En la República Dominicana no es posible, de manera lícita, moral y pacífica, una reforma por segunda vez consecutiva a la Constitución, con la intención expresa de permitir una re-postulación del Presidente Danilo Medina como candidato a la Presidencia de la República, al que tratan de convencer sus más allegados acólitos, y que estoy convencido que este no escuchará.

Recordemos que Platón calificaba la política como la acción más elevada y que esta no podía carecer de reglas y de moral; por ello sostengo que una reforma con la intención expresa de permitir una re-postulación al Presidente de turno, no sería lícita, moral ni pacífica, porque no puede ser que en política todo se valga, porque la Carta Magna establece de manera taxativa, que el Presidente de la República podrá reelegirse para un segundo período y no más [Art. 124]; y este es el segundo del actual presidente, quien ha jurado en reiteradas ocasiones que no se postulará para otro período presidencial [aunque lo ha hecho desde su primer mandato y parece que lo olvidó].

Pero aún es más evidente la imposibilidad de una reelección en el caso del actual mandato presidencial, cuando advertimos que las Disposiciones Transitorias del texto constitucional votado y proclamado el 13 de junio del año 2O15, Gaceta Oficial NO. 1O8O5, del 1O de julio del mismo año; dispone, de manera expresa en la vigésima disposición, que: “En el caso de que el Presidente de la República correspondiente al período constitucional 2O12-2O16 sea candidato al mismo cargo para el período constitucional 2O16-2O2O, no podrá presentarse para el siguiente ni a ningún otro período, así como tampoco a la Vicepresidencia de la República”.

Actualmente, gran parte de la ciudadanía, en diversos sectores, se ha mostrado opuesta de manera tajante a que se vulneren las disposiciones constitucionales y son numerosas las exigencias de respeto a nuestra Ley de leyes. Porque no es lícito, no es moral, ni es pacífico, que se pretenda retorcer el espíritu y las normas establecidas en el articulado constitucional para – de manera expresa – dar continuidad a la ambición de poder. Entonces, la intención de evitar el escollo que representa para los reeleccionistas del momento, los preceptos antes mencionados, no cuenta con razones jurídicas valederas.

Las ambiciones personales o de un grupo, no deben imponerse a lo que representa la Constitución de la República, pues ella es la norma de normas, es la que se encuentra jerárquicamente por encima de todas las leyes de cualquier país. No es difícil de entender, que en cualquier partido, del deporte que usted prefiera, el cual tiene sus reglas; no puede usted cambiarlas a su conveniencia [usted no puede, al momento de batear, poner el home donde está la primera base y anotar hasta con una base por bolas], de manera, que tratar de hacerlo es ejercer violencia, pues está violentando las reglas del juego. El poder sin límites de tiempo, obstaculiza el libre ejercicio democrático, porque termina concentrándose, entonces, como resultado de ello, comienza a aparecer la corrupción, la impunidad, la injerencia en los demás poderes, y el autoritarismo tiránico.

Los que se resisten a la prohibición de la disposición transitoria número 2O, tratan de ignorar el precedente de la Sentencia TC-352-18 – mediante la cual, el Tribunal Constitucional declaró inadmisible la acción directa de inconstitucionalidad incoada contra la disposición transitoria mencionada más arriba y que dejó sentado el criterio de la imposibilidad de declarar inconstitucional a la propia constitución – siguen aupando una reforma amparados en lograr, mediante métodos no claros, una mayoría congresual, con la que no cuenta en estos momentos; por lo que serían ilegítimas las maniobras que puedan llevarse a cabo para construir tal mayoría, que dé el visto bueno a una eventual re-postulación del Presidente Medina.

Se equivocan rotundamente los que entienden [amparados en el bajo nivel educativo del Pueblo Dominicano] que este, no puede discernir sobre los intentos de cambiar las normas establecidas en la Constitución, máxime cuando ya se hizo para el período electoral anterior. Basta observar como va punteando en las encuestas, la oposición a una reforma constitucional, con el propósito de permitir una re-postulación del actual Presidente de la república.

De una vez por todas, debemos enrumbarnos por ejercer la política, basada en la moralidad, no busquemos interpretaciones de las leyes, ajustándolas a nuestros intereses particulares y grupales; hay que respetar la Constitución y hay que impedir que una mayoría fabricada y auto sostenida en todos los poderes, se arrogue la representación y vocería [de manera exclusiva] de todo el Pueblo, imponiéndose y obviando los principios democráticos de alternabilidad que la Constitución prevé y establece.