La semana pasada fue otorgado el Premio Internacional al Emigrante Dominicano, dos días después que se anunciará que República Dominicana no firmaría el Pacto Migratorio.  Ser un país con una proporción alta de su población viviendo en el extranjero, algunos creen era razón suficiente para justificar el homenaje del gobierno a su diáspora y un SI a un pacto que busca alegadas soluciones globales a la situación migratoria que, supuestamente, no van a interferir con decisiones soberanas adopten los países. 

De hecho, se llegó a la osadía de expresar que al no firmarlo ofendemos a nuestra comunidad de emigrantes, porque renunciamos a un instrumento para exigir que gobiernos extranjeros les respeten sus derechos y brinden protección de salud, educación y vivienda adecuada.  Es decir, perdemos un instrumento para tener injerencia en países receptores para obligarlos a modificar o adecuar sus políticas migratorias a los compromisos de un pacto que, a su vez, respeta la soberanía del país en adoptar esas mismas que están aplicando. ¡Que enredo!

No conozco de medición alguna de la opinión de la diáspora sobre el Pacto Migratorio y sus acertijos.  A lo que si apuesto confiado es a que percibe reciben menor atención que la que aquí se dispensa a los haitianos. Hay que reconocer que se debe a la presente administración la adopción concreta de planes y proyectos destinados a favorecer los dominicanos ausentes.  Antes no se pasaba de la tradicional facilidad aduanera para traer regalos navideños, la presencia de autoridades en desfiles por festividades patrias o participación en eventos importantes como la “Semana Dominicana”.

Ahora el Ministerio de Relaciones Exteriores es el responsable de la ejecución de las acciones para cumplir  la Meta Presidencial No.11: “Proteger los Derechos de los Dominicanos en el Exterior y Su Vinculación Integral con la República Dominicana”.  Entre las metas intermedias o acciones que se deben avanzar y rendir cuentas está poner en marcha el Instituto de Dominicanos en el Exterior (INDEX), entidad que será eje para la ejecución de planes educativos, culturales y sociales que los beneficien. Se han abierto varias sedes y como actividades concretas ya los hijos de dominicanos ausentes están compitiendo por las becas de estudios superiores que coordina el Ministerio de Educación Superior; se coordina la incorporación al Seguro Nacional de Salud para los que vienen de viaje o retiro; se facilitan los trámites para que puedan comprar viviendas en la Ciudad Juan Bosch; y se han coordinado jornadas educativas en coordinación con universidades en EUA y Puerto Rico, donde se está dando énfasis en la enseñanza del idioma inglés.

La promoción del Premio Internacional Oscar de la Renta al Emigrante Dominicano es una actividad también vinculada a esta meta presidencial de proteger y vincular más a nuestra diáspora. A las comunidades dominicanas en el exterior se les solicitó presentar candidaturas de quienes consideran modelos de laboriosidad, ética y solidaridad.  El jurado quedó desbordado y sorprendido con decenas de aplicaciones donde elegir el ganador fue tarea complicada. El premio lo recibió un médico de brillante trayectoria profesional y social, Rafael Antonio Lantigua. Entre sus múltiples obras de compromiso comunitario se destaca la de servir en la Junta de Directores de la Coalición de los Derechos de los Inmigrantes del Norte de Manhattan.

Hay que saludar estas iniciativas que nos acercan. Todavía con la diáspora, como dice la expresión, “nos quedamos a deber” y es probable que no sea práctico ni probable diseñar planes que nivelen la balanza entre sus aportes y lo que le devolvemos. El quid pro quo de cosas se pueden comparar en una hoja de Excel con valores monetarios, tampoco creo sea para los dominicanos ausentes lo más importante.  El compromiso mayor con ellos, y con todos nosotros, es preservar la dominicanidad de quienes hoy son su principal amenaza: una inmigración ilegal, indocumentada y masiva que proviene de Haití, país que no gasta un dólar en seguridad fronteriza para detener un flujo migratorio que, en realidad, promueve y le conviene. 

En este compromiso sale fortalecido el gobierno con su decisión de no firmar un Pacto Migratorio nos hará más vulnerable ante esa amenaza. De manera que ambas noticias ligadas al tema migratorio han sido buenas.  La distinción a un emigrante dominicano ejemplar y un No a un Pacto que trata con mano de seda a países expulsores de emigrantes y carga de compromisos a los países receptores, en un desbalance que francamente raya en lo perverso.