías. Dijo que ellos eran 8 para 8 dispuestos a tener sexo con nosotras en ese mismo instante. Nosotras nos miramos estupefactas, no sabíamos que hacer. Decidimos irnos todas de la discoteca. No estaba borracho y era bastante joven de unos 28-29 años”.
Entre estos dos relatos existen unos 68 años de diferencia. Sin embargo, continúan algunos patrones en la interacción de hombres con mujeres desconocidas.
Uno de estos es el establecimiento de la mujer como objeto subordinado al hombre. No tiene capacidad ni libertad para decidir sobre su cuerpo (con quien baila o no). La presencia física de la mujer, su vestimenta y su propio cuerpo se convierten en objeto sexual que da permiso para recibir acoso y agresiones sexuales de cualquier hombre independientemente conozca o no a la mujer.
Estos patrones culturales deben ser erradicados en nuestra sociedad. Son parte del imaginario machista que maltrata continuamente a la mujer verbal, psicológica y físicamente. La vulnerabilidad de las mujeres en los espacios de diversión, lugares nocturnos es amplia y preocupante. Cada vez más necesitamos intervenir los espacios públicos y convertirlos en lugares seguros para las mujeres, acompañado de educación y orientación sobre sus derechos.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY