¿Se han fija do ustedes en lo complejo que es hoy en día entretener de manera sana y barata un niño? si usted quiere arrancarlos de esos benditos juegos virtuales, tan caros, obsesivos y hasta en muchos casos alienantes, y salir por ahí para que sus hijos vean la realidad de la vida en una lagartija asustada encaramándose pared arriba, una linda mariposa posándose en una flor cualquiera, o un perro callejero sacudiéndose las pulgas, verá lo difícil que es el asunto. Si el niño hay que pasearlo en cochecito de ruedas, salga por esas  aceras de Dios y se encontrará con toda clase de hoyos, grietas, totumas, cristales rotos, suciedad, alcantarillas sin tapas, todo un rally de dificultades como para quedarse en casa y no sacar al niño hasta cumplidos los cuarenta años. Si los muchachos son algo mayores tienen un par de opciones: el zoológico, los dos grandes parques y pare de contar. La mayor parte de los parques o áreas verdes de los barrios casi han desaparecido, deteriora do , o  convertido en refugios de vagos y personas de poco fiar. Quedan los grandes Miradores.

En el del Norte cobran por entrar y es un recinto más para ver que para jugar,  y en el Mirador del sur, abierto a todo s, hay un puente de madera y cuerdas, tres o cuatro docenas de toscos columpios, media docena de pequeños toboganes, algunos troncos de balanceo y poco, muy poco más. A la tercera vez que uno va los muchachos se cansan de lo mismo. En total, una insignificancia para una ciudad de tres millones de habitantes que debe tener una población de más de quinientos o seiscientos mil infantes. ¿Se acuerdan del parque Quisqueya, con la simpática elefanta Momy, la casa del terror, los tiovivos, los altísimos toboganes de cincuenta o sesenta metros de largo, las barquitas giratorias sobre agua, los helicópteros y tantas otras atracciones que, si bien cobraban algo por ellas, estaban al alcance de las grandes mayorías.

Pero parece que el progreso cambia las cosas, ahora los caballitos de sube y baja los sustituyeron por los baja y sube de los precios de los combustibles, las casas del terror por muchas tiendas y supermercados, el tobogán por la  bajada del poder adquisitivo, los autos chocones por millares de vehículos chocando en los tapones, y los trencitos por unos flamantes metros con estaciones ¿Por qué el Gobierno no hace un parque de verdad, gratuito para todo s los niños, sin distingos sociales, inmenso, innovador para el área del Caribe, envidia de países desarrollados como deberíamos tenerlo en una nación tan joven y creativa? Con las más modernas y variadas atracciones, con cientos de juegos diferentes, con cine infantil al aire libre, con guiñoles y teatrillos, con seguridad, con botiquines y mil cosas más, con sándwiches o comidas al alcance de los bolsillos débiles, para que  lleguen a su casa exhaustos de cansancio y felicidad

¿Qué todo eso vale unos buenos milloncitos al año? Claro que sí, pero pueden sacarlos de rebajarles algo el sueldo a los políticos y funcionarios. Seguro que estos, como siempre, se sacrificarán felices por los niños de la ciudad. A cambio, verán como ahorraremos más dinero al no encarcelar a muchos futuros delincuentes y contar con mentes más equilibradas para impulsar la nación. Desde que el Chavo del ocho dejó de tener exposición y vigencia, a nuestros niños no hay chapulín alguno que los salve, ni colorado , ni morado , ni blanco…ni, por desgracia, de cualquier otro color.