De entrada sería bueno entender lo que ha dicho Bob Woodward en el libro que me cayó en las manos hace unos días. El libro es legible, pero lo primero que uno mira es cómo algunos dicen que Trump tiene malas mañas. Entre ellas: beber mas Coca Cola de la cuenta, comer mas hamburguesas de la cuenta, y tener tres televisores donde mira todas las noticias que se hablan sobre el. En el libro de Woodward de seguro se dicen otras cosas. No es extraño que el escritor, catalogado como uno de los mejores periodistas de Estados Unidos, tenga mucho que decir sobre un proceso que ha vivido desde las entrañas del tiburón.
Por lo pronto, se tiene conciencia de que lo que dice Trump parece no agotarse en Estados Unidos. Corregimos: en todo el mundo porque ahora con el twitter, un mensaje posteado por el presidente pronto será leído en una vieja comarca de alguna población pequeña donde una persona quedará interesada en el anuncio que hace Estados Unidos, nada más y nada menos que por boca de su presidente. La embajadora ante la ONU, Nikki Haley hizo una denuncia reciente: Estados Unidos no dará dinero a esos países que están en contra de su país. Queda claro que ha dicho esto en referencia a Palestina, a quien Estados Unidos quitó una cantidad importante de dinero que iba en materia de asistencia humanitaria. La denuncia que se ha hecho envía un mensaje a los que creen que Estados Unidos, es fuente inagotable de riqueza para funciones de gobiernos contrarios.
La lucha que hoy se desata en todas partes tiene que ver con la imagen que emiten algunos gobiernos desde la diplomacia y que Washington interpreta de acuerdo a sus argumentaciones. La diplomacia internacional no ha terminado con las citas que producía Barack Obama con Angela Merkel para tomar el café en un edificio tan hermoso que cautiva los ojos.
Lo que hace Nikki Haley a lo interno del Consejo de Seguridad no tiene que ser visto como radical: ha demostrado que se trata de un proceso en que Estados Unidos no es el malo de la película, aunque este mismo viernes –en la guerra comercial desatada con China– el país ha dado la orden de colocación de aranceles por 200,000 millones de dólares.
Se había dicho que Palestina debía reconocer a Jerusalén como capital de Israel, como si fuera mas fácil que pelar una naranja. No ocurrió así, como pronosticaron algunos analistas, y he aquí que la reducción drástica de la ayuda ha sido tema que otros interpretan como una condición que dificultará aun más las relaciones con Medio Oriente.
Interesante ha sido la declaración de Haley cuando ha denunciado que Diosdado Cabello, el nada taciturno jefe venezolano, es un traficante y un corrupto. Las palabras empleadas por Haley han sido “narcotraficante y ladrón”. Textualmente: “Cabello estuvo involucrado directamente en el tráfico de drogas, con envío de estupefacientes de Venezuela a República Dominicana y de ahí a Europa”. La embajadora continúa: “utilizó sus contactos en el gobierno para informarse de otros narcos, robar sus drogas y eliminar la competencia”. Para cualquier observador medianamente crítico, queda claro que lo que ocurre es una lucha internacional que ha merecido la respuesta alerta de los funcionarios norteamericanos, desde los diplomáticos que bregan con el tema de la economía, como en el caso de la embajadora Haley, a los que tratan con el tema del medioambiente. Todos recuerdan que Bush tuvo una política avisada en un tiempo en que aun Venezuela no caía por el dramatismo de una inflación tan desmesurada, la más alta del mundo. Otros gobiernos latinoamericanos han dado señales de encontrase mal en términos económicos, y los Estados Unidos se han dado cuenta de lo que sucede. Se ha declarado que el sistema democrático es fundamental para el mantenimiento de sociedades abiertas en las que los pueblos puedan vivir con esperanza de no ser maltratados por sus gobernantes.
Estados Unidos ha dicho que Venezuela debe ser reformada. Una de las demostraciones de tal hecho ha sido trasladado a la arena internacional cuando vemos que Haley tiene que llamar a la comunidad internacional para “ahogar financieramente al régimen de Nicolás Maduro”. En épocas pasadas, los americanos –en época de Roosevelt– hablaban de “América para los americanos”, y practicaban la política del Gran garrote para mandar a los gobernantes de América a transitar el ámbito de las peticiones y los perdones.
Los venezolanos viven hoy uno de los momentos más críticos de su historia, aunque algunos dicen que la permanencia de Maduro implica apoyo de un sector de la población. La población que apoya a Maduro habría que contabilizarla, pero lo cierto es que los círculos bolivarianos existen, y los venezolanos han comprendido que se trata de la economía. Otros argumentan que no se debe esperar más tiempo y hablan de medidas más fuertes por parte de la comunidad internacional. Es de recordar que los gobernantes que iniciaron temas de debate y de consenso hace unos años –entre los que estuvieron involucrados Rodríguez Zapatero y Leonel Fernández– no tienen ahora sino que entender que el proceso ha ido profundizándose, y hoy Venezuela pide ayuda a la comunidad internacional para medidas más fuertes. A decir de algunos, las medidas tomadas en la OEA, no han terminado por dar luz final a un proceso de años.
Las declaraciones de Haley inician un proceso de recrudecimiento en las relaciones de Estados Unidos con Venezuela y una exigencia a la comunidad internacional, de una manera más radical, porque como se ha dicho Cabello es “el segundo hombre más poderoso de Venezuela”. En un mundo donde mucho se denuncia como fake news, y donde el poder no pide ser cuestionado, las declaraciones de la diplomática abren un compás de espera para ver la reacción interna de los venezolanos así como de la comunidad internacional. La embajadora demostró del material que está hecha cuando le respondió al autor del artículo anónimo que fue publicado la semana pasada en el New York Times, diciendo: “No te quedes en tu posición y secretamente perjudiques al presidente y al resto de nuestro equipo. Es cobarde, es antidemocrático y es un perjuicio para nuestro país”. Lo invitaba también a llamar al presidente por teléfono como ella misma hace y externarle la contradicción de manera trasparente.
Lo que decíamos de Woodward, tiene que ver con lo que pensamos que ocurrió en Watergate, y lo que estuvo a punto de ocurrir en el caso Clinton. En este show mediático, no debe olvidarse el caso que sigue Trump con una playmate, para cuya administración ha designado a un amigo abogado que se encarga de conocer todo lo que el presidente ordena, y también un staff para el manejo de su figura en los medios. Genial como se autocalifica, Trump ha continuado advirtiéndole a sus enemigos, que se trata de una América nueva, con mejor status económico que como la encontró, a la par que le recuerda a todo el mundo que Estados Unidos está hoy más estable, y que la economía marcha mejor que en mucho tiempo. Había dicho que la tasa de crecimiento había superado la tasa de desempleo por primera vez en cien años, pero pronto fue desmentido por el presidente del consejo de asesores económicos de la Casa Blanca, Kevin Hassett, quien indicó que se trataba de otros números.
Los asesores de la Era Trump reconsideran la imagen de su jefe en el marco de una gran cruzada nacional e internacional para desacreditarlo, algo que marcha por si solo en los acontecimientos de los últimos días. Lo que sí se entiende es que esto no es sino indicador de unos medios más críticos hoy con las políticas internas de Estados Unidos, y el rol que ha venido jugando en el último año en temas nodales como Palestina e Israel, al tiempo que se le hace caso a la crítica situación que vive Siria con un presidente autócrata que no puede –en la opinión de muchos– ser derrocado por las fuerzas rebeldes, las mismas que Nikki propone ayudar, porque de no tener a Assad, al menos eso opinan algunos, el país entraría en una vorágine insalvable de violencia. Haley aclaró en su momento que en el caso de las armas químicas, no hubo fake news y que fue un proceso real como demostraron las fílmicas.
Son muchos los problemas que descansan sobre el escritorio de Haley, y la embajadora ante la ONU cuenta con todo el apoyo de su jefe. El libro de Bob es solamente otro espectáculo.