Este martes, 11 de octubre, se celebró por quinta vez el Día Mundial de la Niña, instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada el 19 de diciembre de 2011 con la finalidad de sensibilizar sobre los derechos de las niñas y la problemática que les afecta en todo el mundo.
En el mundo hay más mil millones de niñas, de las cuales un porcentaje importante son violentadas, abusadas y discriminadas en la doble condición de género y la edad, siendo sometidas a violaciones sexuales, mutilaciones de genitales en muchos países, tráfico internacional para diferentes fines que incluyen la explotación sexual; son embarazadas a temprana edad y terminan en uniones maritales teniendo como consecuencia el tener que abandonar la escuela.
Es lamentable la terrible realidad de que las más afectadas son las niñas pobres y de más bajo nivel educativo, lo que explica que son los países en vía de desarrollo -como el nuestro- donde con más frecuencia se observa esta horrible realidad. Esto, sin desconozcamos que la República Dominicana ha tenido importantes avances en la erradicación del trabajo infantil.
Las malas condiciones económicas de la familia obligan a las niñas al trabajo infantil justificando esa penosa realidad en que colaboran con los ingresos para el sustento de la familia; que son ellas que lo prefieren; que aprenden un oficio, ect..
Según estudios las niñas que trabajan largas horas y realizan labores pesadas y agotadoras se cansan y aburren fácilmente, se vuelven introvertidas e indiferentes y se sienten inútiles.
La pobreza, el desempleo y la baja educación hacen que las niñas sean sacadas de la escuela para que se dedique a trabajar, muchas de las cuales comienzan a trabajar antes de los 14 años y una publicación reciente indica que las niñas dedican 160 millones de horas más a tareas domesticas que los niños, en tareas que van desde cocinar, limpiar, cuidar algún familiar, buscar agua, lavar, entre otras, y con el agravante de que las tareas de las niñas son menos visibles y más menospreciadas.
Miles de niñas trabajan en las calles como vendedoras ambulantes de los más variados artículos, limpiando vidrios de vehículos y en actividades ilegales. Pero el trabajo en las calles expone a las niñas al consumo de café, alcohol y drogas controladas, contraer enfermedades de transmisión sexual, abandono de la familia, interfiriendo todo esto con su normal desarrollo físico, mental, emocional y social.
Las niñas se dedican principalmente a trabajos domésticos, de servicios, comerciales, etc., donde muchas veces el pago consiste en comida y alojamiento, lo que constituye una especie de esclavitud moderna. Otras laboran en actividades agrícolas y en centros de trabajo con procesos industriales donde las estaciones de trabajo, las herramientas, las maquinarias, los asientos y los equipos de protección personal (cascos, gafas, máscaras, guantes, etc.) están diseñados para adultos.
Es importante destacar que las niñas trabajadoras corren más riesgos personales para su salud y seguridad que los adultos y que al exponerse a sustancias químicas en la misma concentración los efectos negativos se presentan en menor tiempo y con mayor gravedad en las niñas que en los adultos. Además, se ha comprobado que cuando las niñas, como los niños, se exponen a ruidos son más susceptibles a sufrir trastornos auditivos que los adultos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el uso de herramientas y asientos diseñados para adultos expone a las niñas a fatiga y lesiones más rápidamente. Así como también, que ante un mismo trabajo la agudeza visual de las niñas se puede ver afectada más en las niñas y que tienen menos tolerancia que los adultos a las altas temperaturas.
Las niñas trabajadoras se exponen a riesgos psicosociales relacionados con el trabajo, comenzando porque la propia situación de pobreza de la familia es un factor de tensión y de estrés; no se desarrollan socialmente porque el trabajo le impide relacionarse adecuadamente con los familiares, amigos y miembros de la comunidad donde viven; tienen poca oportunidad para jugar, desarrollarse e ir a la escuela.
Según estudios las niñas que trabajan largas horas y realizan labores pesadas y agotadoras se cansan y aburren fácilmente, se vuelven introvertidas e indiferentes y se sienten inútiles. Al contrario las actividades ligeras que realizan las niñas en la casa, sin interferencia de las actividades escolares y el juego no son negativas, sino que contribuyen con la cooperación y la integración de la familia e incentivan valores como la responsabilidad.
El trabajo infantil causa inasistencia escolar, alto índice de sobre edad y deserción e insuficientes niveles de educación.
Dentro de todo este drama en se agrega el que las niñas no reciben la atención de salud adecuada, que deben ser incluidas en los programas de promoción de la salud y prevención de enfermedades, incluyendo la salud sexual y reproductiva.
Estoy de acuerdo con los que son de opinión de que la inversión de los estados en la educación en las niñas se combate la pobreza y tienen mayor probabilidad de tener un trabajo más alto en la adultez, de casarse más tarde, tener un número menor de hijos y que estos sean más sanos y educados y tener mayor poder de decisión en la familia, entrando en un círculo virtuoso porque las madres educadas tienden a educar a sus hijas y así disminuir el trabajo infantil en el futuro.