Todo indica que el Presidente Danilo Medina decidió que no habrá pacto fiscal.
Primero, su negociación con el sector privado le hubiese costado políticamente, sobre todo en lo referente a la racionalización (léase despolitización) del gasto público.
Segundo, obtener los recursos a través del endeudamiento es más fácil políticamente, sobre todo si se controla el Congreso, aunque también es mucho más irresponsable. Comenzó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) cuyo tardío reporte (otra misión, por cierto, se encuentra ahora en el país) indicó que había holgura para seguir endeudándonos hasta el 2020, año de elecciones, aunque sea arrastrándonos. Luego fueron las agencias de clasificación, las cuales mejoraron el "rating" del país, lo que le permite obtener tasas de interés más bajas. En este enero, cuando el tercer mundo salió a buscar financiamiento previendo que Trump pudiese dañar el mercado, nuestro país logró pagar, por primera vez, menos del 6%. El FMI sugirió que el endeudamiento sea en pesos, pero los requerimientos de balanza de pagos presionan para que sea en dólares. Mientras tanto, el Presidente ha puesto a dos cuartos bates a cobrar impuestos por la vía administrativa para que recauden por lo menos parte de lo que se pensaba conseguir a través del diferido pacto.
Falta el pacto eléctrico, que incluye el destino de Catalina la Grande y que solo tendría sentido si se lograse, a través de la privatización de las distribuidoras, una mejora sustancial en el cobro de la electricidad que se vende.
Pasemos abruptamente a Trump y su política comercial. En cuanto a México se refiere "América primero" significa que fábricas que se trasladaron de Estados Unidos a México, como las de automóviles, deberán regresar a su país de origen, ya sea presionadas por un arancel norteamericano de un 20% sobre lo que se importe de México, ya sea modificando el NAFTA y sus reglas de origen, o ya sea estimuladas por un impuesto sobre la renta sustancialmente menor. Bajo el NAFTA Estados Unidos sufre de un saldo comercial negativo muy alto.
Y para los dominicanos, ¿qué significa "América Primero"? Aplicando el símil mexicano significa que las textileras y fábricas de equipos médicos hoy en nuestras zonas francas y que migraron de Estados Unidos, deberían también regresar a Norteamérica a través de los mismos mecanismos de desestímulo y estímulo.
Pero ese símil se debilita si notamos que bajo el DR-CAFTA Estados Unidos goza de un superávit, no un déficit. Además, ¿estarían los obreros en las Carolinas y Luisiana dispuestos a volver a trabajar en las textileras? Por supuesto, para poder las textileras americanas competir habría que impedir la importación de ropa asiática a Estados Unidos. Por otro lado, si ese país aplica su nuevo alto arancel a las importaciones textiles mexicanas, eso estimularía a que esas fábricas se muden a Centroamérica y a nuestro país.
Trump, hasta ahora, no se ha fijado en el DR-CAFTA. Ojalá que siga así. De ahí el peligro de que los países del DR-CAFTA propongan a Estados Unidos modificaciones para ayudar a su sector agrícola. Sería ir por lana y salir trasquilado, o, trumpquilado. Por suerte, luce que los centroamericanos no están por pedir modificaciones al Tratado y sin su contribución la República Dominicana no puede pedir ella misma una modificación para ayudar a los agricultores dominicanos, que desde el gobierno del agrónomo Hipólito Mejía ya sabían lo que les aguardaba. La modernización de la agropecuaria es la única, aunque difícil opción.