La semana pasada advertí en mi columna sobre el riesgo de justificar con un capítulo de la Biblia el ataque de Estados Unidos a Siria. En esta ocasión presentaré la segunda parte de la trama de Donald Trump para hacer creer que su acción obedece a la búsqueda de justicia.

Siempre se ha dicho que no existe estrategia que funcione más que la lógica del miedo para persuadir una población. Después de poner a circular un texto bíblico prediciendo la destrucción de Siria, circuló en las redes sociales un video con niños y niñas muertos  en Siria y se atribuía a las armas químicas que supuestamente utilizó el Presidente Sirio.

Es bueno que se sepa que eso es un recurso muy socorrido por las potencias para provocar en las masas la justificación de los abusos que están cometiendo y les contaré cómo surgió y qué hay detrás de todo eso. Todo empezó bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente de Estados Unidos en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial.

La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra que era considerada europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que en seis meses logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo.

Se alcanzó un éxito extraordinario pues se fabricaron montones de atrocidades supuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluían niños belgas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles. En los medios de comunicación y en los noticiarios se presentaban las imágenes crudas de niños sin brazos, sin piernas, muertos y de toda manera, buena parte de lo cual fue inventado por esa comisión de propaganda, cuyo auténtico propósito en aquel momento era el de dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo.

Pero la cuestión clave era la de controlar el pensamiento de los miembros más inteligentes de la sociedad americana, quienes, a su vez, diseminarían la propaganda que estaba siendo elaborada y llevarían al pacífico país a la histeria propia de los tiempos de guerra. Y funcionó muy bien, al tiempo que nos enseñaba algo importante: cuando la propaganda que dimana del estado recibe el apoyo de las clases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviación en su contenido, el efecto puede ser enorme.

Fue una lección que ya había aprendido Hitler y muchos otros, y cuya influencia ha llegado a nuestros días. Así como se difundió un texto bíblico para justificar con el libro sagrado del cristianismo que es parte de una profecía que se está cumpliendo, el complemento es mostrar todas estas imágenes que manipulan la parte sensible de la sociedad. ¿Pero sabe usted por qué ocurre esto? Además de las razones que ya mencioné en el artículo anterior, existe otra de mucho peso: en el año 2016 el negocio de las armas produjo más de cuatrocientos mil millones de dólares (400 mil millones de dólares). Esa es la otra razón potente.