La semana pasada Plan Internacional de la mano de Unicef presentaron un estudio sobre las vivencias y relatos de jóvenes embarazadas en algunos países de la región, entre los cuales se encuentra Republica Dominicana. El documento presentado y el cual tuvimos oportunidad de conocer, revela la aterradora realidad que viven muchas de nuestras adolescentes al quedar embarazadas a destiempo y los factores culturales, sociales económicos y educacionales que influencian en el incremento de esta problemática.
De acuerdo al informe, una tercera parte de los embarazos corresponde a menores de 18 años, siendo casi un 20% de estas menores de apenas edad de 15 años. Las causas de estos embarazos suelen ser en su mayoría producto de algún tipo de violencia, en su mayoría sexual.
Por la evidencia presentada, pudiera uno injerir que la maternidad precoz esta estrechamente relacionada con los niveles de pobreza. Sin embargo, el nivel de educación sexual en nuestro país es casi inexistente y sigue siendo considerado como un tema vetado en muchos círculos, con el pensar de que si hablamos de sexo y métodos anticonceptivos, promovemos la promiscuidad.
La abstinencia sigue siendo la mejor vía para evitar en embarazo en la adolescencia. Sin embargo, si como jóvenes no tenemos acceso a una educación sexual integral donde se nos explique con claridad las sobre las consecuencias, riesgos y responsabilidades que conlleva un embarazo, es muy difícil que podamos cambiar la perspectiva de muchas de estas jóvenes que, debido a patrones culturales propios de su entorno, se convierten en una cifra más.
La educación sigue siendo el factor clave para reducir las cifras y el estudio desnuda la imperativa necesidad de incorporar políticas publicas en este sentido. Las niñas que quedan embarazadas antes de los 18 años rara vez pueden ejercer sus derechos a la educación, la salud, la protección y un nivel de vida adecuado. Se ven obligadas a abandonar el colegio para ejercer un rol al cual no están preparadas. Pierden la ilusión de su niñez, asumen obligaciones de adultas sin la debida madurez y solvencia económica que traer un niño al mundo exige. Son niñas criando niños.
Estas jóvenes se ven asumiendo la maternidad solas sin mucho apoyo moral y económico, y por supuesto sin la ayuda diaria de lo que la crianza en sí misma implica. Deben dejar al lado sus sueños y proyectos para salir adelante sin muchas esperanzas de un porvenir próspero, apegadas a la provisión del día a día.
Conocer como altos índices de estos casos, están asociados a la violencia de algún tipo ya sea física, sicológica y económica. Las relaciones en su mayoría involuntarias entre jóvenes con hombres mucho mayor que ellas, con consentimiento de sus familiares y de la comunidad que las rodea. Hombres aprovechándose de la inocencia, fragilidad y desprotección de estas jóvenes, para abusar de ellas sexualmente sin mayores consecuencias, a pesar de que es un delito penado por la ley.
El machismo arraigado en el país y la región, continua promoviendo el estereotipo de la mujer como un ser sin derecho y aspiraciones más allá de las labores domésticas, mientras que asocian la masculinidad con la promiscuidad. Mientras más mujeres tenga el hombre, mayor su reconocimiento y valoración, promoviendo erróneamente las relaciones sexuales. De ahí que veamos hombres con decenas de hijos, los cuales apenas conoce y obviamente nunca mantiene.
En general nos damos cuenta de que el común denominador de todas las historias y relatos a través de la región es la falta de amor. Carencias afectivas de parte de los padres, hermanos, miembros de la comunidad, del gobierno y sobre todo de ellas mismas, las llevan a conformarse con entornos poco esperanzadores y futuros llenos de incertidumbre.
Como construimos otras realidades? Como dibujamos otro futuro para nuestras niñas? Hasta donde llega nuestra responsabilidad para cambiar esta situación? Construir una mejor sociedad es una tarea que requiere la involucración activa y efectiva de todos. Tracémonos una meta para dejar de ser el tercer país en la región con mayor porcentaje de jóvenes embarazadas. Hablemos abiertamente y honestamente con nuestros jóvenes, eduquemos en valores y ayudémosles a dibujar su progreso. En ello se juega nuestro presente y nuestro futuro. Debemos brindarles las herramientas que les ayuden a tomar mejores decisiones de vida. Dejemos de ser una estadística para convertirnos en una realidad.