Este epitafio de “no es no” es el que ha grabado Pedro Sánchez Castejón sobre la lápida de su propia tumba política en el socialismo español.
El ex secretario general del “Partido Obrero Español (PSOE) ha puesto también la misma lápida sobre su propio partido, hoy día dividido y en caída libre, culminando una larga era de bipartidismo político entre los hasta ahora partidos mayoritarios españoles: el “Partido Popular” (PP) de Mariano Rajoy Brey y de José María Aznar López y el “Partido Socialista Obrero Español” (PSOE) de Felipe González Márquez y de José Luis Rodríguez Zapatero. El primero, conservador de centro derecha y el segundo de centro izquierda (social demócrata).
Dijo Sánchez entre lágrimas: “Mis padres me enseñaron a no renunciar jamás a mis principios”. Un verdadero político, sin embargo, no puede expresarse de esa manera, como un chiquillo a la intemperie, sobre todo después de que la mayoría del pueblo español se expresó en las urnas en su contra en dos ocasiones anteriores.
La política cambia de día a día y no se puede ser inflexible e intransigente. Hay que saber adaptarse a esos cambios de acuerdo a las circunstancias. En eso Pedro Sánchez Castejón ha demostrado una incapacidad manifiesta para continuar liderando su partido. Sobre todo después de que su intransigencia causó un tranque político que hizo imposible la gobernabilidad del país por casi doce meses seguidos.
“No puedo ser indiferente con aquellos que votaron por mí”, dijo Sánchez entre lágrimas al entregar su acta de diputado. “Por disciplina no puedo desobedecer las directrices de mi partido, pero tampoco puedo rendirme a mi propia conciencia, absteniéndome en contra de mis convicciones y el sentir de la mayoría de los militantes de mi partido”. La pregunta de rigor, sin embargo, es la siguiente: ¿Y qué pasa entonces con la mayoría del pueblo español que se expresó en las urnas? ¿Vamos a oponernos a su decisión soberana trancándole el juego?
En realidad, 8 millones de españoles votaron en contra del que “no es no”, afirmando que “el no es sí”. Aunque no ha sido una mayoría absoluta, de ahora en adelante la política española ha entrado en una nueva etapa evolutiva.
El bipartidismo de antaño ya no existe (ahora existen tres partidos mayoritarios (el PP, PSOE, UNIDOS PODEMOS) y una pléyade de partiditos nacionalistas (PNV- Partido Nacionalista Vasco- e independentistas (Cataluña). La gobernabilidad debe de ser ahora participativa, a través de acuerdos y de pactos consensuados hacia el bien colectivo de los ciudadanos. Ese ha sido el mandato de los votantes.
De hecho, este modelo de gobernabilidad participativa ya existía a nivel regional, como en los gobiernos autonómicos de Andalucía, Sevilla, Valencia y Madrid. Ahora se impone ese mismo modelo a nivel nacional. Eso es lo que han decretado los ciudadanos.
“Esta clase política que nos desgobierna se ha mostrado irrelevante para nuestro bienestar político”, nos dice Pablo Figueiro, un gallego radicado en Madrid desde hace más de veinte años. “Toda esta algarabía a que nos tienen acostumbrados, demuestra que son una clase política venida a menos, disfuncional e incapaz de resolver los problemas que aquejan a las grandes mayorías de los españoles, hoy día sumidas en una crisis de proporciones insospechables”.
“De hecho, el bipartidismo ha demostrado que eso de centro-derecha y de centro-izquierda es puro espejismo. Son las dos caras de una misma moneda detrás de la cual se esconde la oligarquía de siempre”. Así opina Figueiro.
El no es “no” y el si es “si”, en el mero fondo son siempre la misma cosa. En eso no hay que perderse. Es parecido al “Making History” (Haciendo Historia) de Hilaria Clinton y al “Let’s Make America Great Again” (Hagamos Grandiosa a América de Nuevo) de Donaldo Trump. Ambos multimillonarios y parte integral de la falsa democracia demencial corporativa que se ha entronizado en los Estados Unidos de América.
Las votaciones se han convertido en un gran espectáculo de distracción masiva.