El mismo fin de semana y varias opciones de actividades para niños, jóvenes y para toda la familia. ¿Cuál fue la más vendida? Un concierto de un cantante de música urbana a quien muchos admiran, imitan y siguen. Personas de todas las edades se dieron cita en este concierto, pagando, en algunos casos, gran cantidad de dinero para disfrutar del mismo. No deja de sorprenderme que “no hay dinero” para otras cosas, pero por lo visto para este tipo de actividad si hay recursos o se buscan donde se pueda. Sin embargo, el mismo día y a la misma hora se presentó una maravillosa obra de teatro para jóvenes y adultos con jóvenes dominicanos de gran talento, pero lamentablemente con una pobre respuesta por parte del público. Ni siquiera se motivaron jóvenes e instituciones a las que se les ofreció la oportunidad de asistir sin costo. Solo unos pocos respondieron a la invitación. En este y muchos otros casos se pone en evidencia la pobreza mental y cultural, muy distinta a la pobreza material.
Confirmo entonces que no es cuestión de tener o no el dinero, sino de prioridades. Y me viene a la mente lo que me comentó la directora de una escuelita del Nivel Inicial en Los Montones, San Cristóbal. Me dijo con tristeza que la mayoría de sus padres no tienen para pagar RD$500.- mensuales o para colaborar con actividades para sus hijos, pero que en muchos casos si tienen para beber en el colmado. Una triste realidad que mi papá explica haciendo referencia a la expresión romana “al pueblo pan y circo”, es decir, lo que el pueblo quiere es comer y entretenerse. Lo demás no tiene tanta importancia.
Cada vez hay menos interés en actividades culturales y artísticas. Muchos se quejan de las pocas opciones, pero cuando las hay, no las apoyan. La cultura y el arte son fundamentales para el desarrollo sano de las personas y de las sociedades. Uno de los derechos de los niños es el descanso, el esparcimiento, el juego, las actividades recreativas, la vida cultural y las artes. La expresión cultural y artística incluye la danza, la artesanía, ritos, teatro, literatura, la música, el cine, entre otros. Tiene múltiples beneficios y debemos garantizar acceso a la misma para que podamos conocer y exponernos a múltiples formas de expresión, desarrollar la creatividad, transformar nuestra sociedad, construir un mundo mejor y más justo. Pero si las prioridades no están claras, no lo lograremos.
Estos no son los únicos ejemplos de valores y prioridades tergiversadas. Son muchos los directores de colegios privados a quienes escucho quejarse por la falta de pago de gran cantidad de familias y la frustración que sienten al ver a esas mismas familias o a sus hijos con el último modelo de celular, de computadora, con carros nuevos o realizando viajes costosos. Y se dan el lujo de no pagar la educación escolar que han elegido para sus hijos, enviando un mensaje negativo y muy poderoso a niños y jóvenes que ya de por si, lamentablemente, cada vez valoran menos el trabajo de la escuela, la dedicación de los maestros y los beneficios que esta experiencia pueda traer a sus vidas.
Ir a la escuela o a la universidad no es la aspiración ni la prioridad de muchos de nuestros jóvenes así como tampoco lo es el desarrollo y la expresión cultural y artística. El modelo que tienen no ayuda. Nuestra sociedad, los padres y educadores somos los primeros responsables de promover el interés y amor por los mismos, ofreciendo estas oportunidades. Para esto hay que romper con la idea, cada vez más generalizada, de que el dinero es la prioridad, que se puede ganar de manera fácil y de que el éxito y la fama se consiguen sin necesidad de preparación. Nada se compara con la gran satisfacción que sienten aquellos que han podido romper el ciclo de pobreza, superarse y aportar a una mejor sociedad gracias a las siguientes armas poderosas: la educación, la cultura y el arte.