"Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.” – Winston Churchill

Pepe Mujica hizo una profunda reflexión sobre los recientes acontecimientos que apuntan a un pronunciado retroceso de la democracia liberal en diversos escenarios del mundo, resumiendo su particular experiencia en tono enfático al expresar:

“Lo único que yo tengo que decir es repetir una y mil veces más: los únicos derrotados son los que bajan los brazos, los que se resignan a la derrota. La vida es una lucha, y es una lucha permanente, con avances y con retrocesos. No es el fin del mundo. Por lo tanto: aprender de los errores que hemos cometido y volver a empezar. Hay que tener humildad desde el punto de vista estratégico. No hay derrota definitiva ni triunfo definitivo”.

Una derrota no es el fin del mundo. Fracasar es darse por vencido, desistir de seguir luchando después de una derrota, resignarse. Fracasa también el ser complaciente que se duerme después de una victoria soñando que es perenne. El único camino es seguir batallando  con redoblada persistencia para potenciar el éxito.

Entre las responsabilidades más importantes del líder destaca el animar al equipo en la derrota con la esperanza de la victoria. El dirigente ha de ser “resiliente”, capaz de seguir adelante con entusiasmo ante la adversidad porque sabe que el fracaso es momentáneo, aunque el momento pueda parecer una eternidad. Hay que ser visionario para ver más allá del fracaso, dejando atrás la amargura y recogiendo las lecciones aprendidas, para seguir luchando. El capitán es el responsable de contagiar a las tropas con su entusiasmo en el momento más oscuro del fracaso, poniendo en perspectiva el contratiempo momentáneo, que no es el fin del tiempo.  A la vez el líder reconoce que la victoria es igualmente efímera, y no se debe descansar sino para coger impulso para la próxima contienda.  El mundo no se acaba con una derrota, como tampoco se detiene con una victoria, pues seguirá rodando y evolucionando.

El estadista y premio Nobel de literatura, Winston Churchill,  sintetizó  su larga experiencia en la lucha política con la chispa que le caracterizaba, al sentenciar: “El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo." Muchas veces derrotado, pero nunca frustrado, en los momentos clave Churchill alcanzó el éxito porque nunca  desistió de sus propósitos, nunca se rindió al momento de conceder la derrota. Nunca se resignó. La derrota es tan propicia para un nuevo comienzo como la victoria. Su discurso reflejaba su incansable accionar político con actitud positiva. En visita a su alma mater, el colegio Harrow, en 1941 el entonces primer ministro británico se dirigió a la comunidad educativa en una emotiva alocución, recordada sobre todo por su inspiradora exhortación:

Nunca te des por vencido – nunca, nunca, nunca, nunca, en nada grande o pequeño, importante o mezquino, nunca te entregues excepto a las convicciones de honor y sentido común.”

Demócratas auténticos como Churchill y Mujica no se frustran con una o más pérdidas, aceptando el fracaso con la frente en alto y arengando a las tropas para la próxima contienda. En lugar de sentir una calamidad en la derrota, aprecian el surgimiento de una nueva oportunidad.

Siempre vencer es contra natura en la democracia representativa. Vencer todo el tiempo es la negación de la alternancia necesaria para mantener el sistema democrático, que no puede perdurar como tal con un mismo  ganador siempre, sea una persona, una dinastía o un partido. La democracia representativa requiere no solo de la alternabilidad hipotética sino de la efectiva alternancia en el gobierno de los poderes del Estado. Para que prospere la democracia tiene  que haber periódicamente ganadores y perdedores, y no pueden ser siempre los mismos ganadores.  La alternancia es consustancial con la democracia representativa, y la transmisión pacífica del poder es el verdadero triunfo del sistema. Los demócratas celebran la alternancia, aun cuando ello conlleva el dolor de resultar perdedor. El líder sabe que la pérdida presenta una nueva oportunidad y se apresta de inmediato a entusiasmar a su equipo para alcanzar el éxito en la próxima ocasión. 

Trump y Bolsonaro, para solo nombrar dos casos contemporáneos en nuestro hemisferio, amenazan de antemano con no aceptar resultados adversos. Maduro y otros gobernantes  ya han demostrado que no aceptan perder y punto. Ellos representan una seria amenaza a la tradición democrática y requieren de estrecho seguimiento de parte de la ciudadanía y la comunidad internacional para evitar la disrupción de la democracia representativa, o su restauración donde ésta ya ha sido quebrada. No podemos resignarnos a que gobernantes autócratas desvirtúen la esencia de la democracia representativa, aferrándose al poder por cualquier medio y aboliendo la alternancia al tiempo que pregonan la alternabilidad. Es esencial aprovechar la oportunidad que presenta la actual amenaza de gobernantes populistas y  autocráticos que se cierne sobre América para seguir revalorizando, apuntalando y fortaleciendo los sectores institucionales que potencian la democracia representativa, como la prensa libre y la educación ciudadana, entre otras.

La actual coyuntura política no es el fin del mundo para los demócratas auténticos sino la oportunidad de iniciar con entusiasmo una nueva etapa de perfeccionamiento de la democracia liberal.