Los desoladores resultados que informan las pruebas Pisa no lo dicen, pero a pesar de sus fracasos el de la educación es uno de los tópicos más estudiados y diagnosticados del país y es, todos lo sabemos, el factor más transversal, de mayor impacto en todos los órdenes y direcciones, cuando de empujar el desarrollo económico, social e individual se trate.
Al presentar su Plan Estratégico de Desarrollo de la Educación Dominicana 2003-2012, la secretaría de Educación, entonces a cargo de la vicepresidenta de la República, Milagros Ortiz Bosch, exponía un conjunto de iniciativas, originadas desde 1988, dirigidas a impulsar la calidad educativa.
Ya en ese Plan de Desarrollo Estratégico de 2002 se alertaba al país “sobre la proximidad del inicio del nuevo siglo con niveles educativos que se constituyen en el principal obstáculo para salir de la crisis y enfrentar los retos del crecimiento y el desarrollo sostenible”.
Además de las pruebas Pisa que escandalizan ahora, en 2014 el Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo, más conocido como TERCE, auspiciado por la UNESCO, nos ranqueó “en el furgón de cola” de la región.
14 días antes de que lo sustituyeran por Andrés Navarro, el anterior incumbente del Minerd, Carlos Amarante Baret, exhortaba a “dar el salto”, porque “no podemos seguir a la cola en América Latina”, en calidad de la educación.
Refiriéndose al tema, un científico como el ingeniero Ramón Morrison, a quien sería injusto adjudicarle pinta opositora o conclusiones imprudentes advertía en octubre que “…ya distintos estudios han demostrado que el producto final no se corresponde con las grandes inversiones en recursos humanos y materiales. Procede, por lo tanto, un replanteo principalmente respecto a cómo se realiza la actividad educativa…”
Más puntual, el líder de la oposición, Luis Abinader, propuso esta semana que dados los negativos resultados de Pisa y tantas otras mediciones, las autoridades convoquen a todos los actores del sistema para que en un ambiente constructivo y armónico sean formuladas medidas que contribuyan a cambiar el fallido modelo educativo vigente, empezando por reorientar hacia su calidad el financiamiento del 4% del PIB.
Deja un no sé ver que luego de los negativos resultados de la evaluación de nuestros estudiantes en comprensión de la lectura, ciencias y matemáticas, las autoridades hayan pisado el acelerador de difusión de un comercial que presenta al país volando en la cresta de una “revolución educativa”, campaña al parecer dirigida a “sustituir” la realidad de los resultados negativos con propaganda bonita.
Las cuestionadas fallas del modelo educativo no son atribuibles a los gobiernos del presidente Danilo Medina, y menos al actual ministro Navarro. Son fallas estructurales, sistémicas. Pero es su responsabilidad liderar la importante y seria reforma educativa.
Que como advierte Abinader, asumiendo el rol opositor como categoría de estado, demanda propósitos comunes y políticas públicas que abordemos entre todos.
Sin propaganda ni politiquería, porque en materia de calidad de la educación es demasiado lo que nos jugamos. Y estamos tarde.